Si las llanuras hablaran
Despertó temprano, como todos los días y es que así son los días en el campo, se levanta temprano se toma el primer café de la mañana y se alista para trabajar, tan solo tenía doce años y lo único que pensaba era en crecer para ser como su padre, un campesino trabajador honrado y de buena voluntad que trabajaba la tierra desde que era niño, todo transcurría como cualquier otro día, se sentaron a la mesa los dos, cerca de la estufa de leña que había construido su padre junto con su abuelo ya hace muchos años, misma estufa en donde su madre la había preparado comida con amor hasta hace un tiempo, antes de que una extraña enfermedad acabara con su vida, siempre había sido una buena mujer, por eso se fue rápido, como dicen los abuelos “ no debía nada en este mundo”.
Tomaron el café con prisa, empacaron el almuerzo con cautela en dos vasijas ya gastadas por el uso y salieron hacia el trabajo, desempañaban labores en una hacienda cercana al pueblo de Granada departamento del meta, zona fértil de Colombia con hermosos paisajes, llanuras inmensas, atardeceres hermosos y gente pujante. Llegaron al trabajo, los recibió Emeterio quien era el capataz, que se encargaba de los obreros, ese día lucía preocupado, los recibió con un saludo seco y con una cara que pocas veces se le veía lo que llamo la atención del padre de Rodrigo, “¿qué paso hermanito, se le apareció el diablo o qué?”, Emeterio soltó una sonrisa irónica contestando: “Ojalá hubiera sido eso, se rumora que la guerrilla anda por acá cerca y usted sabe como es esa gente, me preocupa que lleguen a la finca y nos carguen para el otro lado del Ariari.”
La jornada empezó con normalidad, llegaron los demás obreros, eran aproximadamente diez, se internaron en el tajo, el plátano estaba en producción, se podían contemplar los racimos grandes que combinaban perfectamente con el paisaje del llano, Rodrigo por su edad aun no hacía el mismo trabajo de los demás, era el encargado del guarapo, traer las desjarretaderas para bajar el plátano entre otros oficios que estaban acordes a su edad y capacidad, transcurría el día todos trabajaban el tajo iba bien, hacia las once de la mañana llegaron alrededor de ocho hombres armados al cultivo, todos se pusieron nerviosos, Rodrigo solo había escuchado a su padre hablar de la guerrilla pero él nunca los había visto de cerca, se acercó a Emeterio el hombre que comandaba a la escuadra y le dijo que necesitaba a todos los hombres para pasar unos materiales al otro lado del Ariari, todos aceptaron, excepto el padre de Rodrigo, él les manifestó que no iba a colaborar con nadie, él estaba allí para trabajar en el tajo, para nada más, además tenía a su hijo y no lo iba a dejar solo.
La respuesta no le gusto al comandante, se acercó al padre de Rodrigo, lo tomo por el cuello de la camisa, sacó su pistola sin dudarlo un segundo y le disparo, Rodrigo quedo petrificado al ver la escena, en un instante le quietaron a su padre, la persona que amaba quedando solo en el mundo, el cuerpo del padre de Rodrigo cayo, el corrió hacia su padre muerto, solo pudo abrazarlo, ni siquiera lloro, aunque su dolor era profundo e indescriptible, no quedaba nadie más para él, solo estaba él y la llanura, llanura que ya había contemplado cientos de casos como el de Rodrigo, si esas llanuras hablaran cuanto nos contaran, si las llanuras hablaran cuanto se esclarecería, porque en Colombia no cesa el conflicto, no cesa la guerra ni cesa el dolor, la paz es lejana, es prácticamente un sueño.