Para mí, el marxismo o no es nada o es la idea básica, fundamental, de que todo es economía. Y, algunas veces, llevado por esa tendencia que el hombre tiene a simplificarlo todo, pienso que lo que Marx hizo no fue sino plasmar en un sistema más o menos filosófico lo que todo el mundo pensaba, lo que todo el mundo hacía.
Yo mismo, un jodido viejo de 83 años, desde que me levanto hasta que me acuesto no hago sino jugar con mi insignificante economía. Mi mujer me pregunta “Pepe, ¿qué vamos a comer hoy?” y yo, antes de responderle, voy al congelador, lo abro y veo lo que hay, escojo una o dos bandejas de precocinados y se lo pongo en las manos y, luego, cuando la llevo al centro de día de los enfermos de alzheimer, aprovecho para acercarme al Mercadona y reponer las bandejas, pensando, sobre todo, en elegir no lo mejor sino lo más barato porque el euro es el puñetero euro. Y, luego, escatimo todo lo que puedo encender estos trastos electricomecánicos que nos calientan la casa porque ella tiene una extremada sensibilidad hacia el frío. O sea que me paso todo el día apagando y encendiendo estos malditos aparatos para economizar.
Así, a su nivel, actúan no sólo Merkel sino Bernanke, el tipo que dirige el fondo de reserva usaniano, así actúa Monti, ese tecnócrata al que han situado en el lugar de Berlusconi, en Italia, y así van a actuar, si Dios no lo remedia, esos jodidos técnicos en España, porque lo que se necesita, ahora no sólo lo sabemos sino que estamos empezando a ponernos de acuerdo, es tipos que sepan realmente cómo funciona este jodido asunto de la economía.
De modo que el tipo de la gran barba y el amigo que lo mantenía para que pensara tenían razón, todo no es sino puñetera economía por mucho que le pese a Rajoy, que se resiste a admitir que él, como yo, que estudiamos lo mismo en la Universidad, no sabemos nada de esto.
El problema es que parece que no lo sabe nadie, excepto los chinos, porque los japoneses hace ya mucho tiempo que se debaten en una crisis que parece que no pueden superar a pesar de la obsesión que su pueblo tiene por el trabajo, de manera que, allí, las huelgas consisten en echar muchas más horas de jornada laboral. De modo que algo ha de tener el agua cuando la bendicen.
Ya sé que los que intentan desprestigiar el marxismo afirman que el milagro chino no tiene otro secreto que los salarios más bajos del mundo pero algo tendrán que aducir para explicar cómo y por qué, el año pasado, los chinos compraron ni más ni menos que 15 millones de automóviles, superando a su mayor competidor, los Usa.
Precisamente el gran fallo que sus críticos le han encontrado a la plasmación sociopolítica del marxismo, el puñetero comunismo, es que el jodido individuo piensa que si estudia y se esfuerza por aprender ingeniería y luego va a ganar casi lo mismo que el último de los obreros de la fábrica: que estudien ellos.
Y, casi sin darnos cuenta, hemos llegado al gran fallo de las ideas de Marx: el igualitarismo comunista es absolutamente incompatible con la conformación del alma humana, sin aquel jodido ánimo de lucro del que nos hablara el otro gran genio de la economía mundial, Adam Smith, el hombre no trabaja, no se esfuerza y las economías comunistas acaban, han acabado por hundirse todas....excepto la china, por ahora.
¿Qué es lo que distingue la economía china de las otras extintas economías comunistas?
Vista desde la abismal distancia, parece que dicha economía no es una economía puramente comunista sino un híbrido de mil pares de narices, en el que conviven, hasta ahora, sin explosiones de incompatibilidad, los supermillonarios con los superproletarios y esta convivencia se produce bajo la férrea vigilancia del gran timonel que ha pasado de ser Mao Tse Tung a Hu Jingtao pero que ya se prepara para sustituir a éste.
Mao Tse Tung, Hu Jingtao, Confucio y Laot Se, hay mucha tela que cortar en China, quizá demasiada.
Entre tanto, el mundo entero contempla asombrado cómo una economía, que, según el gilipollas intelectual de Felipe González, sólo trata de repartir la miseria se ha convertido en la de la riqueza universal que se permite el lujo de financiar a su gran enemigo, los Usa, suscribiendo la mayoría de la deuda soberana que emite el que, hasta ahora, era el país más rico del mundo.