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Lo siento mucho, hoy en día la ciencia de la felicidad lo tiene claro: el dinero no da la felicidad. ¡Cuidado! Estoy hablando de tener mucho dinero. Es necesario tener cubiertas las necesidades esenciales, por ejemplo sino tenemos un techo para vivir o comida que llevarnos a la boca es muy probable que el dinero nos haga más felices. Los estudios nos indican que con un nivel económico suficiente para cubrir las necesidades básicas, la relación entre riqueza y felicidad no está nada clara y, en todo caso, es muy poco significativa, muy poco importante. En este sentido, Carmelo Vázquez nos recuerda un estudio de la revista Forbes en 1985 en el que se encontró que las personas más ricas del mundo eran en realidad sólo ligeramente más felices que la media de los americanos. Por otra parte, Sonja Lyubomirsky, en su fundamental libro “La ciencia de la felicidad”, nos recuerda como las personas muy ricas tienen mucho más que la persona media, pero la investigación demuestra que no son mucho más felices. Pero sobre todo Lyubomirsky nos advierte de los costes y peligros del materialismo. En 1976 unos investigadores analizaron la actitud de 12.000 estudiantes de universidad cuando tenían 18 años y transcurridos 20 años midieron la satisfacción en la vida de aquellos mismos universitarios. Pues bien, aquellos cuyas actitudes mostraban como objetivo fundamental ganar dinero estaban menos satisfechos con su vida que el resto. Además Cohen y Cohen en 1996, por ejemplo, comprobaron que las personas materialialistas tienen más probabilidad de sufrir una variedad de trastornos mentales que los no lo son.De esta manera tenemos por un lado que la riqueza no es importante para la felicidad y por otro que las personas preocupadas por ser ricas son menos felices. Parece claro que es un error poner el dinero como la salvación a nuestras desdichas e infelicidad o que nuestros sueños estén guiados por un objetivo, ser ricos.