Siete casas vacías, por Samanta Schweblin

Publicado el 30 abril 2023 por David Pérez Vega @DavidPerezVeg


Siete casas vacías
, de Samanta Schweblin

Editorial Páginas de Espuma. 123 páginas. 1ª edición de2015; ésta es de 2022.

El premio Ribera del Duero al mejor libro de relatos se fundó en 2008 y se convoca cada dos años. Por ahora tiene siete ganadores, y yo he leído cinco: El final del amor (2011) de Marcos Giralt Torrente, Siete casas vacías (2015) de Samanta Schweblin, La vaga ambición (2017) de Antonio Ortuño, La claridad (2019) de Marcelo Luján, y ahora leo Ustedes brillan en lo oscuro (2021) de Liliana Colanzi (Santa Cruz, Bolivia, 1981).

En 2015, cuando Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) ganó el premio Ribera del Duero con Siete casas vacías, yo leí su anterior libro de cuentos, Pájaros en la boca (2009), editado en España por Lumen. No recuerdo si lo leí antes o después del fallo del premio. Pájaros en la boca estaba formado por dieciocho narraciones, y muchas de ellas estaban ambientadas en el campo argentino. Se encuadraba en esa corriente latinoamericana actual del cuento que se llama el «neofantástico», donde los personajes se comportan de un modo extraño, pero no acaban de ser cuentos abiertamente fantásticos. Me gustó ese libro, y no sé por qué no leí en su momento Siete casas vacías. Me imagino que guarda alguna relación con mi lucha por dejar de leer novedades y leer más clásicos. Sin embargo, en 2022 Siete casas vacías ha ganado el Nacional Book Award en Estados Unidos al mejor libro traducido y la autora vino a principios de 2023 a hablar de él en la Casa de América de Madrid y me apeteció acudir. En el salón principal del palacio había más de trescientas personas. Me sorprendió gratamente que un libro de relatos pudiera levantar tanto interés, porque no suele ser lo habitual. Así que me compré el libro y al final de la charla me acerqué para que Schweblin me lo firmara. No pude llevar el de Pájaros en la boca porque fue un libro que me prestaron.

El libro está formado por siete relatos, pero al premio se presentó con seis y uno más fue añadido al conjunto en el proceso de edición.

El primer cuento se titula Nada de todo esto. La narradora es una chica joven que sale con su madre en coche para visitar barrios más caros que el suyo y contemplar casas. La madre atranca el coche en el barro de un jardín, y la asustada dueña de la casa sale para ver qué pasa. La madre, que no se encuentra bien, aprovecha la situación para adentrarse en la casa de esa mujer. El relato juega continuamente al extrañamiento y se genera una gran tensión, porque el lector no sabe por dónde van a salir los personajes. Como ocurría en los relatos de Pájaros en la boca, Nada de todo esto no es un relato fantástico, pero sus personajes actúan de modos extraños. Es un buen relato.

En Mis padres y mis hijos, un hombre divorciado ha de enfrentarse a una rocambolesca situación: sus padres corretean desnudos en el jardín de una casa de verano, y sus hijos –cuya custodia tiene la madre, de la que se ha separado recientemente– llegan a casa y su exmujer no quiere que se encuentren con sus abuelos desnudos. Además, el hombre tiene que conocer, por primera vez, a la nueva pareja de su exmujer. De nuevo, la situación creada es extraña y tensa. Ya se perfilan aquí, tras una serie de solo dos relatos, algunas de las obsesiones de Schweblin: las relaciones extrañas que se establecen en el seno de una familia. De nuevo un gran relato lleno de tensión.

En Pasa siempre en esta casa unos vecinos, que han perdido un hijo, al discutir, de forma continuada, acaban tirando la ropa del hijo muerto al jardín de la vecina y el hombre ha de llamar a la casa de la narradora para recogerla. Es un buen relato, pero tras los otros dos quizás su composición es demasiado similar a las anteriores y esto hace que me haya gustado un poco menos, sin ser un mal relato.

La respiración cavernaria, con sus 52 páginas, es la composición más larga del conjunto y podría ser considerada ya una novela corta, más que un relato. Los protagonistas son un viejo matrimonio, que llevan cincuenta y siete años casados. La historia nos acerca sobre todo a Lola, la mujer, que está empezando a sufrir demencia senil y sus confusiones mentales le juegan malas pasadas. Su mundo se verá alterado cuando se instalen en la casa de al lado una mujer con su hijo, a los que Lola siente como una amenaza. La desconexión de Lola con la realidad la convierten cada vez más en una persona muy perdida y vulnerable. Los estragos de la demencia senil nos acercan a los presupuestos de lo que podría ser un relato de terror. La respiración cavernaria es el relato que más me ha gustado del conjunto.

Cuarenta centímetros cuadrados trata de la relación de una mujer, que acaba de regresar a Buenos Aires, con su suegra, que le envía a la farmacia cuando ya se está haciendo de noche en un barrio que no conoce y que puede ser peligroso. Este relato sí que tiene un sabor local y el lector sabe que se sitúa en Buenos Aires, porque, por ejemplo, el primero, Nada de todo esto, podría ubicarse en cualquier ciudad.

De hecho, Schweblin que, actualmente, vive en Alemania, comentó en la charla a la que fui en la Casa de América, que empezaba a tener conflictos con el registro del español que debía usar, porque pensaba que si usaba el bonaerense de antes de su partida a Europa quizás resultara impostado para un argentino actual. Diría que el lenguaje de estos relatos, en general, tiende al de un español neutro y que, a diferencia de muchos autores latinoamericanos o españoles actuales, no se centra en los localismos lingüísticos.

Cuarenta centímetros cuadrados es un buen cuento, pero no una de las piezas más destacadas del libro.

Un hombre sin suerte es el cuento que no estaba en el libro inicial presentado al premio y que se añadió en el proceso de edición. Me ha gustado mucho. Habla de una chica joven que recuerda un suceso que le ocurrió cuando era una niña y se relación durante un breve periodo de tiempo con un hombre adulto. El lector siente que este hombre puede ser un pederasta y la tensión que se consigue en el relato es muy grande.

Salir es el último cuento y, en él, una mujer que acaba de salir de la ducha, decide salir de casa con una bata, pero sin ropa debajo. En la calle empezará a hablar con el nuevo bedel del edificio y de nuevo el relato se adentrará en los presupuestos del extrañamiento y la tensión narrativa.

En las redes sociales he leído algún comentario de lectores que se habían acercado a este libro alentados por su creciente prestigio y su veredicto era que se trataba de un buen libro, pero que quizás su fama se había vuelto ya excesiva. A mí Siete casas vacías me ha parecido un logrado conjunto de relatos. Diría que es uno de los Premios Ribera del Duero que más me ha gustado y, sabiendo lo complicado que es que el sistema editorial apueste por libros de relatos, me alegro de que uno de ellos se levante por encima del mundo de la novela y consiga lectores y reconocimiento.