Siempre hay un rayo de esperanza

Publicado el 26 septiembre 2017 por Carlosgu82

Siempre hay un rayo de esperanza

Esta historia bien podría ser la de cualquier persona tratando de escapar de su país; podría ser un alemán saliendo de su ciudad durante el reinado del mal que sesgo miles de vidas, la de un español saliendo de su tierra durante la guerra civil, denunciado por su propio hermano….., y digo cualquier persona, porque el abominable monstruo de la guerra no entiende de razones, siempre amparada bajo el estandarte de las diferencias políticas, religiosas o de cualquier otro tipo.

San Andrew, Escocia

-¡Mama!, ¡no encuentro mis zapatillas!.

-Will, están donde las dejaste anoche, al lado de la escalera, date prisa tus abuelos llegaran en cualquier momento.

Amir estaba terminando de preparar la mesa, era el día de San Andrés, patrón de Escocia. Ese año habían decidido preparar la comida en su casa, junto a su marido Ben y su hijo Will. No es que sus suegros fuesen demasiado amables con ella, pero su marido los adoraba y ella con tal de verle feliz hacia cualquier cosa.

De fondo en la televisión seguían dando las noticias, “El número de personas que deciden regresar a su país de origen, Siria, sigue creciendo después de que el conflicto haya terminado. Se cumplieron ayer cinco años del fin de una de la mayores guerras que hemos conocido.”

En ese momento Will entraba en el salón,-Pues eso es lo que tienen que hacer, volver a su país, aquí ya somos suficientes.

Los ojos de Amir y su marido se encontraron por un momento. La pena quedo reflejada en los ojos de Amir y la furia se instaló en los de Ben.

Ben se acercó a su hijo y cogiéndole del brazo le dijo:

-¡Escúchame bien!, nunca, nunca jamás vuelvas a decir eso, ¿me has entendido?, nunca en esta casa vuelvas a hacer un comentario de ese tipo.

El marido de Amir, salió al jardín cerrando la puerta tras de sí. Amir se acercó a su hijo, tocándole en la cara.

-¿Pero qué le pasa?, ¿Se ha vuelto loco?, lo único que he dicho es que si pueden volver a su país es mejor para todos que lo hagan.

-Hijo, no entiendes las palabras de tu padre, porque hay tantas cosas que no sabes, si supieses de tus orígenes, no pensarías así.

Amir fue hasta el sofá, invitando a Will a que se sentase a su lado

-Ven, hijo, siéntate aquí, te contare una historia.

 Homs, Marzo de 1981

Reinaba un ambiente festivo en casa de los Al Fassad, su hija pequeña, Shamira, se iba a desposar esa misma mañana con Omar El Abdawi después de un noviazgo corto y de que los padres de la prometida hubiesen reunido una generosa dote.

Todo estaba preparado para este día tan esperado, la comida estaba dispuesta en grandes bandejas junto a los dulces que llenaban el ambiente de un olor indescriptible a especies.

La madre de Shamira entro en la habitación para animar a las allí congregadas a que terminasen de arreglar a la novia.

-Vamos, vamos cotorras, terminad ya con mi niña, después de todo, no necesita tanto arreglo, ella es hermosa por naturaleza.-Dijo la madre de Shamira dirigiéndose al grupo de mujeres.-Hija mía, ¿Estas contenta?.

-Si madre, estoy asustada, por el cambio que supondrá en mi vida, pero contenta de honrar a mi familia.

Así, entre gestos de cariño, la novia fue llevada por las mujeres al lugar en el que esperaba Omar junto a su familia y donde se celebraría la ceremonia.

Cuando Omar vio aparecer a la que era su futura esposa quedo prendado de la belleza que desprendía a su paso, y aunque el suyo había sido un matrimonio concertado, no le cabía la menor duda de que a juzgar por como ella lo miraba y las sensaciones que él tenía, el suyo sería un matrimonio feliz.

