Vanidad: "Orgullo de la persona que tiene en un alto concepto sus propios méritos y un afán excesivo de ser admirado y considerado por ellos".
De entre mis más escondidos recuerdos, tengo uno especialmente doloroso que guarda relación con algunas situaciones en las que alguien quiso humillarme, con más o menos voluntad al respecto. Siempre hay personas así en las vidas de todos y todas, lo trascendente solamente ocurre cuando tienes la brillante idea de dejar pasar a través de ti algunas de esas palabras, o hechos, que saben clavarse como puñales.
En realidad, todas aquellas ocasiones en las que alguien pretende y busca la humillación o el menosprecio de cualquiera, forman parte muy importante de la naturaleza humana, nos guste o no. No creo que sea nada nuevo ni especial, y, sin embargo, hasta que aprendemos algunas cosas básicas al respecto, estas situaciones pueden hacernos tanto daño que es dificil olvidarlo y se convierte en un pequeño o gran trauma que nos acompaña. La elección es nuestra siempre, aunque nos parezca imposible, y consiste en elegir sufrir o no hacerlo.
Por desgracia, o por suerte (cualquiera sabe donde está la suerte), no creo haber descubierto cuál es mi lugar en este bendito mundo, ni raices o cosa que se le parezca. Y en esos múltiples momentos en los que he recorrido espacios, siempre he encontrado palabras bonitas para describirlos porque pienso que todos los lugares son hermosos, incluso aquéllos en los que he sentido la más cruel de las soledades. En algunos de ellos, no diré cuáles, he encontrado demasiados momentos en los que alguien pensó que era buena idea hacerme ver que no debería acercarme demasiado, y entiendo perfectamente lo que significa sentirse como una isla a la deriva rodeada de hostilidad.
Es tremendamente revelador cómo algunas miradas dicen mucho, pero lo fascinante es la importancia excesiva que solemos darle a aquéllas personas que pretenden hacernos ver que no estamos a su altura, o algo similar a esto. Algo tan antiguo como la vida misma, que consiste en asignar carnets de primera o segunda según criterios que no están muy claros. Y, sin embargo, convertimos ese criterio en un dogma sin posibilidad de discusión ni error.
Cuando damos excesiva importancia al criterio de los demás, a esos que claman al viento para que todos puedan ver tu pequeñez dentro de este loco mundo, lo único que hacemos es aumentar su vanidad, porque ésta se alimenta precisamente de tu pequeño o gran tormento personal, probablemente necesitan hacer esto porque no saben enriquecer su vida de otra manera que no sea engordando el ego. Si lo pensamos de esta manera, es bastante decepcionante buscar la autoestima a base de hacer que otros la pierdan.
Pero así funciona a veces la mente humana, y no es algo nuevo, mi consejo es cerrar ojos y oidos a todos aquéllos que viven de la vanidad como si fuera una necesidad fisiológica, pero, ¿quién soy yo para dar consejos? Yo, que he abierto ojos y oidos a todo tipo de personas con el ego subido y con necesidad de agrandarlo...
¿Cuál es el argumento que te hace pensar que alguien que muestra su vanidad mientras intenta hundir tu propio orgullo, tenga un espacio más privilegiado en este mundo de locos? La respuesta siempre debe ser la misma, el argumento no existe, sólo existe lo que uno quiere creer al respecto.
¿Durante cuánto tiempo puede alguien dar más importancia a otras personas que a sí misma? Exactamente el tiempo que tarda una en darse cuenta de que la importancia no existe en las cosas que se ven con los ojos.
Quizás mereció la pena caer algunas veces al suelo, porque allí encontré muchas cosas que no hubiera conocido jamás en las alturas en las que habita la vanidad. Por eso, estoy convencida de que fue un privilegio la caida, ella me hizo darme cuenta de quién y qué es lo verdaderamente importante.
Caed, no os importe...dejad que la tierra os humille y os enseñe la propia esencia de la vida y el ser humano. Pero después, levantaos y continuad el camino, ya no se verá del mismo color oscuro.
Ese será vuestro orgullo.
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