Siempre a la derecha

Por Mª Luisa López Cortiñas


Siempre a la derecha

Decía Naomi Kleim algo así como que el capitalismo se ha desmelenado tanto que no necesita clientes (el único inconveniente de los libros biblioteca es que uno se queda sin citas), yo añadiría que no necesita clientes porque ha conseguido tener súbditos kamikazes, vasallos que lo aúpan aunque en el fondo saben que tendrán que hacerse un harakiri al más puro estilo Mishima.En aquel reino capitalista, en el que lo de todos lo hicieron sólo de unos pocos, consiguieron cosas tan increíbles que en ninguna galaxia en la que imperase el sentido común se podrían creer. Si la filosofía es la madre muerta de todos los saberes, la publicidad actual es su otro yo, del no sirve para nada al sirve absolutamente para todo. Así es como la desgracia vende lotería, un cantante perfume, una historia calcetines, los bajos precios comida, el polvo soñado desodorantes, la emigración fiambres, los políticos humo y así hasta el infinito y más allá.Lo que hasta hace unos meses no me había pasado por la imaginación es que un ideario político simple y salomónico pudiera vender coches, o vendiendo coches nos vendieran todo un imaginario, un todo en uno, una versión ultramoderna del clásico “ya te lo dije” de mamá por el “siempre a la derecha” de papá. Sí, me refiero a ese anuncio Guadiana de coches, que no soy capaz de localizar por internet, que comienza por un niño aprendiendo a nadar. ¿Alguien se acuerda de lo difícil que es ir recto con esa tabla diabólica cuando uno se inicia en el dulce juego del agua? ¿o esa primera bici judaica que a pesar de los ruedines iba siempre por donde no debía? ¿o esa carrera de sacos en la que no hacías nada más que torcerte? Pues sí, ese anuncio que recuerda a los infantes que siempre deben ir por la derecha, porque ir a la diestra del señor es el caminito que tenemos que seguir para no ser pastoreados por los antidisturbios cuando uno visita la capital para pedir “pan, trabajo y techo”, porque a la diestra es donde está el camino correcto, y cuando papi se desvía del hilillo hay que recordarle eso de que “siempre a la derecha papá” para que diga que "somos su chico".El sueño de un bomber de dieciocho años era el carnet y un coche, aunque fuera de vigésima mano, los niños de hoy sueñan con artilugios tecnológicos que les alejen de eso tan peligroso para el hombre moderno llamado aburrimiento, ese hermano bastardo del “siempre tengo que estar haciendo algo”. ¡Hay que ver la manía que nos ha entrado a todos por no estarnos quietos!La publicidad actual ya no necesita guardar sus secretos bajo siete llaves, no esconde sus intenciones, que como las del poeta, nunca son buenas. Y no, no quieren vender un coche a papá, quieren vender un coche al embrión de hombre, al niño que comienza a dar sus primeros mordiscos por la vida, al niño que aprenderá inglés para que después le digan que cómo no sabe chino, al niño al que enseñaran a emprender para ocultarle que las cartas, que se reparten siempre comenzando por la derecha, estaban marcadas.Realmente, no sé si el anuncio me quiere vender un coche o una papeleta, pero si hoy fuera un niño, sin dudarlo, diría que me quiero comprar ese coche porque papá se sentiría con ello muy orgulloso de mí, lo dicen en su web los de seat. Sí, los hombres modernos siempre estamos orgullosos de las cosas más raras y peregrinas. Sin complejos.He de confesar que la publicidad me gusta, la buena, la mala y la regular que diría una Gilmore, con el tiempo he aprendido que dice más de nosotros como tribu que cualquier tratado de sociología.Por cierto, los niños venden muchos coches, todos saben que para una familia moderna, sin tiempo para respirar, es fácil replegarse a los deseos de un mocoso aunque éste no levante tres palmos del suelo. ® Mª Luisa López Cortiñas