No hace falta ser muy ducho para colegir que si no se dan las razones del decretazo, es porque no se pueden dar, al menos en público. Y tampoco hay que ser Sherlock Holmes para advertir que toda esa plata está destinada a un gigantesco fondo de reptiles para comprar periodistas, medios y realizar todo tipo de operaciones y carpetazos que nada tienen que ver con desarrollar labores de inteligencia para la defensa o la seguridad nacional.
Seguramente habrán quienes asocien el DNU al recalentamiento de la interna oficial entre Milei y la vicepresidenta Villarruel, como si a ella hiciera falta carpetearla para descubrirle secretos oscuros, cuando visitaba en la cárcel a Astiz y a Videla, y precisamente por eso la pusieron en la fórmula. Es más lógico en cambio asociar la medida con la represión de la protesta social y de toda disidencia o cuestionamiento a las políticas oficiales.
Eso sería sin dudas más conteste con la innegable pulsión autoritaria del presidente, poco afecto a tolerar que se lo cuestione a él, a su visión ideológica o a sus políticas: el autoritarismo ha sido el rostro real de los autopercibidos liberales en la Argentina desde siempre, y Mileo no es la excepción.
Tampoco es descabellado pensar que el presidente dio este segundo paso hacia la construcción de un sistema estatal de espionaje a su medida porque cuando dio el primero -la disolución de la AFI y la creación de la SIDE- las reacciones del aro opositor fueron tibias, por no decir inexistentes. Y hasta acá, lo mismo ha pasado con este segundo decretazo, que marca que el anterior no estaba destinado a quedarse solo en los papeles.
La pregunta es cuando y con qué tema creerán los opositores -no hablemos ya de los "amigables", de los que nada puede esperarse- que es oportuno pronunciarse, o hacer algo al respecto para frenar la sostenida erosión del piso democrático que lleva a diario este gobierno autócrata; que tiende a fortalecer sus resortes de poder en estas cuestiones, al mismo tiempo que resigna el manejo del país a favor de la voracidad de los grupos económicos del país y del extranjero.
Aunque más no sea preguntar por qué es necesario que la SIDE tenga 100.000 millones de pesos en fondos reservados, o por qué para esos fines hay plata, y para el incentivo docente, subsidiar el transporte o pagar pensiones por discapacidad, no.