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Le conté la máxima que se enseñaba en las Academias militares en la España del XIX: si das un golpe de Estado, que sea para ganarlo porque si no lo ganas, que sepas que el precio de la apuesta es el paredón.
Si intentas corregir a tu jefe en una determinada política, tienes muchas probabilidades de que él lo viva como un intento de golpe de Estado, y más si no tiene demasiada seguridad en lo que le ha llevado a ocupar el puesto. Los jefes inseguros tienden a ser suspicaces. Y si te ve como un peligro para su estabilidad, acabará contigo. Injustamente. Innecesariamente. Pero eso para el solo es un daño moral. Para ti, es terminar en la calle.
Consecuencia: si haces algo que puede ser entendido como “Golpe de Estado”, procura que lo sea. Al menos, igual subes. Es que de la otra forma, casi, casi seguro, igual mueres.