Se encuentra ubicada en el camino de oyarbide, en pleno monte. De hecho, la subida (y posterior bajada) es muy empinada por lo que recomendamos ir en coche (si tenéis la suerte de que alguno no beba), o en autobús. En temporada de sidrería, pasa algún autobús entre semana.
El local es la parte de abajo de un caserío distribuido en tres salas. En cada una de ellas hay varias kupelas y varias mesas. La sala de la izquierda es la más grande y ruidosa, y la que tiene más kupelas. Algunas están junto a las mesas pero están cerradas, así que imagino que según avance la temporada irán moviendo las mesas para ir abriendo otras.
Lo más destacable es, sin duda, la sidra. Es probablemente de las mejores. Entre alguna kupela y otra hay cierta diferencia de acidez, pero todas están llamativamente buenas. En cuánto a los platos, el menú de siempre: tortilla de bacalao, bacalao frito, txuleta y queso con membrillo y nueces. La tortilla estaba buenísima, el bacalao también, aunque las raciones un poco pequeñas. Eso sí, la txuleta no te dejará con hambre. La preparan fuera en una parrilla. El precio, el habitual de 30 euros.
La decoración es muy sencilla. Paredes blancas, suelos verdes, algunos cuadros temáticos de sidra arriba, y las kupelas. El servicio fue un poco lento, pero es cierto que estaba a tope. El dueño, Sebastián, es toda una institución. A pesar de no ser una de las sidrerías más conocidas, van muchas cuadrillas. Desde luego, es un buen sitio para disfrutar con amigos.
Ésta es su puntuación:
Comida: 8,5Servicio: 7Decoración: 6,5Calidad/Precio:8