No juego a la lotería; pero al igual que los jugadores compulsivos pienso en asegurarme un cálido y confortable futuro; un futuro sin carencias, sin agobios monetarios, sin necesidades acuciantes... Sueño con un vector de futuro de altos valores en los ejes de salud, dinero y amor.
Fantaseo con inventar un producto de amplia demanda que me proporcione regalías de por vida. Me quedo embobado pensando en cómo sería el diseño de un novedoso crecepelos, o un cepillo dental antibacterias, o un popular hidrolimpiador dental... Sueño con inventar una pila de combustible de gran capacidad que acabe con los problemas del rápido agotamiento de la batería en móviles y automóviles eléctricos.
A veces me inclino por la química o la biología y me imagino desentrañando el complejo ADN de raros organismos para descubrir el secreto de curar enfermedades, o producir alimentos en masa, o mejorar la síntesis de sustancias necesarias. Todos esos descubrimientos cuyos royaltys me solucionen la vida hasta que me llegue la hora (descubrir cómo hacer para que esta no llegue nunca ya sería el clímax y la cornucopia de la riqueza... y quizá también de la tristeza).
Otras veces me da por imaginar que poseo un don maravilloso: quizás la extrema sensibilidad del zahorí para detectar corrientes de agua, acaso la clarividencia de un visionario, puede la persuasión de un mesías... Algo que permita que mucha gente aporte su óbolo para formar así una gran fortuna.
También pienso en forjar un imperio económico con inversiones inteligentes: comprar parajes vírgenes que se acabarán revalorizando en un próximo futuro, acaparar terrenos ricos en agua que es bien ya escaso y que lo será más en pocos años...
En alguna ocasión se me ocurrió estudiar programación y desarrollar un software revolucionario, o doctorarme de "hacker" y forrarme a costa de las claves bancarias y los depósitos guardados con llaves digitales...
... Y, como soy muy cabezota, pudiera ser que -con algo de suerte y mucho trabajo- alcanzara por alguno de estos caminos el éxito. Pero después me pregunto ¿para qué? y ¿realmente merecería la pena? Porque detrás de mí, dejaría la vida consumida, quemada en la hoguera del éxito. ese sería el precio. Y solo otra vida podría pagarlo.