Hace años le comentaba a un empresario al que considero muy inteligente que yo había contratado a una vendedora con mala suerte.
La mayoría de sus clientes resultaban problemáticos.
Su expresión cambió. Hasta entonces no sabía que una mirada podía hacerte sentir gilipollas. Esto es lo que me dijo:
Los vendedores locos atraen a clientes locos.
Los vendedores tontos atraen a tontos.
Los cobardes, a cobardes.
Los indecisos…
Los inseguros…
Entonces me di cuenta de que tenía otro vendedor que solo atraía a clientes lentos.
Y otro que solo a los pobres.
Ese último vendedor era yo.
Dream team. Éramos un imán de locos, cobardes y pobres.
Entiéndeme, la mayoría de empresas consieraría normales a mis clientes. Eso es así porque la mayoría de la gente no tiene ningún problema en tener conversaciones de horas, procesos de ventas de meses, responder a preguntas absurdas y calmar quejas constantemente.
Yo no. Yo soy un bicho raro. A mí me gusta el dinero y la libertad y llamo a las cosas por su nombre.
Este tipo tan inteligente me dijo algo más:
Uno es accidente, dos es casualidad, tres es patrón.
Con el tiempo me di cuenta de que la cosa es peor.
Existen vendedores… procesos de ventas… y mensajes…
Capaces de convertir en receloso al cliente con abundancia.
De hacer dudar al decidido.
De volver paranoico al cuerdo.
Te cuento cómo identificar si te está pasando, por tienes alta tolerancia a tragar excremento. Es cuando…
- Te preguntan tus clientes anteriores…
- Por dónde tienes las oficinas…
- Por cuántos empleados tienes…
- Te piden portfolio o ejemplos de proyectos…
Quizás te parezca normal, claro.
Quien esté dentro del newsletter recibirá una lección que le dejará pensativo.
Y le hará sentir bastante gilipollas.
Una lección que le hará darse cuenta de que por encima de cualquier cosa que pueda mejorar en su proceso de venta hay algo más importante.
Convertirse en un líder.
Alguien con autoridad a quien los demás no ponen a prueba.
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Acepto la política de privacidadLa entrada Si tus clientes dicen esto, lo estás haciendo mal. se publicó primero en Luis Monge Malo.