LA CRÓNICA DESDE MI BALCÓN
Llegó el Papa Francisco con ganas de darle un lavado completo a la Iglesia. Poco a poco, que las prisas no son buenas, pero con signos y hechos, a primera vista, realmente llamativos. Algunos piensan que se trata más de un poco de marketing que de una realidad seria y profunda. Vamos, que es más bien un encalado de fachada que una reforma integral del "inmueble" católico.
Francisco se niega a vivir en el lujoso y amplio apartamento pontificio en el que desde 1903 han residido todos los pontífices. Dice que es demasiado grande para él. Sigue viviendo en Santa Marta, la residencia para eclesiásticos dentro del Vaticano. Igualito igualito que el "jubilado" cardenal arzobispo de Madrid, Rouco Varela. Este siniestro personaje -sí, siniestro, no hay más que verle- es la antítesis de lo que -en teoría, sólo en teoría- la Iglesia pregona, o al menos pregonaba para sus seguidores y, por supuesto, para sus "empleados". Aquello de "pobreza, castidad consagrada y obediencia" se lo pasa este monseñor (y muchos otros de sus colegas) mismamente por donde usted está pensando. Bueno, digamos que lo de la castidad, al menos pecando en compañía, me lo creo, porque con ese careto ya me dirán... aunque sorpresas da la vida y la de los curas ni te cuento.
Otro que lleva mal lo de la ejemplaridad y humildad es el cardenal Antonio Cañizares. Mientras el Papa Francisco se niega a ponerse sobre el pecho la cruz de oro característica de los Papas y lleva colgada del cuello la misma cruz de metal que lucía antes de convertirse en pontífice, ni usa el ostentoso Anillo del Pescador, ni se ha puesto en ningún momento sobre los hombros la muceta de terciopelo rojo rematada con armiño blanco (una cucada, oiga) que los sastres Gammarelli habían preparado para él, o usa sus gastados zapatos negros de siempre en lugar de los lujosos zapatos de fina piel roja y realizados a medida; el Antonio Cañizares se nos enfunda una indefinible e indescriptible "Capa Magna" (usada en la ordenación de sacerdotes y ya desaconsejada por Pablo VI en 1969) que es como para darle cuatro hostias al encapado purpurado y encarcelar -tirando luego la llave al mar- a su diseñador.
Todo esto evidencia que la Iglesia tiene un serio problema de jerarquías, coordinación y modernización, aparte de un saneamiento, "dimisión" y alejamiento de la misma de muchos corruptos y corrompidos "subalternos y gerifaltes". De todos son conocidos los numerosos escándalos y desmanes de la Santa, Católica y Apostólica madre Iglesia. La española, que desoye, desobedece, parece añorar la Santa Inquisición y pasa olímpicamente de la Vaticana, merece un apartado especial. La casa de San Pedro está sin barrer desde hace siglos y la mierda se esconde, protege y subvenciona estatalmente bajo las alfombras de su filial en España. Estamos como para que venga Dios y lo vea...
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