Sin duda que una de las situaciones más frustrantes y que más desgasta de la vida familiar es pelear con un hijo. Ya sea porque no hace lo que le pedí, porque desordenó o estropeó, porque me lleva la contraria… la cuestión es que el ambiente de pelea se extiende rápido por toda la casa y se contagia de unas personas a otras, hasta que todos estamos enfadados. Y ahí sí que parece imposible recuperar la capacidad para dialogar y convivir en paz.
Pero muchas de estas situaciones están motivadas por las actitudes de los adultos, que con nuestro estilo y ritmo vital, con las creencias que marcan nuestras decisiones y la manera de interpretar la realidad que percibimos, conseguimos transformar las intenciones de los niños en algo negativo y estresarnos por todo lo que no sale como esperamos y creer.
Quizá si echas un vistazo a estas dos propuestas entiendas algunas de las dificultades que tienes:
El reloj: el dichoso y maldito reloj, ese que nos hace creer (¿para qué seguir creyendo?) que el tiempo está dentro de él y que es él quien marca nuestra vida, que así está bien y así debe ser. El que va contra las necesidad de compartir con calma, de dialogar, de resolver los problemas yendo más allá de lo evidente. Resulta muy difícil que un niño escuche la prisa que tengo cuando a punto de salir por la puerta se acuerda de su oso favorito, el que necesita para sentirse vinculado a su casa, ese que le regaló el abuelo y que tanto le recuerda a él… y nos resulta muy difícil esperarlo, escuchar, acompañar, porque el reloj avisa de que en diez minutos llegaremos tarde al colegio o al trabajo o a la cita con ese cliente, con ese amigo. ¿Cuántas de las peleas tienen su origen en las prisas?
La mirada de adulto: las cosas tienen que estar ordenadas, limpias, hacerse con rapidez, siendo comprensivo, amable y generoso; cada cosa tiene su lugar y su uso y hay que preguntar antes de tocarla, porque si tiene dueño quizá éste no quiera que nadie se acerque. Y es de lógica que un niño pida perdón, dé las gracias, salude al llegar y despedirse, tenga su cuarto colocado y recoja las migas después de merendar. Así es como los adultos organizamos nuestro mundo y así es como nos gustaría que lo hicieran los niños, olvidando que son instinto, exploración y caos. ¿Cuántas de las peleas tienen su origen en reclamaciones porque el niño no se comportó como esperaba, porque le pido cosas para las que no está preparado?
Si te apetece descubrir pequeñas y grandes motivaciones que comienzan discusiones y las convierten en conflictos, si quieres aprender herramientas nuevas y recursos para poner en práctica YA, entonces el Taller del martes 30 de Junio te ayudará sin ninguna duda:
“¿Problemas o soluciones?: cambia tu estilo de gestión de conflitos”
Será el penúltimo de este curso y todo lo que te contaré serán estrategias que sirven y errores que es preferible no cometer. Todos los detalles, horario y contenido en este enlace. ¡Date prisa, las plazas se van llenando!
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