Pasados los festejos por el enlace Shamira se mudó a vivir con el que ya era su marido y sus suegros, tal como mandaba la tradición,  paso a ser dueña de su casa, siempre vigilada por la mirada de su suegra que era una mujer controladora  y  acostumbrada a que todo el mundo hiciese su voluntad, a esto se sumaba que Shamira provenía de una familia humilde, al contrario que Omar que era de una gran familia de comerciantes conocida en cada rincón de Siria.

-Omar, tu madre es como mi sombra, no me deja sentirme bien en la que se supone que es mi casa, además, si no quedo encinta pronto, temo que te llene la cabeza de ideas que te hagan odiarme.

Omar miraba el gesto apesadumbrado de la mujer de la que estaba profundamente enamorado, él ansiaba tanto tener un hijo, pero no quería presionarla.

-No te preocupes, mi vida, hablare con ella, respecto a los hijos sé que Ala nos colmará con un gran familia.

Pero los años pasaban, y el deseo de tener un gran número de hijos iba quedando atrás, hasta que el milagro que esperaban y por el que tanto habían rezado se hizo realidad y después de nueve años de matrimonio Shamira dio a luz a una preciosa niña a la que llamarón Amir.

Amir era una niña tan deseada que creció entre algodones, cuidada por sus padres y su familia como un regalo caído del cielo. Poseía una gran inteligencia que pronto empezó a quedar demostrada gracias a las calificaciones que recibía. No es de extrañar que su padre, a pesar de los grupos más radicales que hacían que la vida en Homs no fuese todo lo tranquila que esperaba, dejase a su hija acudir a la universidad para estudiar medicina, algo que no estaba muy bien visto, ya que algunos pensaban que la mujer estaba concebida para servir a su marido y estar al cuidado de su casa y sus hijos.

La sola idea de que le buscasen un marido y la obligasen a casarse espantaba a Amir, que no quería ni oír hablar de bodas ni casamientos.

-Hija mía,-le decía su madre-, deberías poner más interés en encontrar un marido, tu profesión está muy bien, pero tampoco está mal el hecho de formar una familia.

-¿Papa la estas escuchando?, por favor, no quiero ni oír hablar del tema, -decía Amir-, mientras alzaba las manos como si quisiera desterrar semejantes pensamientos.-Solo tengo veinticuatro años, acabo de terminar la universidad, todavía debo elegir mi especialidad, no pienso tirar todo mi trabajo y esfuerzo a la basura.

Su padre contesto, -Por favor, por favor, ¿podéis dejar la perorata un momento?, estoy intentando escuchar que dicen en las noticias.

-¿Papa por qué siempre estás tan pendiente de la televisión?, solo dan malas noticias.

-Amir aunque a ti no te lo parezca, lo que ha pasado en Túnez y lo que ha pasado en Egipto va a traer consecuencias también para nosotros, el gobierno de Bashar Al Assad es muy débil y tiene muchos grupos opositores, no digo con esto que este a favor, pero cualquiera aprovechara estos levantamientos para que aquí ocurra lo mismo.

Su padre se refería lo que todo el mundo conocía ya como ¨La primavera árabe¨, numerosos países, como Túnez, Egipto, Argelia o la propia Siria que se unían contra gobiernos que llevaban en el poder demasiado tiempo.

La verdad, a Amir nunca le había preocupado demasiado la política, pero no podía negar que últimamente la universidad estaba plagada de panfletos de grupos radicales opositores de dicho gobierno que alentaban a los jóvenes a que se uniesen a la lucha contra lo que ellos llamaban un gobierno que qué destruía religión y cultura árabe.

Amir era partidaria de conservar cultura y religión de su país, pero siempre unido a los cambios. El mundo progresaba, sin embargo su país quería anclarse en el pasado. Su sueño era terminar su especialidad en cardiología y emigrar a alguno de los países europeos donde pudiese desarrollar su carrera, todo esto solo eran sueños que se veían obstaculizados porque no quería dejar a su familia.

Amir intento quitarle hierro al asunto, -papa, no te preocupes tanto, ya sabes cómo ha funcionado todo siempre, hay conflictos, hay gente que está en contra del gobierno, tampoco pasaría nada si intentasen que hubiese un cambio para mejor, ¿no?, ahora me tengo que marchar, he quedado con Shaila para ir a clase y no quiero llegar tarde, nos vemos para cenar.

