La ciudad de Ofidia es de nuevo el marco de las andanzas de un policía muy culto, hijo de un catedrático y grandísimo lector, y padre de un joven que acaba de descubrir las veleidades de Talía. Un hombre al que muchos califican de ‘tocahuevos’ en su trabajo, sin saber que acaso le estén dedicando el mayor de los elogios cuando de desentrañar crímenes se trata. Un hombre que mira la vida de una manera muy peculiar, pero sin permitir que la apariencia de los demás le oculte otras personalidades o dobleces.
La relación con Laura, su mujer, no deja de ser espinosa debido a la militancia de ella, atenta a luchar contra cualquier injusticia aun a riesgo de que eso repercuta en la carrera de su pareja. Una carrera que topa con superiores cerriles, compañeros variados y una especie de ahijado, Agüero, que es un peligro público para cualquier mujer con la que ambos se crucen en el camino. De fondo, en este caso, hay un barrio en el que sus comerciantes se han unido, hay familias que malviven como pueden, hay distancias sociales abrumadoras, y pasados traicioneros, pero por encima de todo están los ojos afilados de Carlos Bassas, dispuesto a contarnos qué debemos hacer para que paguen otros, los que en verdad tendrían que hacerlo en lugar de los de siempre.