Estoy llegando a un punto en el que me estoy haciendo consciente de mis respuestas automáticas, de mis reacciones.. esas de las que la mayoría de las veces me arrepiento incluso antes de que acaben. Por otro lado, también me veo en muchas situaciones en las que no se qué hacer, que decir, cómo actuar, .. antes, ante ésto, me dejaba reaccionar pero ahora no.. ya que las veo venir y las evito (aunque no siempre lo consigo). Así que ahora me encuentro con un vacío de acción que lejos de ser perjudicial me da el espacio suficiente para tomar la decisión de hacer o, más importante aún, no-hacer, de decir o no-decir. He llegado a la conclusión de que si no sabes qué hacer mejor no hagas nada. Esto sirve para todas las facetas de la vida pero yo lo estoy experimentando sobre todo con mis hijos.
Y qué hacer mientras no se hace nada? porque es muy fácil decir "no hagas nada" pero qué ocurre con todo el barullo que tiene una en su interior? y la presión del exterior? yo me estoy limitando a estar.. a observarme, a escucharme, y a escuchar al otro desde el silencio.. incluso a veces desde su silencio. La cuestión no es no hacer nada, que puede parecer eso, no se trata de mirar hacia otro lado, de "pasar", de ignorar lo que sucede fuera y dentro, se trata de no hacer lo que no queremos. Siempre hay tiempo de hacer o decir más adelante.. pero desde la reflexión, no desde la reacción.
Yo realmente creo que para criar, educar a nuestros hijos no hace falta regañar, ni echar broncas, ni hacerles sentir mal ni culpables, ni castigarles, por supuesto que no hace falta pegarles, humillarles, insultarles .. no hace falta hacerles llorar. Siempre que he reflexionado a cerca de una conducta de mis hijos que no me gusta, que no me parece apropiada, que me violenta he llegado a la misma conclusión.. lo único que puedo hacer es darles ejemplo. Lo primero que deberíamos hacer cuando vemos algo que no nos gusta en nuestros pequeños es mirarnos a nosotros mismos.. porque igual debemos cambiar también esa conducta.. o no creeremos que lo que es lícito para nosotros no lo es para nuestros niños, no? Debemos ser honestos en este tema.. si no difícilmente conseguiremos otra cosa de nuestros hijos. Cuántas veces he visto actitudes en mi pequeña que hacen encenderse algo dentro de mí y en las que claramente me veo reflejada! Cómo decirle simplemente que no haga eso?! Y qué pasa conmigo? tarde o temprano nuestros hijos serán capaces de decirnos claramente "y tú por qué lo haces?"
Esto de dar ejemplo es con vistas al futuro y lo veremos claro después de una pequeña reflexión.. y en el momento, o después de ese tiempo de reacción del que hemos hablado, se puede hablar con ellos para expresarles cómo nos hemos sentido ante "eso" que creemos que hay que tratar. Hablar desde nuestra experiencia, nuestro sentir.. con la intención no de hacerles sentir mal si no de transmitirles nuestra preocupación, nuestro malestar, nuestro parecer.. para decirles cómo nos gusta actuar a nosotros en esas situaciones (esto es dar ejemplo que luego tendremos que apoyar con actos, claro), para darles información que no tengan. Y después nos toca escuchar.. pero escuchar sin (pre)juicios, desde el corazón.. y casi puedo asegurar que en este punto es donde acabaremos sonriendo, abrazándoles, incluso llorando, .. si albergábamos ira se desvanecerá.. porque nuestros pequeños son auténticos y hablan como sienten.. si les dejamos.
Y ahora tengo que reconocer que no siempre he sido ni soy capaz de hacer esto que predico.. que he reaccionado y reacciono! si! y he soltado un grito, o una frase hiriente, .. y jamás me ha quedado la sensación de "hacer lo correcto".. eso tenía que ver más conmigo que con ellos, era mi reacción, era mi propia historia. Y la prueba infalible de ello es que ante la misma actuación de mis hijos en dos días diferentes mi reacción es diferente, según mi estado de ánimo, el grado de paciencia, etc. Pero ésto no solo me ocurre con mis hijos.. también me ocurre con el resto del mundo.
Me parece importantísimo diferenciar entre un grito con la intención de "educar" y un grito como reacción en un momento determinado. Ante lo último y el sentimiento de culpa o de "malhacer" que pueda aparecer no temamos pedir perdón a nuestros hijos, como lo haríamos con cualquier otra persona, y explicarles nuestra situación, "estoy cansada", "estoy nerviosa", "no se qué me pasa hoy", sin duda ésto les tranquilizará y les liberará de sentirse responsables de nuestro "humor" además de restablecer la armonía y el amor entre ellos y nosotros.
Otra cosa de la que me estoy dando cuenta es que en la mayoría de los conflictos entre niños da igual qué ha pasado. Para qué queremos saberlo? seguramente solo sirva para poder señalar a un culpable. Pero es que importa realmente ésto? acaso los sentimientos del "culpable" no deben ser acompañados y comprendidos? lo que realmente importa es manejar los sentimientos que en esos momentos existen.. no hagamos de jueces porque puede que nos equivoquemos. Dejemos a las consecuencias naturales actuar.. a la justicia poética.. a nuestros ojos todo puede parecer muy diferente de lo que realmente es. Debemos consentir el golpe que asesta el agredido? por qué agrede el que lo hace? un sentimiento de rabia o impotencia es el mismo en cualquier niño, haya hecho lo que haya hecho.. mejor que dar lecciones acompañemos a nuestros niños en esos momentos. Luego a solas ya hablaremos de lo ocurrido..
Las situaciones en público pueden causarnos mucho estrés a los padres, podemos sentir muchas presión ante los ojos de los otros, podemos vernos obligados a actuar incluso en contra de nuestros principios de crianza.. a mi me ha pasado y me pasa.. es un tema que tengo pendiente.. entonces es muy fácil que nos pueda la reacción. Pero repito! me estoy refiriendo a no hacer lo que no queremos hacer! si vemos claro cómo actuar, si lo vemos desde la serenidad de la no-reacción.. adelante.
Hay noches que me duermo con una tristeza infinita al reconocer situaciones vividas durante el día en las que no acompañé a mis hijos.. el dormirme acurrucadita a ellos y susurrarles un "lo siento" me permite coger fuerzas y comprometerme para no volver a tropezar en la misma piedra. Mañana si no sé qué hacer mejor no haré nada.