-Adiós hija, que tengas un buen día, contesto su madre.

Cuando Amir se hubo marchado, sus padres continuaron sentados terminando el desayuno, comentando las noticias.

-Omar, Amir tiene razón, le das demasiada importancia, es verdad que siempre han existido conflictos, ya lo sabemos, también sabemos que eso no va a cambiar y debemos aprender a convivir con ello.

-Ojala tengáis razón las dos, que todo esto se quede simplemente en altercados aislados y no tengamos que lamentar nada más.

Pero desgraciadamente las cosas no hacían más que empeorar, cada vez había más manifestaciones, más protestas, y más problemas. Pasaban los meses y cada vez se escuchaba con mayor insistencia la palabra guerra. Numerosos conocidos y amigos habían salido del país anticipándose a lo que ellos creían que acabaría en un conflicto abierto entre tantos bandos que ellos ya no sabían a cuál pertenecían. Omar y Shamira lo único que tenían claro es que su tierra estaba siendo destruida y que no podían asegurar un futuro feliz a su hija en aquel lugar.

-Amir por favor siéntate, tu madre y yo queremos hablar contigo. Hemos estado pensando y creemos que lo mejor es que abandones Siria, tenemos suficiente dinero ahorrado para que puedas salir y acabar tus estudios en Europa, allí podrás labrarte un futuro, ser feliz.

-¡No!, ¡nunca me iré sin vosotros!.

Shamira cogió a su hija de las manos en un gesto cariñoso, -Amir, nosotros no podemos marcharnos, ¿Qué haríamos fuera de nuestro país?, tu padre solo sabe de su negocio y yo jamás he trabajado en nada que no sea el cuidado de ti o de la casa, además tus abuelos ya son mayores, no podemos abandonarlos a su suerte, como hijos debemos quedarnos y cuidar de ellos. Aunque quisiéramos tampoco tenemos tanto dinero para salir toda la familia del país, pero si lo haces tú sola podemos asegurar tu futuro, tus sueños.

Amir tenía los ojos llenos de lágrimas, no podía imaginar una vida lejos de sus padres, eran todo para ella, siempre habían velado por su bienestar y ella haría lo mismo.

-Nunca me iré de aquí sin vosotros, no quiero volver a tener que hablar de esta historia nunca más.

Amir salió del salón y entro en su habitación cerrando de un portazo. Se tumbó en la cama hundiendo la cara en la almohada, intentando ahogar los sollozos y las lágrimas que salían sin control de sus ojos. ¿Por qué tenía que ser así?, ¿porque no podían vivir en paz?. Su vida y la de su familia se estaba desmoronando por momentos por culpa del egoísmo de los que querían controlar el poder, se sentía impotente porque no era algo que pudiesen controlar, y así, entre pensamientos tristes y de puro agotamiento se quedó dormida.

A la mañana siguiente como todos los días desayuno con sus padres, esta vez sumidos cada uno en sus pensamientos y en un silencio inusual en la cocina. Nadie encendió el televisor, no querían saber nada, hundidos en una tristeza que auguraba lo peor.

-Me voy a la universidad, dijo Amir, rompiendo el incómodo silencio.

-Por favor hija, no te entretengas al salir, no quiero que se te haga de noche, aunque  no quieras reconocerlo, sabes que no es seguro caminar por la ciudad como lo era antes, cuando acabes por favor ven a casa directa.

Amir salió de casa pensando en todo lo que estaba pasando  y espero a Shaila como hacia todos los días, en la puerta de su casa. Era su mejor amiga, se conocían desde que eran pequeñas y habían compartido todo, como si fuesen hermanas.

-¿Qué te pasa esta mañana Amir?, no tienes buena cara, has descansado mal?.

-Mis padres quieren mandarme fuera de Siria, están empeñados en que todo esto acabara mal, en que la guerra acabara con este país, la verdad que me lo estoy empezando a creer.

