Si vas a matarlos, ‘Mátalos suavemente’…

Publicado el 23 septiembre 2012 por El Ninho Naranja @NinhoNaranja

‘Mátalos suavemente’ es una sátira económica, política y social. Eso, sin dejar de ser una película de asesinos a sueldo y un ejemplo de cine negro modernizado. Mafiosos en crisis, eso sí, aristas de un prisma que aleja al género de los clichés románticos de los Corleone o los jefes de casino en Las Vegas. La última película de Andrew Dominik nos lleva a los barrios devastados por el Katrina de Nueva Orleans, justo antes de las elecciones que auparon al cargo de presidente a Obama. Todo es sucio y poco glamuroso. Los delincuentes de poca monta, las casas desvencijadas, la mafia que ajusta los precios de los encargos en el último momento y la política, que suena de fondo, empequeñecida en aparatos de televisión que la hacen estar presente, aunque no sirva para nada.

Lo más importante de esta película no son los atracos y tiroteos (que los tiene), ni carreras atropellladas con la policía enarcando las cejas y las sirenas, en escenas de riesgo urbano. Lo importante aquí son los monólogos de un asesino a sueldo venido a menos (un estupendo James Gandolfini), los momentos de apatía profesional de un abogado cuyos clientes están a ambos lados de la ley (Richard Jenkins) o la anquilosada supervivencia del ratero de nivel medio (Ray Liotta). También lo es, la parsimonia del matón con alardes de consideración, su pereza existencial mitigada en un discurso corto, certero, hacia el final del metraje. Hasta ese momento, Brad Pitt sólo es una estatua con tupé. Un tipo que asiste impertérrito a los desvaríos de su amigo, a la chirriante hipocresía de sus “jefes”, a la blasfema inoperancia de los dirigentes que le llaman criminal…

Jackie Cogan es en esencia un desencantado. Un indignado en el lado malo de la ley. Malo? Según se mire. En esa ciudad reflejo del mal hacer gubernamental (como podría haber sido Detroit, o el pueblo de Pensylvania donde se localizaba ‘El Cazador’), con una miseria colectiva enaltecida por los designios del vil metal, incluso los mafiosos luchan por sobrevivir y el corrompido sistema no está al margen del problema.

Podría haber ahondado más en el asunto, de una manera más cáustica (otros lo intentaron antes, como Easton Ellis o Tom Wolfe) pero la novela de la que partimos, un estupendo trabajo narrativo de George V. Higgins en cuanto diálogos trepidantes, no va más allá en ese sentido y permite que ambas propuestas, la política y el hampa, se den la mano pero no se desdibujen.

El humor, juguetea con el cine negro. En algunos momentos nos acordaremos de ‘Bienvenidos a Collinwood’ y otros pensaremos que nos hemos colado en la última de Tarantino. Lo siento. La referencia es inevitable. Pero no condicionante. Acertado uso de la cámara en las peleas, en los tiroteos. Parecería que pierde impacto la escena, pero lo cierto es que contagia de ese ambiente gélido que rodea la trama y nos hace aún más partícipes del golpe, del estallido de cristales.