Parece el título de una canción. Eso pensaba cuando hace un par de semanas ojeaba la cartelera veraniega. (No quiero ni pensar en la posibilidad de cierre de los Multicines Norte, con salas infames, pero la única alternativa a lo más taquillero. La inminente subida del IVA y el descenso de espectadores; uf!).Pensaba verla ese domingo, pero finalmente no fui. Y casi de inmediato, Troyana le dedica una entrada entusiasta. Siete días después, allá me fui corriendo, antes de que la retiren, porque ya se sabe, no permanecen mucho tiempo.
Elizabeth y Sigve se trasladan a su nuevo hogar. Ella no parece entusiasmada con la idea de vivir tan aislados. Los recibe el matrimonio de vecinos, Kaja y Eirik. Esa primera noche cenan juntos. Desde el principio observamos grandes diferencias entre las dos parejas. La primera, de ciudad, buen nivel cultural y económico, y con un niño de raza negra (suponemos que adoptado). Ella marcando distancias, él mucho más cercano. La segunda, más rural, ella entusiasta y a veces infantil, él evasivo. También con un niño de edad semejante al recién llegado.
El personaje central es Kaja. Siente verdadera admiración por Elizabeth. Representa un modelo de mujer con el que sueña, por su belleza, su estilo, su profesión, su trayectoria. Ante todo, quiere ser su amiga, siempre con una sonrisa y buena disposición.
Poco a poco vamos penetrando en la intimidad de los cuatro, conociendo sus vidas, sus problemas y deseos. Ambos matrimonios verán tambalearse esa aparente estabilidad sentimental.
Me ha gustado mucho. Kaja me parece un personaje redondo. La vemos pasar del conformismo a la acción. Ella necesita esa mano que la ayuda a salir y dar pequeños pasos. Necesita que le digan que es guapa, que canta bien. Necesita enfrentarse a sus miedos e interrogantes. En su casa nadie la tiene en cuenta. El marido, bastante parco en palabras, forma un buen equipo con su hijo. ¿No siente ya nada por ella? Se ha encerrado en un castillo inexpugnable donde se siente protegida.
Kaja provocará una intensa reacción en cadena. El sexo se volverá pasional. Roza la felicidad con la punta de los dedos, pero sabe que se mueve sobre arenas movedizas.
Salen a la luz secretos, insatisfacción, recriminaciones, infidelidades, envidia, desprecio, soledad, tiranía de lo rutinario, y seguridad de lo cotidiano, aunque sea sobre la base del autoengaño.
Eso en cuanto a los adultos, ¿y los más pequeños? El silencioso y tímido frente al avasallador. Juegos que ninguno de los progenitores parece vigilar y que reflejan actitudes peligrosas.
Mis escenas favoritas: Kaja con sus postales navideñas y saltando medio desnuda sobre la nieve; Elizabeth se derrumba en un abrazo; Sigve dentro del coche, Eirik retirando las etiquetas de la carne o jugando con su hijo.
No aporta una perspectiva innovadora, todo esto ya lo hemos visto en el cine; pero lo hace con convicción. Nos sentimos parte de la vida de los protagonistas. Guión ágil, buenos actores y un paisaje cubierto de nieve para refrescar este mes de agosto. Curiosos y originales temas musicales, a medio camino entre lo religioso-espiritual y la fina ironía. Espléndido debut de la realizadora. Con un poco de suerte podremos ver también su siguiente trabajo de 2011.TÍTULO ORIGINAL Sykt Lykkelig. DIRECTORAAnne Sewitsky. GUIÓN Ragnhild Tronvoll. MÚSICA Stein Berge Svendsen. FOTOGRAFÍA Anna Myking. REPARTO Agnes Kittelsen,Henrik Rafaelsen,Maibritt Saerens,Joachim RafaelsenNoruega 2010, 88 min. Premios: Festival de Sundance y Sevilla.