-Ya sabes cómo son los padres, se preocupan demasiado, no creo que la guerra alcance Homs, la guerra se quedara al norte del país y acabara pronto, habrá manifestaciones, todo el mundo se quejara y todo volverá a la poca normalidad que conocemos.

A principios de año, la situación era insostenible, el negocio de Omar había caído en picado, habían tenido que empezar a gastar los ahorros de toda una vida, no se vendía, no se compraba, todo había quedado en suspenso. Nadie se preocupaba de tener tela para unas cortinas bonitas o un mueble nuevo, si la gente en lo único que pensaba era en la guerra y en huir lo más lejos posible.

Numerosas ciudades habían sido bombardeadas, se hablaba de decenas de muertes, de devastación, enfermedad y gente que luchaba por sobrevivir.

En casa de los El Abdawi intentaban imponer una normalidad que nada tenía que ver con la realidad, habían tenido que despedir al servicio que tenían a su disposición y la familia entera estaba viviendo en una misma casa, ya no eran los tiempos en que eran una familia prospera y con posibles. Tenían que ayudarse unos a otros y mantener tantas viviendas y a tanta gente era un reto en aquellos tiempos. Las discusiones se sucedían día sí día también, ya que aunque se querían, todos tenían distintos puntos de vista sobre el conflicto que estaban viviendo.

Amir continuaba con sus clases, pese a la oposición de sus padres de salir sola de casa,  siempre habían sido permisivos y estaban a favor de la libertad, pero la situación se había vuelto peligrosa, no dejaban de oír historias sobre hijos que salían de casa y no volvían, reclutados para luchar en el frente o de hijas que salían y eran llevadas norte de Siria para servir a los soldados que luchaban, según ellos para crear un estado puro como tiempos atrás.

-¡Me voy!, se escuchó desde la puerta. Amir salió a la calle en dirección a sus clases.

-No entiendo como todavía la dejáis salir de casa, hermano siempre has sido demasiado blando con las mujeres de esta casa. Estudiar, -dijo en un tono burlón el hermano de Omar-, en casa es donde debería estar, atendiendo a sus padres y a su familia y no con tantos pájaros en la cabeza.

-Rhasid, no te consiento que vengas a imponer tus órdenes a mi casa, mi hija es una buena persona que lo único que intenta como muchos otros jóvenes es que Siria sea un país próspero, con gente preparada y que no siga viviendo en el pasado.

El hermano de Omar no era una mala persona, pero si era del pensamiento de que las mujeres deberían estar en casa, sirviendo a su familia, a su marido y a sus hijos, según decía El Corán, o según lo interpretaba él.

-Tú no me haces caso Omar, pero cualquier día esto traerá una desgracia a esta casa.

Mientras tanto Amir caminaba sola hacia la universidad, Sahila ya no la acompañaba. Sus padres le habían prohibido terminantemente salir de casa, ni siquiera para ir a clase, decían que su seguridad estaba por encima de sus intereses, y aunque había suplicado y llorado hasta la saciedad, de nada había servido. Debería retomar sus estudios cuando todo pasara.

Cuando Amir subió la escalinata que llevaba a su clase, empezó a escuchar gritos de personas que hablaban muy alto, no parecían alumnos o profesores. Cuando entro en la clase se quedó petrificada por el horror, eran hombres con largas barbas y ametralladoras que apuntaban a profesores y alumnos, las mujeres estaban a un lado y los hombres a otro, cuando la vieron la cogieron por el brazo y entre insultos la llevaron con las demás alumnas. No sabía que iba a pasar, tenía mucho miedo, pero su carácter no pudo evitar gritar, ¡Porque hacéis esto!, no vio venir la bofetada que le propino uno de ellos y le dolieron más las palabras que dijo que el lado de la cara en el que había recibido el impacto. Por culpa de putas como tú y de los hombres que lo permiten nuestro país está como esta. Esa fue la contestación de su atacante.

