Si yo fuera

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Ojalá fuese capitán de navío y navegar hasta donde nace el arcoiris; montañero en el Himalaya, fotógrafo con cámara de las de antes. Ojalá mecánico con las manos llenas de grasa y arreglar algo, devolverle la vida, recuperar el sonido de un motor. Quisiera ser carpintero ebanista, y cepillar y lijar una y otra vez trozos de barbusano, de tea, de caoba o de riga buena y vieja (Los barrotes del balcón de mi casa fueron un día un puente en Madison y traían corazones tallados a navaja y nombres de chicas que a lo peor ya han muerto. Un carpintero les dio otra vida en una calle de La Orotava, a fuerza de formón y buril).

Si yo fuera algo querría ser piloto de dirigible, o inflador de globos aerostáticos. Buzo de los de escafandra y plomos en los pies, con un martillo colgado del cinto y un gorro de lana roja debajo del casco. Y cuando me lo quitaran, entre dos o tres ayudantes, fumarme un cigarrillo mientras me llega el olor a maresía profunda que la lona del traje submarino desprende. 

Yo quisiera ser mercader en Venecia; vendedor en el río Mekong, y cambiar verduras por pollos y mimbres por botellines de cerveza muy fríos, y bebérmelos luego al murmullo del barco cuando regresara a una casa sin puertas ni ventanas.

A veces añoro ser no más que un paseante en New York o en Seattle, con las manos en  los bolsillos y la mirada oculta tras unas gafas negras, y unas botas de punta con una carabela en la espuela. Y motorista en la 66, y vendedor de perritos calientes, y explorador en Centennial, y trampero, y me gustaría ser indio en la reserva, o astronauta en Cabo Cañaveral para decir, entre los ruidos de la radio, Houston tenemos un problema.

Luego cierro el libro y me vengo a trabajar.