Aunque a la mayoría de sus compañeras de clase les entusiasma la perspectiva de recibir obsequios de sus novios el 14 de este mes, Dlamini, que es VIH positiva, no cree que le hagan ninguno.
Ella se resiste a ser parte de una relación por las complicaciones que su condición le acarrearía. Pero esta estudiante de la escuela secundaria admite que no es inmune al amor. De hecho, se siente atraída por un chico que va con ella a la iglesia.
Cuando habla de él sus ojos emiten un destello especial. Él le declaró su amor, pero a ella, la sola idea de tener que revelarle que tiene VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida) le impide decirle que también lo quiere.
"Me preocupa que él pueda avergonzarme contándole a todo el mundo sobre mi condición", dice Dlamini.
"Pienso que es justo contarle esto a tu novio, pero no estoy segura de cómo se lo tomará. Cada vez que se me declara le digo que no puedo ir a la escuela y tener novio al mismo tiempo", relata, admitiendo que ésa no es la verdadera razón, dado que la mayoría de las muchachas de su edad ya experimentaron su primer beso.
El Consejo de Respuesta Nacional de Emergencia sobre el VIH/Sida estima que 15.000 niños de Swazilandia viven con VIH/sida, y que la mayoría de ellos nacieron con el virus.
Los controles prenatales en las clínicas del país muestran un aumento en la prevalencia del VIH entre las mujeres embarazadas, de 39,2 por ciento en 2006 a 42 por ciento en 2008.
Las amigas de Dlamini en la escuela tampoco conocen su situación, porque ella teme al estigma y la discriminación, que son moneda corriente en Swazilandia. Este país africano tiene la mayor proporción mundial de infecciones: casi 26 por ciento de la población de entre 15 y 49 años es VIH-positiva.
Dlamini supo que tenía el virus solamente seis años después del fallecimiento de su padre, que era VIH-positivo.
"Siempre había sido una niña enfermiza y mi madre me llevaba a curanderos tradicionales, pero yo no mejoraba. Tuve un sarpullido en todo el cuerpo y esto afectó mi desempeño en la escuela, porque faltaba la mayor parte del tiempo", relata.
Su padre minero murió en 2001. Pero su madre creía que el fallecimiento de su esposo y la enfermedad de su hija eran consecuencia de la brujería.
La madre de Dlamini continuó llevándola a curanderos tradicionales hasta que sus familiares le aconsejaron que buscara ayuda médica.
En 2007, madre e hija fueron remitidas a la Fundación para los Niños del Baylor College of Medicine de Swazilandia (BCMCFS, por sus siglas en inglés), a fin de recibir asesoramiento y realizarse análisis de VIH.
A Dlamini el resultado le dio positivo. Y a su madre, vendedora de alimentos en el mercado de Mbabane, también.
"Cuando el médico me dijo que estaba infectada con VIH, lloré y le pregunté a mi madre dónde me había contagiado. Entonces me respondió que yo había nacido con el virus", dice Dlamini.
En ese momento ella tenía apenas 13 años y fue sometida a una terapia antirretroviral inmediatamente. Gracias al asesoramiento psicológico que recibió y a que se integró al Club de Adolescentes la BCMCFS (donde todavía se trata gratuitamente), Dlamini pudo aceptar que "vivir con VIH no es una sentencia de muerte".
Oficialmente inaugurada en 2006, la BCMCFS brinda un refugio seguro para niños y adultos jóvenes que viven con VIH. Actualmente, 1.500 niños son parte de la Fundación, donde se les brinda orientación psicológica, se les practican análisis y se les inicia en el tratamiento, además de incluirlos en un grupo de apoyo.
Al darse cuenta de que ya había crecido toda una generación de niños nacidos con VIH, la BCMCFS creó el Club de Adolescentes.
Lo integran unos 200 adolescentes de todo el país, que asisten a dos sedes en las capitales comercial y administrativa del territorio nacional. Todavía están por fundarse dos más en otras regiones.
"Cuanto antes se logra que los niños comprendan su condición, mejor afrontan el VIH/sida", señala el médico Hailu Sarero, director de la BCMCFS.
Pero tratar a estos niños es un gran desafío para la Fundación, porque la mayoría de ellos son huérfanos, a veces de los dos padres. El abordaje de su situación incluye aspectos como la inseguridad alimentaria y el trato con familiares abusivos, según Sarero.
"Estos no son temas fáciles, por lo que trabajamos en asociación con otras organizaciones", agrega.
En la vida de Dlamini, la organización marca una gran diferencia. Una vez al mes se reúne en el centro con otros adolescentes que viven con VIH, para hablar de sus preocupaciones.
El club aborda varios temas. Entre ellos, cómo se administran correctamente los medicamentos antirretrovirales, características de la patología del virus y cómo se transmite, cómo revelar la situación a amigos y otros pares, nutrición y VIH, y cómo no perder de vista los sueños personales.
"En el Club de Adolescentes tengo un amigo en quien puedo confiar, especialmente sobre temas relativos al VIH/sida", dice Dlamini.
Ser parte del Club también la ha ayudado a ganar confianza, y ya no es tímida con los demás. Aunque no está lista para tener citas, dice que ahora se relaciona mucho mejor que antes con el sexo opuesto.
"Interactuar con muchos muchachos en mi situación en el Club me ha hecho dar cuenta de que no estoy sola", señala.
Según Douglas Blank, coordinador del Club de Adolescentes, los niños VIH-positivos tienen que afrontar problemas intensos a una edad muy temprana, lo que supone una importante presión emocional para ellos.
"El Club de Adolescentes ofrece un entorno libre de estigmas que los ayuda a hacer frente a la situación", explica Blank.
Todos los adolescentes tienen que lidiar con cambios físicos y emocionales, pero además las demandas de la cultura, el género, la globalización y la pobreza han hecho que millones de ellos tengan que asumir responsabilidades de adultos.
"Estos desafíos son aún más complejos para los adolescentes que viven con VIH/sida", dice Blank.
La mayoría de los miembros del Club no parecen de la edad que tienen, porque su crecimiento se ha visto estancado. La desnutrición es un problema serio entre los niños VIH-positivos, porque, según Blank, el cuerpo requiere una mayor cantidad de energía para combatir las constantes enfermedades que son comunes entre quienes tienen el virus.
"De hecho, la mayoría de estos niños no han alcanzado la pubertad a causa del VIH/sida", plantea.
Pero Dlamini va rumbo a ella. Participó en un reciente campamento de fin de semana del Club donde se realizaron debates sobre el desarrollo de los adolescentes.
"Luego de esta experiencia, me di cuenta de que soy como cualquier otra chica, y que pasaré por todas las etapas que viven todas. Eso incluye las citas", dice con una sonrisa traviesa.
* El nombre fue cambiado para proteger su identidad.
Por Mantoe Phakathi
FotoJabulile Dlamini quiere ser enfermera.Crédito: Mantoe Phakathi/IPS
Fuente: IPS