Asistió lívida por el dolor y la incredulidad a como profesores y alumnos eran ejecutados delante de sus narices, mientras pensaba que eso no podía estar pasando, eso solo pasaba en otros sitios, no allí. No podía parar de llorar sabiendo cual iba a ser su destino. De repente escucharon tal estruendo que parecía que el mundo se caía, cada vez se escuchaba más cerca, hasta que el impacto fue tal, que todo se sumió en la negrura y el silencio.

Amir, Amir abre los ojos, estas viva, parecía una voz tan lejana, uno de sus compañeros de clase la ayudo a salir de debajo de un amasijo de cascotes y cadáveres. Cadáveres….., había visto cadáveres en su clase de anatomía, pero nunca en aquellas circunstancias.

Estaban bombardeando la ciudad, le parecía tan increíble estar viva, estaba desorientada, había salido como todas las mañanas de su casa para ir a clase y en un segundo todo había cambiado, cuando salió al exterior del edificio que estaba en ruinas todo era caos y destrucción. El mismo compañero que la había ayudado a salir le dijo-Amir, vamos, ¡Tenemos que ponernos a salvo!. Cuando tomo conciencia de lo que estaba pasando le dijo, ¡No, tengo que volver a casa!, mi familia estará muy preocupada por mí. El joven no se detuvo ni a cuestionar su respuesta, solo salió corriendo como alma que lleva el diablo, sin un rumbo fijo, solo huyendo.

Amir ando hasta que llego a su calle, no podía creer lo que estaba viendo, su calle estaba reducida a cenizas. Cuando llego donde debería estar su casa quedo en estado de shock, por un momento pensó, -seguro que me he equivocado-, el caos y la desorientación me han hecho equivocarme.

Pero entonces se acercó y entre los restos humeantes encontró una fotografía en la que aparecía una familia feliz vestida con sus mejores galas, le dio la vuelta y leyó  mientras la sujetaba con manos temblorosas Marzo de 1981, boda de Omar y Shamira, no podía ser, cayo de rodillas con un dolor tan grande que ningún sonido acertaba a salir de su garganta. Simplemente lloro en silencio, como en una burbuja, ajena a los acontecimientos que ocurrían alrededor, como la gente corría despavorida y como se seguían escuchando explosiones en la lejanía.

Estaba sola, sola, que palabra tan corta y a la vez tan grande, sus padres, sus tíos, sus abuelos…., el mayor temor de su padre le había salvado la vida, el estar fuera de su casa aquel día la había salvado. Cuando se levantó del suelo camino y camino por la ciudad, como un zombi, hasta que la noche callo. No sabía cómo había llegado al parque donde tantas veces su padre la había llevado cuando era pequeña. Se tumbó en un banco y se quedó dormida aferrada a la maltrecha fotografía.

-Vamos niña, levántate. Amir noto como la movían con fuerza, le dolía todo el cuerpo. El día anterior no había notado que sus ropas estaban hechas girones y que tenía todo el cuerpo magullado y lleno de rasguños a causa de la explosión.

-¿Quieres que te cojan?, eres una mujer joven y fuerte, una buena sirvienta. Cuando Amir consiguió abrir los ojos se encontró con un hombre viejo y encorvado que llevaba encima de su espalda lo que parecía una maleta.-Tienes que huir, todos huimos. Amir se incorporó intentando ignorar los dolores que tenía en sus piernas y sus brazos. Cuando estuvo sentada y más despierta los recuerdos del día anterior le golpearon como un mazo, recordando lo que había pasado, sintiendo un gran pesar en su interior.

-He perdido todo,-le dijo al hombre-, no tengo familia, ni dinero, ni ropa, nada, ¿Dónde puedo ir así?.

-Hija, perdona que sea tan brusco, pero todos hemos perdido a alguien, no he tenido hijos y mi  mujer murió anoche entre mis brazos después de los bombardeos, ahora sé que a ella no le gustaría que me rindiese. Seguramente a tu familia le pasaría lo mismo.

Amir se levantó y por primera vez fue consciente de la riada de gente que avanzaba en dirección a la salida de la ciudad.

