Y si les cuento además que se han vestido casi sin gritos. A La Primera de las tres cosas que se tiene que lavar cada mañana -dientes, manos y cara- sólo se le han olvidado dos. La Segunda se ha vestido en tiempo récord sin batirse en duelo con ninguna camiseta y a La Tercera sólo he tenido que peinarla tres veces. Gloria. Divina. Qué decirles de mi bebé de un añazo que ha desayunado sin rechistar y se ha dormido plácidamente tras cargarse unos de los mandos de la vitro. Total quién necesita cuatro fogones.
Se me han saltado las lágrimas de verme con la parte de arriba del pijama de el Marido -no digo nada y lo digo todo- deslizándome grácil al ritmo del escobón. Hasta tiempo me ha dado para tender las camisas de El Marido antes de que se quedaran putrefactas en el cesto. A puntito he estado de venirme ya muy arriba y cambiar las sábanas. Es que encima hace sol. Del bueno.
Para más inri acabo de unirme al #clubdeladieta y ya me veo más delgada. Pese al kilo de palomitas que me comí ayer para despedirme de los hidratos de carbono hasta que me despoje del lastre que me queda del embarazo de La Tercera. Dentro de un mes tenemos la boda del padrino de La Cuarta, un señor apuestísimo de dos metros cinco. Aunque el código de etiqueta no llega al grado de faena de las que le hacen a la rubia sí que implica que para un evento me tengo que poner de largo, para otro de corto con pamela, tocado o vaya usted a saber qué y por último de cocktail. Ahí es nada. Súmenle además que el día de la pamela llevaré a las cuatro niñas colgando del bolso montada en unos tacones de órdago. Para nota.
Ya saben que lo vintage está la última. Así que he decidido que acudiré al evento sin gastar ni un Euro de mi maltrecho bolsillo. Para eso me los gasté, y muchos, en la época aquella en que teníamos dos sueldos y una boda cada fin de semana. ¿No dicen que todo vuelve? Pues ya está volviendo la moda de principios del siglo XXI cuando no éramos más que unos pipiolos sin descendencia que se dejaban las caderas y algo más a la carrera entre la barra y la pista de baile. Así que tomen nota, dentro un mes tengo que caber en mis vestidos prematernidad. Porque a mí lo del el bello y la bestia no me va. Ni un pelo. Y no saben ustedes lo guapo que está el padre tigre con su esmoquin y su chaqué. El fashion victim de la familia es él y tiene un sastre en Hamburgo que le hace todo a la medida en un atelier industrial de esos que están tan de moda.
Bien pensado me temo que el egoblogger es él y yo la que le plancha los gayumbos.
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