Esta semana, alguien me remitía un par de artículos donde se
ponía a caldo al obispo de Huelva tras un diálogo con unos estudiantes en el que
le preguntaban por temas delicados de moral, pueden ustedes imaginarse cuáles.
Los artículos en sí, no dicen nada que no hayamos leído hasta el aburrimiento,
una crítica a D. José por decir algo que todo el mundo medianamente informado
sabe que es la visión de la Iglesia (y yo añadiría del sentido común) sobre
esos temas. Lo primero que pensé es que salirse lo más mínimo del pensamiento políticamente
correcto en cuestiones de “género” como se dice ahora en el lenguaje de la
cursilería progre es, no digo arriesgado, sino todo un alarde de transgresión y
rebeldía que se paga caro. Lo siguiente, que daba igual lo que dijera, la
crítica estaba escrita a falta de poner nombre y apellidos del criticado, muy
previsible. También pensé, “estos no se enteran de nada”, pero hay una anécdota
que había leído en un artículo de García Maiquez que me descolocó el
razonamiento: Indro Montanelli, un famoso escritor y periodista italiano,
cuando alguien le imputó no sé qué análisis extravagante, él se defendió: "Usted no ha
entendido…", a lo que el otro respondió, indignado: "¡Si yo no he
entendido significa que el imbécil es usted!" El maestro Montanelli lo
consideró una gran lección de periodismo, y yo creo que tal vez es una lección
que nos conviene apuntar a los que solemos dedicarnos a la comunicación de
alguna manera.
El siguiente paso debe ser aprender a escuchar para explicarnos
mejor en lugar de esperar la benevolencia y el buen entendimiento por parte de
quienes nos escuchan.
Algo de esto debe estar pensando José Antonio Marina,
filósofo y escritor patrio, que se ha atrevido a decir que el sueldo de los
profesores debería estar relacionado con su eficiencia y desempeño en el
trabajo. El sueldo de un docente debe relacionarse "con el efecto que
causa en el progreso de sus alumnos, con la evaluación de su trabajo en el aula
y con lo que consigue su centro", ha venido a decir. A renglón seguido de
aparecer dicho pensamiento en la prensa, la comunidad docente, muy sensible a
temas salariales habitualmente, ha reaccionado como ustedes pueden imaginar. En
Andalucía ya recorrimos de alguna manera ese camino cuando hace algunos años,
justo antes de la crisis, apareció de parte de la consejería de educación, un
incentivo económico a los profesores de secundaria que aplicaran métodos que
mejoraran los resultados académicos de sus alumnos, algo que en un principio algunos
tomaron como una ofensa a su buen hacer educativo, para, a renglón seguido
rellenar la solicitud para apuntarse al plan de incentivos.
El debate en marcha es interesante, aunque no creo que tenga
demasiado recorrido dada la ineptitud demostrada ciclo tras ciclo por las autoridades
educativas, de todas formas estudiar la
importancia de evaluar la preparación y el desempeño del docente y del centro,
de dar más autonomía a centros y padres en algunos aspectos para mejorar y estimular
la eficiencia, y de evitar extravagancias pedagógicas puede ser un buen
comienzo si quien puede hacer algo no se hace el sordo.
Siempre pensé que ojalá educadores y docentes elijan
la profesión por verdadera vocación de darlo todo.
Muy interesantes las reflexiones de Gregorio Luri al respecto, no se las pierdan.