-¿Adónde se dirige todo el mundo?, ¿Dónde van?, pregunto Amir al hombre.

-Salen de la ciudad para no morir, la ciudad está destrozada, si hay otro bombardeo como el de anoche nadie sobrevivirá. Los pocos que se quedan es o  porque son muy ancianos o porque no tendrán dinero para pagar un soborno cuando lleguen a la frontera.

-Yo tampoco tengo nada, -contesto Amir.

-Encontraremos una solución, empieza por ponerte esto, el tuyo está destrozado y no queremos tener problemas ya antes de empezar, ¿verdad?, le dijo el hombre mientras le ofrecía el hiyab que saco de su maleta.-Era de mi esposa, es uno de los pocos recuerdos que he podido salvar.

Así Amir, empezó un viaje que no sabía dónde terminaría. El hombre, que se llamaba Yusuf, le conto toda su vida. Había servido como jardinero toda su vida a una gran familia de Homs, y aunque él y su mujer no habían tenido hijos habían sido felices. Yusuf hablaba de su mujer con cariño y a veces en algunas de sus charlas no podía evitar que las lágrimas corriesen por sus mejillas.

El viaje era duro y dormían donde podían, pasaron días y días, semanas, Amir perdió la noción del tiempo. Lo único que hacían era caminar y comer lo poco que Yusuf tenía o que podía comprar, pero que compartía con ella como si de una nieta se tratase.

Por fin llegaron a Turquía, no habían tenido problemas para pasar la frontera, estos llegarían más tarde cuando intentasen coger un barco que les llevase a Grecia, no sabían que tendrían que hacer para poder pasar hasta allí.

Amir conoció a tanta gente en ese viaje…., algunos buenos, otros malos, eran como una gran familia. Por las noches los que ya se conocían se quedaban hasta tarde contando historias y hablando de su país. Eso les daba fuerza para seguir, hablaban de sus sueños y de lo que ya nunca podrían hacer, pero luchaban por salir adelante.

Tras un viaje que duraba ya un mes largo llegaron hasta el puerto en el que cogerían un barco que llegaría hasta Grecia.

Allí había tanta gente y todo el mundo estaba tan desesperado que en ocasiones el hambre y el cansancio sacaban lo peor de cada uno. Si no hubiese sido por la ayuda humanitaria que daban distintas organizaciones no sabía que habría pasado.

Así fue como Amir conoció a Ana, una enfermera que trabajaba con una organización de origen escoces y que brindaba toda la ayuda que estaba a su alcance. Ana provenía de una adinerada familia que pensaba que estaba loca por irse hasta donde la necesitaban con un su ONG. Amir comenzó a ayudar como médico, y jamás en su vida se había sentido tan bien, a pesar de la pena que sentía cuando se acordaba de su país y cuando recordaba a su familia. Sabía que estarían orgullosos de ella, estuviesen donde estuviesen.

A veces pensaba que su vida era cruel y sin sentido, pero después pensaba, “Siempre hay un rayo de esperanza”, y así continuaba ayudando con sus conocimientos a los que más lo necesitaba. Estuvo un año en un campo de refugiados junto a Ana hasta que se sintió una más de la organización.

Un día Ana llego y le dijo a Amir, – Amir tengo que hablar contigo de una cosa.

-Tú dirás Ana, ¿Qué pasa?, pero date prisa por favor, tengo que hacer la ronda matinal y ver como se encuentran los niños que están enfermos. Con este frio y los pocos recursos que tenemos muchos de ellos tienen gripe.

-Amir me marcho a Escocia, vendrán nuevas enfermeras de la organización, pero yo ya llevo demasiado tiempo fuera de casa y añoro mi vida y mi familia. He venido a ofrecerte que vengas conmigo, tú ya has hecho aquí más de lo que cualquier persona en tu situación estaría dispuesto a dar por los demás. La organización está dispuesta a arreglar tu documentación para que puedas llegar hasta Escocia.

-Pero Ana, ¿Qué haría yo allí?, no puedo ejercer la medicina, tal y como está mi país pasara mucho tiempo hasta que pueda solucionar mis problemas para poder ejercer la medicina fuera de Siria.

