En una grabación hecha por Cristobal Cantos, funcionario de Invercaria, que ya está en manos de la juez Alaya, la misma que investiga el turbio asunto de los EREs falsos y mafiosos, la presidente de esa empresa pública reconoce abiertamente las irregularidades y arbitrariedades que practican y afirma que los de arriba, refiriendose a los máximos responsables del gobierno andaluz, conocen y aprueban esos métodos.
Según los datos aportados por el coordinador del Área Económica del PP andaluz, Rafael Carmona, del volumen total que manejó Invercaria cifrado en 65 millones de euros, "en torno a 50 millones quedaron fuera de cualquier norma que calculase el procedimiento sobre cómo invertir el dinero público".
La frase "Si me comprometiera con la ética no estaría trabajando en esta organización" pasará también a la posteridad como un reconocimiento evidente de la corrupción y bajeza con que el PSOE ha gobernado Andalucía, despues de ganar una elección tras otra, desde la muerte de Franco.
Los que vivimos en Andalucía y, por nuestra profesión de periodistas, nos movemos cerca de los círculos del poder sabemos que la corrupción ha sido aterradora, que los gobernantes han regalado el dinero a las empresas amigas del partido, que se ha beneficiado a los parientes y amigos, que se han creado cientos de instituciones y empresas para burlar las normas, poder endeudarse más y colocar allí a los familiares y amigos, que se han trucado concursos públicos y oposiciones para que los ganadores sean los amigos y para cerrar el paso a los adversarios, que se han concedido subvenciones a los que menos las merecían y que constantemente se ha marginado, humillado y sojuzgado al que pensaba distinto o expresara de algún modo su rechazo al aquelarre corrupto reinante. En Andalucía puede afirmarse sin temor a exagerar que los que gobernaban han convertido el liderazgo y la acción de gobierno en una cloaca maloliente e inmoral.
Pero lo grave es que todo esto se ha hecho con imponidad, sin que la Justicia ni los órganos teóricamente controladores hayan hecho prácticamente nada por impedir el abuso y el saqueo, adquiriendo así, con su pasividad ante la arbitrariedad, el abuso y la corrupción, una enorme responsabilidad política y, en muchos casos, penal que, para que sirva de ejemplo ante futuras generaciones, debería recibir su merecido castigo.
Andalucía ha sido y es la gran cloaca de la falsa democracia española, no la única, pero sí la peor, la más obscena e insultante para una ciudadanía española y, sobre todo andaluza, que, por su cobardía ante el abuso de poder y su sometimiento a los chorizos, se ha cargado de oprobio.