Hablar sobre la vida misma, y sus inexplicables caminos, es tarea ardua y muy frustrante, más aun en el cine. No es de extrañar que sea uno de los temas más abordados, y lamentablemente peor desarrollados, al momento de filmar y tratar de capturar lo más esencial de la vida humana, demasiada efímera, a mi parecer, cómo para detenerse en argumentos banales o irrelevantes que no llevan a ningún lado diferente, salvo el mismo : la inevitable muerte. La ultima parada de autobús que debemos hacer para finalizar lo que empezamos al nacer. Nada más. Eso es la vida, en esencia cruel y menos romántica de lo que el cine nos la ha hecho ver. O quizás si nos la muestra así, pero la adorna con ese sentimiento tan puramente humano, y por ende irracional e ilógico, cómo lo es el amor.
El amor pareciese mover todo a nuestro alrededor y al parecer, perdonadme si me equivoco, es lo único que vale la pena en nuestra trayectoria por la vida. La fugacidad de los recuerdos que viviste al lado de tus amigos, de tu primer amor, de tu familia, y muchas cosas más, quedarían vacíos y sin alma alguna, de no ser por el amor. No es de extrañar que desde que el hombre existe, siempre trata de comprender lo que ese sentimiento significa. Ha escrito historias, canciones, películas sobre ello, e inclusive lo ha vivido. Por eso tampoco me sorprende que las películas románticas, las de verdad, no las tonterías que nos llegan cada semana a las carteleras, pretendan emocionarnos y robarnos el corazón, eso siempre y cuando, seas un romántico empedernido.
Siempre el mismo día, o cómo su titulo en ingles refiero One day, esta basada en la novela escrita por David Nicholls, del mismo nombre, y que nos presenta la historia de dos simples personas, cómo tu o yo, llamados Emma y Dexter, esto, durante un lapso de tiempo de alrededor de veinte años, desde 1988 hasta el presente, que vendría siendo el año 2008. Por obvios motivos la adaptación fílmica, a manos de la estupenda Lone Scherfig, responsable ni más ni menos que de esa joya inglesa llamada An Education, en el 2009, traslada la historia hasta el 2011, algo que no afecta en nada a la trama, se los aseguro. Para los roles protagónicos se recurrió a actores generacionales, cómo Anne Hathaway, para dar vida a Emma, y a la joven estrella, un buen actor en lo particular, Jim Sturgess para ponerse en la piel de Dexter. Con estos elementos, y con Nicholls al frente del guión, la cosa parecía pintar muy bien.
Entonces, ¿que fallo aquí? Creo al visionar la película completa la conclusión pudiera llegar a ser la misma: emotividad. Scherfig se olvido que no es lo mismo una obra puramente literaria, sin restricción de tiempo, a una fílmica, donde el tiempo es importantísimo. El hecho de contarnos, a nosotros espectadores, la relación de amor-amistad entre un par de individuos a través de veinte años es algo complicado y muy difícil de hacer, pues para ello en primera instancia los personajes deben de simpatizarnos o al menos identificarnos. Algo que afortunadamente aquí se logra, en ello no tengo queja alguna, pero si la tengo en el tratamiento narrativo de esos veinte años.
Pareciera que por momentos, durante ese transcurso de tiempo, algunas cosas quedan inconclusas, cómo la relación de Dexter con sus padres, destacando la figura materna, muy importante al principio, pero desechable al final. Las historias de ambos protagonistas, sumergidos en la más absoluta tristeza, por no alcanzar lo que soñaron de jóvenes, son en parte bien tratadas, aunque después pierden el hilo y el interés. ¿Y porque recalco esto? Pues porque son piezas fundamentales para la formación y estructura de personajes, cada mínimo e insignificante detalle forma parte esencial del personaje, mismo que al igual que la vida misma debe sufrir buenos y malos momentos durante tu trayectoria final.
Para cuando nos llega el clímax final, que no les contara para no arruinarles la sorpresa, pareciera que todo paso muy rápido y ni nos dimos cuenta de la importancia de una relación de dos décadas. No hay emoción alguna, solo incredulidad al ver ante tus ojos algo que tenía un potencial increíble, pero que fue desaprovechado. La escena final, que curiosamente forma parte del pasado, una idea muy romántica por cierto, logra hacer lo que todo lo demás no pudo: emocionarnos y entristecernos a la vez, recordándonos lo rápida que es la vida, sin piedad ni romanticismos, cruel. Solo estaremos aquí por un lapso de tiempo, quizás solo un día o quizás veinte días iguales, cómo nos sugiere Nicholls, siendo cada día, un año diferente, pero en esencia el mismo.
Finalmente sobre si les recomendaría esta película creo que mi decisión es acertada, y es que si. Pese a no lograr su objetivo principal y fallar en varios aspectos, todos narrativos, al menos lograra entretenerlos y a los más románticos, conozco varios, les sacara unas lagrimas y una que otra risa. Para verla en pareja, de hecho. No es ni la mejor ni la peor historia romántica, pero al menos vale la pena analizarla y tratar de comprenderla.
Calificación: ★★½☆☆