-Amir, eso tiene solución, pero sobre todo debes encontrar un sitio donde puedas empezar tu vida de cero, empezar a vivir otra vez. Mira tengo una tía en Glasgow que necesita alguien que le ayude en su casa, es muy buena, no tendrás problemas con ella y te pagara. Podrás vivir con ella y adaptarte a la vida allí. Yo estaré contigo, sabes que te quiero como a una hermana después del tiempo que hemos pasado aquí. Eres una de las personas más buenas y más fuertes que he conocido y creo que te mereces una oportunidad.

Amir se quedó pensativa, Escocia, nunca había pensado en vivir allí, bueno nunca había pensado en vivir en ningún sitio que no fuese el campo de refugiados después de que saliese de Siria con lo puesto.

-Ana déjame pensarlo, te diré algo mañana.

-Piénsalo, creo que es una buena oportunidad.

Ese día Amir se fue a dormir pensando en Escocia, le daba mucho miedo pensar en empezar lejos de allí, sola, sin nadie, pero bueno, tampoco podía ser malo, pero Ana era una persona buena y no dejaba de hablar de Escocia con verdadero amor. Así dos semanas después Amir estaba viajando junto a Ana rumbo a Escocia, estaba muy nerviosa, pero a la vez ilusionada, pensando en que le depararía el futuro.

-Ya verás Amir, te encantara, no tiene nada que ver con nada que hayas visto antes.

Cuando llegaron a Glasgow, después de un vuelo en el que Amir no había podido descansar nada el hermano de Ana, Ben, las estaba esperando en el aeropuerto.

-Mama, ¿la enfermera era la tía Ana?,

-Sí, hijo, la enfermera era la tía Ana, y el guapísimo hombre que nos estaba esperando era tu padre. Me ayudaron mucho, no fue nada fácil adaptarme, no sabía el idioma, tenían costumbres totalmente distintas a las mías y además en aquel momento no todo el mundo era tan comprensivo con los refugiados que llegaban por miles a Europa.

Will estaba sentado al lado de su madre cogiéndole las manos con los ojos llenos de lágrimas,

-¿Por qué no me lo contaste mama?, ¿porque me mentiste?, yo siempre había pensado que habías venido a Escocia de manera voluntaria para terminar tus estudios, que conociste a papa y te quedaste. Siempre pensé que tu familia no había aceptado que te casases aquí y por eso nunca hablabas de ellos.

-No quería que supieses que la barbarie de la guerra había estado tan cerca de ti, creí mejor esperar, pero ahora no se si hice bien.

-No te preocupes mami, nunca más volveré a pensar así, es más, alguna vez me gustaría ir contigo a Siria y ver de donde es mi otra familia, debió ser horrible y me avergüenzo de haber dicho lo que he dicho. Jamás volverás a escucharme hablar así. Te quiero mucho mama.

En ese momento entro Ben, Will se levantó para ir al encuentro de su padre, se fundieron en un emotivo abrazo, mientras Will le decía a su padre lo mucho que lo sentía.

-¡Vamos mis dos chicos!, acaban de llegar los abuelos, es hora de comer.

Amir entro en la cocina y se quedó mirando por la ventana, mirando su jardín, verde, tan verde. Todavía recordaba el día en que llego a Glasgow. Tan colorido, con tanta vegetación, nunca había visto nada igual. Se enamoró de ese país, aunque en eso tuvieron mucho que ver Ana y Ben, que fueron su apoyo incondicional en todo momento. Seguía colaborando con la organización que la había llevado hasta allí, la gente que le había dado una nueva oportunidad en la vida.

Siempre llevaría a Siria en su corazón, su tierra, su familia y la gente que había conocido por el camino que la había llevado hasta allí. Tenía una segunda oportunidad y se sentía muy afortunada por ello, todo el mundo no tenía la misma suerte.

Volvió al salón donde la esperaban para comer su familia y dichosa pensó, siempre hay un rayo de esperanza, ¿no?.