"SIGNOS" incluye inéditos de Teresa Parodi, en una canción dedicada a Santiago Maldonado, de Ana Prada y de Nacho Vegas; además de grabaciones realizadas especialmente para esta ocasión por Vicente Zito Lema, El violinista del amor y los pibes que miraban, La Lija, un grupo de niños que grabó un texto de Liliana Bodoc y Banegas en un poema de T.S. Elliot. Gabriella Lucia Grasso, de Italia, compuso y grabó Spara Ora, especialmente para SIGNOS, canción sobre la violencia contra la mujer.
La producción, que contó con los apoyos de Centro de Estudios legales y Sociales CELS, el sello español Nubenegra, Acqua Records, la agencia NODAL, Ojalá S.L. (Madrid), FM La Tribu, CEPETEL, Barricada TV, Mandala Libros, Yusa Records, y la Fundación Augusto y León Ferrari Arte y Acervo (FALFAA), entre otras personas e instituciones, se completa con la Murga Esa te la debo, Oreka TX (País Vasko), Orkesta Popular San Bomba, Rasha (Sudán), Riendas Libres –el trío familiar que encabeza Peteco Carabajal-, Rolando Goldman, Susy Shock, Un solo pueblo (Venezuela) y Yusa (Cuba). Se incluyen también una versión a cargo de la mexicana Amparo Ochoa, cedida especialmente por Ediciones Pentagrama (México), palabras a cargo del Subcomandante Marcos incluidas en el tema grabado por Goldman y una ilustración de Sergio Iriarte.
Este es el texto que acompaña el lanzamiento de Signos:
Es inabarcable, contradictoria y larga como larga es la historia de la explotación de la humanidad por la humanidad misma la suma de literaturas, reflexiones, críticas, defensas, resistencias y luchas que el neoliberalismo ha suscitado. Ya no parece posible hacerse de certezas a las que no les quepa sombra. Con todo, si por aseverar se ganara algo, hay una certeza de la que podemos envanecernos. Una certeza que es triste, pero que es también la herramienta primera si lo que se desea es la transformación de nuestro mundo y nuestras vidas, y si recordamos (o decidimos) que nada es siempre: ni nuestras derrotas ni sus triunfos. Es mucha conciencia ya entender que, al hablar de lo que damos en llamar “neoliberalismo”, haríamos mal en pensar que nos referimos a un “algo” que está por fuera de nosotrxs.
El entramado ideológico de este sistema tiene la impronta genocida del colonialismo, matriz histórica con la que se fijó y estructuró la desigual distribución de la riqueza en el mundo. Esta fase del capitalismo, de uso llamada “neoliberal”, agigantada ya en una “cultura” globalizada, tiene herramientas de disciplinamiento, control y conquista, y éstas son dinámicas y, muchas veces, difíciles de detectar. Utiliza controles oligopólicos de precios, mercados de capitales desregulados, beneficios financieros y bancarios, privatizaciones, ajustes fiscales e impositivos, bloqueos, creación arbitraria de amenazas a valores éticos que el sistema pretendidamente defiende; atomiza, desarticula y destruye las formas de construcción de poder popular, crea y manipula las crisis económicas en beneficio de los sectores dominantes y las redistribuciones de ingreso por medio de políticas dirigidas a generar una mayor concentración de la riqueza; se alimenta de la destrucción del medio ambiente, se traduce en la mercantilización y la financiarización de la economía; resulta en la cosificación de la humanidad, acentúa la explotación, se nutre de y resignifica y robustece sistemas de explotación que lo preceden, como el patriarcado, el racismo y centrismos que mudan según las sedes del poder; enciende guerras, patrocina e invisibiliza genocidios, compromete el desarrollo humano de vastos sectores del mundo, amenaza la sustentabilidad de la vida humana en el planeta y conduce, como corolario, a la exacerbación de un individualismo llevado al paroxismo donde la humanidad toda es presa de un infierno instalado como necesario y que llega, en ese laberinto urdido por los discursos neoliberales, a parecernos decidido por y para nosotrxs mismxs.
