Sí, perdimos la infancia

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Es curioso como la realidad modifica tanto nuestra percepción que, de pronto, todo lo interpretamos a través de un prisma nuevo, un caleidoscopio que une las piezas de pronto en función de la experiencia que nos está transformando ahora. De pronto, esa serie que estábamos viendo nos recuerda justo el instante previo a que se declarase el Estado de Alarma en España y nos mandaran a nuestras casas para luchar contra el Covid-19. O ese libro que teníamos en la mesa de noche, y que fue escrito hace muchísimo, contiene claves de lo que estamos ahora padeciendo. Todo parece coincidir en el mismo punto para aportarnos, desde los productos culturales, una ayuda mental a este cambio traumático y casi global. Es lo que me ocurrió con uno de los libros que más difícil me ha resultado leer en mi vida: Barrio de Maravillas, de Rosa Chacel, primero, porque es muy deudor de su época y, segundo, por una exiquisita narrativa que supera con creces mis conocimientos y hábitos lingüísticos, así que ha sido un hermoso desafío. Esta escritora publicó la novela en 1976, pero la historia está ambientada en sus vivencias en una casa de Malasaña, en Madrid, a principios del siglo XX. No son ojos infantiles los que narran el devenir de las niñas y los mayores en aquellos años, es una mirada profunda la que recuerda y comparte lo importante que eran en aquellos años los balcones y las ventanas (¿les suena?) porque las jóvenes sólo podían así entablar un mínimo diálogo con sus pretendientes, siempre confinadas en el hogar en favor del recato femenino.

En esa casa, en ese edificio de varias plantas, se concentra toda la sociedad, con sus familias acomodadas, en las que algún progenitor decide que la cultura es importante para el desarrollo y disfrute también de las mujeres, las señoras amantes del cotilleo, el servicio y esas féminas valientes, que criaron en esos tiempos a sus hijos solas, y que soportan miradas de sincera compasión pero también mucha falsa caridad. Esa sociedad, la del edificio y la que se reproduce fuera, será el medioambiente de la infancia de Chacel y tantas otras, y se perderá, como la hemos despedido todos, pero, además, se enfrentará a un cambio de sistema, una hecatombe política y económica que transformará la vida de todos (y sí, también esto me da que les suena).

No es Barrio de Maravillas una lectura sencilla, que se pueda llevar a cabo en momentos donde la falta de concentración nos esté afectando, pero, en caso de no poder afrontarla en su inmensidad, merece la pena degustar algún párrafo, aunque seas de forma individual, casi diría que abriendo sus páginas al azar. Si se topan con una de las descripciones que Chacel realiza a través de la luz, sí, de ese rayo de sol que nace cada día, de lo mundano y lo divino, serán muy afortunados.