Hubo una vez un tiempo en que las cosas que ahora nos exasperan no nos importaban tanto. Cuando no teníamos nada más que buscarnos un lugar en el mundo a través de las relaciones de los amigos, esos mismos que han ido pasando y han ido construyendo como nosotros otras miradas del mundo en el que viven. A unos les fue bien, a otros les ha ido bien, y a otros, no tanto. Pero "siempre tendremos París". Hubo un tiempo en el que la amistad tenía un alto valor. Un valor que se va devaluando como una triste moneda caída a menos, es como si la vida fuera una simple ecuación de economía. Y hubo un tiempo en el que jamás imaginamos el poder que tienen las frases a lo largo del tiempo, a lo largo de lo largo de los tiempos. En ocasiones creo que es la añoranza lo que nos hace creer que la esperanza de volver a aquella mentalidad es posible. Porque la añoranza no es tristeza, es un esperanzador recuerdo que nos devuelve un pedacito de felicidad que en otro tiempo tuvimos, cuando éramos más despreocupados. No mires atrás -dirán-, que no trae nada bueno. Y se equivocan. Cualquier recuerdo feliz del pasado siempre será un valor seguro para evadir nuestras presentes sentimientos negativos. No se puede volver atrás, pero allá dónde vaya tu imaginación, estarás tú, aunque sea el pasado. Poder decir "siempre tendremos París" es el recuerdo de que hubo un tiempo en el que creíamos que íbamos a ser felices para siempre. Y esa gran sensación sólo se vive una vez.