Bellamente fue escrito por Liliana Bodoc en una de sus ficciones, refiriéndose a una fuerza enemiga de la humanidad, que aquella maldad hablaba parecido a la verdad. La clave acaso está en aquel “parecido”: vale decir “aparente”. La cultura neoliberal aparenta democracia, aparenta naturalidad, aparenta ética, aparenta justicia, aparenta igualdad, aparenta lo que considere necesario aparentar con tal de asegurar su hegemonía. Porque el neoliberalismo se hace fuerte y sólo puede operar en la confusión.
Esa confusión es provocada de innúmeros modos y atizada en las subjetividades y en las identidades colectivas. Lograr que no pensemos, sintamos y actuemos en nombre de quienes somos, de lxs propixs y en pos de nuestra realización en esta vida y en este mundo, es la condición para que el sistema neoliberal persevere y, por tanto, el objetivo de su discurso. Confundir sus intereses con los nuestros, los de las corporaciones con los de los pueblos, los de las minorías privilegiadas con los de las mayorías despojadas, los del lucro con los de la vida, los de allí con los de acá. Confundir y aparentar.
Buena parte de los esfuerzos del sistema en que vivimos y que nos atraviesa están dedicados a provocar esta ambigüedad generalizada. Por esto mismo nunca se puede acentuar lo suficiente cuánto se juega y decide en la cultura como espacio, práctica, comprensión, pasado, presente y proyección: elementos todos de cuya interacción entre sí y de lo que de ellos interpretemos resultan, en definitiva, nuestra identidad, nuestra realidad y también y, sobre todo, nuestra potencia.
Frente a sencillas fórmulas matemáticas, cuadros estadísticos y una somera y fría ponderación de nuestras realidades socioeconómicas, un defensor de este sistema se hallaría inerme y nosotrxs hubiéramos de advertir, de modo prácticamente indudable, el verdadero objetivo del sistema neoliberal: la obtención y el mejoramiento de ganancias a pesar y en contra de todo lo que no sea ese fin. Sin embargo, algo que se dice y que se podría comprobar con llaneza matemática, no provoca ni determina en las sociedades, con la contundencia y generalización que parecería reclamar, una conciencia y voluntad por concebir y lograr un sistema alternativo. Y esto es porque las cosas son menos lo que son que lo que se crea, decida o consigan hacernos creer que son. Esto es lo que se juega en la cultura, palabra que en esta oración podría trocarse por “conciencia”, “identidad”, “memoria”, “deseo”, “ser”, toda vez que en realidad no sean siempre sinónimas entre sí.
El trabajo cultural puede ser creador y legitimador de esos cordones umbilicales con nuestra tierra, nuestros pueblos y nuestra época. De ahí la inusitada ferocidad con que el neoliberalismo, mediante sus discursos y políticas, atenta contra la cultura popular.
La autodeterminación de lxs sujetxs y las culturas que lxs constituyen es posible sólo si ese bloque social, esa criatura dinámica e inasible nominada como “pueblo”, conquista la conciencia de sí y para sí. La cultura es el pueblo y el pueblo es la cultura, lo que es decir que la cultura debe ser la que cada pueblo, en ejercicio de su libertad, se dé a sí mismo como estrategia para ser lo que quiera ser, en el espacio en que quiera ser y el tiempo en que le ha tocado ser. Y nada más pero nada menos. Nada hay de natural en vivir desviviendo y en la muerte organizada como lucro. Tenemos la potencia para decidir las vidas que deseamos vivir.
El mundo y la vida son resultado de la vida y el trabajo humano a lo largo de la historia. Junto a todas las demás labores, el trabajo de lxs artistas hace al mundo, colabora en crearlo y en reproducirlo. Pero poco se logra desde el átomo. Este trabajo colectivo, segunda edición de una misma voluntad antes expresada en “Épocas. Expresión colectiva por un NO al neoliberalismo”, donde artistas de distintas disciplinas suman sus obras para configurar estos “Signos. Pronunciamiento global por un NO al neoliberalismo” amplía, como necesariamente debía suceder, el gesto-acción de rechazo de un modo de estar en el mundo y el desafío de crear otro. Intenta ser uno más entre tantos esfuerzos por la liberación de la humanidad. Su parcialidad se justifica porque está en movimiento. Ni somos todxs lxs que estamos, ni están todxs los que comparten el deseo aquí manifestado. Pero el rumbo es el de reconocernos desde todas las latitudes. Iremos aprendiendo lxs muchxs que somos. Que este trabajo colabore en ello.