Rajoy tardó solo unas horas en volver a ser Rajoy. Durante la campaña nos hizo creer a los españoles – por lo menos lo intentó – y a Bertín Osborne que había cambiado; ahora era más cercano y lo demostraba acudiendo a un porrón de entrevistas (a medida). Esta pasada noche fue el único de los aspirantes a gobernar que tras el recuento de votos no compareció ante los medios, o sea, ante “los españoles que son muy españoles y mucho españoles”…pero somos una mierda. Salió, eso sí, a hablar a los suyos desde el balcón de Génova en un ambiente frígido y con saltito tradicional “que bote el presidente” a petición de los fan-boys, y que hecho por este hombre parece la queja de la almorrana debido a su innato gracejo. De ahí en adelante cabe esperar lo de siempre, mentiras y patrañas de un señor de Marca y chupa puros. Desde 1989 no obtenían unos números tan malos, 123…responda otra vez.
Pedro Sánchez, del PSOE, compareció pero no admitió preguntas, que es una variante de esconderse tras un plasma y pueden convertirlo en símbolo del bipartidismo. No questions, please. No cuando se acaba de entrar en la era de los dos dígitos (90 diputados). El peor resultado de la historia del partido no es compatible con preguntas. Es curioso, no hacen más que perder diputados generales tras generales y ponen cara de salvar los muebles, ¡qué coño tendrán dentro!. Es posible que en las siguientes solo vayan a por el baúl de los recuerdos, según lo que hagan. De sus declaraciones tengo la sensación de que no tiene ganas de gobernar…por ahora.
Menos frígido parecía Pablo Iglesias y comparsa, los más eufóricos en una fiesta en la que nadie semejaba estar contento, los que mejor disimulaban su presumible decepción ante una remontada que esperaban les llevase a la segunda posición. Entre Podemos y tres híbridos autonómicos con prótesis de siglas entran a la nueva legislatura con un 69, que es el número tal para algo que se presenta jodido y con mucho cambio de posturas, imagino, que eso viene a ser el dialogar para alguien que no sea del PP. Hablan de partes meteorológicos y dicen, por ejemplo, que en Galicia las “mareas” están subiendo con mucha fuerza, será una señal de que el “clima” está cambiando. Veremos si las prótesis obedecen y si verdaderamente se puede.
Alberto Rivera hubiese preferido cambiar la “v” de victoria de su apellido por la “b” de Ribera y alcanzar eso, la orilla del poder como era su aspiración pero quedó tierra adentro, a un 4º de narices y 40 escaños que suenan a escoño de escoñarse por muy bonito que sea el discurso final modelo “partiendo de la nada” (hemos alcanzado poco, otra vez será). Le sobró una semana de campaña, la última fue un cagadero de tal tufo que escapaba la gente a la derecha de siempre, esa que venía alternando entre la vieja y la nueva (pero nada original). Tenía poluciones nocturnas soñando con el triunfo. Al percatarse de sus deposiciones y la cagada final cambió de estrofa y dice ahora que no apoyará un pacto de perdedores, o sea, la democracia consiste en mayoría absoluta y rodillo popular, del 2º al final están para adornarla. Si le valió el 4º (conviene ser hipócrita) no sé qué diría de haber conquistado el 2º. Naranjito se quedó en mandarina.
Este es el escenario de un gobierno que se presenta frágil en su constitución. Para formarlo el PP habla de su “tradicional cultura del diálogo” intentando que no suene a chiste. Imposible. La cultura tendrá que hacer culturismo… ir de la incubadora al gimnasio. El diccionario democrático de Rajoy es objeto de coleccionismo. Una exquisita miniatura. Contiene “un vaso es un vaso y un plato es un plato” y en la última edición le han incluido la entrada Diálogo: “Discusión o trato entre dos o más personas para llegar a un acuerdo siempre y cuando se haga lo que diga el PP y Don Rodillo”.
Mientras tanto el tiempo pasa y se acaba el recreo concedido por la Merkel, fin a los gritos en el patio y al juego de la gallinita ciega. En uno o dos días explotará la burbuja de cinismo y pasaremos del argumento “España se sale” a “mira cómo está la prima de riesgo” y demás repertorio de amenazas, “hay que imponer medidas dolorosas para volver a salirnos”. A ver cómo se lo endosan a la herencia socialista. Pues nada Mariano, dialoga, dale duro. Y no hablo de la fiesta de los puñales voladores que se puede peparar en Casa Pepe, a ver cuanto tarda Aznarín en lucir el suyo.