Siete razones para cambiar los sanfermines

Publicado el 12 julio 2016 por Javier Ruiz Fernández @jaruiz_

Las fiestas de San Fermín han mantenido su calendario de eventos y, entre ellos, hay uno cuyos pernios empiezan a oxidarse, y pronto se quebrarán: por la mañana, encierro; por la tarde, corrida. No es el único, pero, de todos ellos, es aquel que refleja mejor España: un país donde, muy a menudo, la tradición no se valora, porque no hay nada bueno en ella, y entre sus principales defectos, destaca uno, enquistado hasta el tuétano, la resistencia y la asunción del error, cuando la mayoría así lo cree, y propone un cambio que se enlentece hasta la náusea; incluso cuando su tiempo ha llegado.

Retazo de una crónica sobre las fiestas que circulaba en Twitter.

Mientras tanto, pasa otro año. Los animales que mueran, las vejaciones que se lleven a cabo, y el modelo, se mantendrán un tiempo más, pero no mucho. Las fiestas taurinas tocan a su fin, y que nadie nos haga olvidar bajo palabras de falso heroísmo una de las principales verdades por las que luchamos: el toro mata intentando vivir, el torero, cuando muere, lo hace intentando matar.

Muerte

El domingo hubo cinco heridos; al día siguiente, otros tantos. Leí en el diario que la noticia que más llamaba la atención no era aquel cubo con restos de lo que fue un animal, sino un toro que se negaba a avanzar; inmóvil frente al vallado y caído bajo la luz del flash de un fotógrafo mal situado. O quizá él no quería avanzar, quizá no quiera seguir; perpetuar la tradición.

Acoso sexual

Una chica violada entre cinco durante la noche del jueves, un hombre al que encuentran haciendo una felación a otro entre la marabunta; denuncias, abusos, excesos y, por encima de todo, no comprender que un no es un no, pero lo que todavía es más importante: que la ausencia de este tampoco representa un sí.

En titulares, aparecen cuatro agresiones sexuales en la madrugada del domingo; por desgracia, esto solo importa desde que la “fiesta” es más internacional que nunca, cuando uno de cada dos asistentes es extranjero, y cuando el mundo tiene un ojo encima de la bárbara España.

Borrachera y desenfreno

Puedes leer más sobre en el artículo del 7 de julio, titulado Seguimos siendo guarros (y guarras), y todavía más gilipollas

Pero con un aroma acre que no es posible limpiar; fruto del exceso más cobarde, de aquel que no se respeta ni a uno mismo. El lunes leía en La Vanguardia de la mano de la periodista Joana Bonet: “Puede que su ideal de exotismo incluya pañoletas rojas o txapelas, o bien sea la mezcla de animalismo, vino y sexo demente lo que les intrigue.” Solo difiero en una cosa: los animales han demostrado ser más nobles, así que, tal calificativo, los desmerece erróneamente.

Maltrato animal

Que empieza en las calles y termina en las plazas. Si las fiestas de San Fermín quieren ser un ejemplo de lo que este país puede llegar a ser, que abandonen el maltrato sistemático a los animales, la cría para la muerte; la muerte como entretenimiento, el dinero por encima de la sangre; y no, la tortura (absurda; inútil) de un animal inocente y el consumo de carne no son la misma cosa: una puede creerse necesidad, la otra, no es más que pura maldad.

Coste sanitario

Con larguísimas colas en urgencias, operaciones que llegan demasiado tarde para pensionistas de toda una vida, jornadas interminables que subyugan al personal sanitario, presupuestos cada día más escasos… ¿Queréis poneros a correr delante de animales aterrorizados de seiscientos y setecientos kilos? Pues os pagáis vosotros las cornadas, los puntos de sutura, las operaciones de urgencia, los operativos sanitarios.

Imagen que corresponde al segundo encierro de los sanfermines 2016.

¿Qué es la fiesta?

Si las fiestas de San Fermín son mucho más que tauromaquia, ¿por qué mantener esa tradición? ¿Por qué perpetuar los encierros y las corridas mientras nos atrevemos a criminalizar el Toro de la Vega o los correbous? Si hay fuegos artificiales, si hay gigantes, si hay kilikis y zaldikos; si hay riau-riau, y bebida, y música, y buena gente, ¿para qué reclamar la muerte con tanto ahínco?

El ejemplo

Un ejemplo detestable para el mundo que nos mira: la España más rancia, la que pervive en la tradición como única excusa para no asumir su propio error; un monumento al atraso, a las equivocaciones de nuestros padres, a un pasado que nos avergüenza y nos obliga a negar, como si no pudiéramos dar crédito a lo que vemos, oímos y sentimos cada 7 de julio.

Si las fiestas de San Fermín tienen tantas cosas buenas (y las tienen), no necesitan asustar, martirizar y ejecutar a sesenta y cuatro morlacos que se crían para morir. Que los dejen volver a la dehesa, que no los críen, que dejen de aprovecharse de todos ellos, de convertir la sangre en moneda de cambio, de intentar dar sentido a la vida solo a través de la muerte.