Hace un poco más de un mes Lulú se cayó de la cama. Algo muy común en los bebés. Creo que al 90% de las familias les ha pasado al menos con alguno de sus hijos. En la mayoría de los casos es un susto, algo de culpa (o mucha) para la persona que estaba en ese momento al cuidado del bebé (en este caso yo era la que estaba con ella), tal vez algo de sangre, llamada al pediatra, alguna consulta en la guardia, un chichón feo y grande desaparece al cabo de unos días y todo queda en la anécdota. Algo así me había pasado con Ana, mi hija mayor.
Ahora que ya no soy más primeriza, y con aquel antecedente, estaba segura que no volvería a ocurrirme. Pasó la etapa en la que de pronto, un día, rolan y se deslizan en la cama y el adulto, no acostumbrado a esa situación, a veces no toma todos los recaudos necesarios y si, el bebé se cae.
Lulú ya se movía mucho así que estábamos muy atentos. Pero una tarde la senté en la cama de su hermana y giré el torso levemente, sin siquiera mover los pies de lugar, para agarrar otra cosa que estaba sobre la cama y en esa milésima de segundo la nena vio algo más interesante en el suelo y no se cómo, cayó de espalda sobre el cemento alisado de la habitación de su hermana.
Lloró y lloró pero como no soy madre primeriza, no perdí la calma y pude contenerla hasta que se tranquilizó. No hubo desmayo, pérdida de conocimiento, convulsión, sangre ni ningún otro líquido saliendo de ningún lado. Lulú no se quedó dormida y pasó el susto. Era verano y la pediatra estaba de vacaciones.
Como a la hora, la culpa me hizo llamar al médico de la obra social para que pasara a verla a casa y confirmara que todo estaba bien. Lulú lo recibió de lo más simpática y diciendo hola con su manito, la gracia que había aprendido unos días antes. El médico la revisó y notó que algo en su cabeza estaba hundido. ¿Ya lo tenía de antes? Creo que no. Había que hacerle una placa. Es la rutina que se debe seguir en todo bebé menor de un año, me explicó.
Placa, pediatra de la guardia que me vuelve a preguntar si ese hundimiento era previo a la caída, que si la pediatra nunca me dijo nada, que si había nacido con fórceps. Llaman a otro especialista en imágenes. Confirmado: había un hundimiento y aparentemente era nuevo. Bueno, vamos a controlarla y, cuando toque el nuevo control, lo conversamos con la pediatra.
La verdad es que estábamos tranquilos porque la nena estaba divina, como siempre. Llega el control y lo comento con la pediatra que le toca la cabeza, asegura que el hundimiento antes no estaba y nos dice “no se asusten pero es la cabeza, quisiera que la vea un neurocirujano”.
Cuando Ana se cayó de la cama la llamé desesperada y me dijo que no hiciera nada y ahora, que yo estoy tranquila y no soy madre primeriza me manda al neurocirujano?!?!?!?! Allí fuimos, seguros de que nos felicitaría por la hija hermosa que tenemos. Lo hizo porque Lulú es divina peeeeeeero, como es la cabeza, vamos a hacerle unos estudios para ver si ese hundimiento compromete algo más. Pesadilla.
Llamo a la pediatra para compartir mi hipótesis de que el especialista exagera pero me dice que está de acuerdo con él y entonces tomografía y electro de sueño. Es una bebé señores! ¿Cómo le pedimos que se quede muy quitita para que le hagan la tomografía? Lo del sueño tendría que ser más sencillo: la nena a la noche, duerme. Pero resulta que el estudio sólo se realiza de 9 a 15 horas. Así que me sugieren en la clínica que mantenga despierta a la bebita toda la noche para que llegue cansada a la hora asignada.
No, no. No es factible mantenerla despierta ni que nosotros no peguemos un ojo en toda la noche. Entonces me cuentan que hay otro estudio, más complejo, pero que se hace de noche y a domicilio. Lo cubre mi obra social y el neurocirujano y la pediatra coinciden en que está bien hacerle ese.
Tomografía episodio 1:
No quiero anestesia total. Probemos dándole la teta en el momento. La llevo cansada, le doy la teta y se duerme. La apoyo en el tomógrafo y Lulú, de lo más pancha, abre los ojos y se sienta mirando para arriba esa luz inmensa que la alumbra como el sol del mediodía.
Tomografía episodio 2:
Mejor llevarla dormida. Hay un centro cerca de casa donde realizan la tomografía. Vamos en cochecito y en el camino cae rendida. La apoyamos en el tomógrafo y la nena se despierta.
Tomografía episodio 3:
Anestesia durante siete minutos. Feo tenerla mientras la anestesia hacía efecto pero todo cortito. A la nena la anestesia le pega bien (como a la mamá) y se despierta de buen humor pidiendo “teta”. Habíamos superado el primer estudio.
Ahora podíamos concentrarnos en lo del sueño. En pedir turno y volver a conseguir la orden. El día llegó ayer y una técnica muy simpática, cálida con Lulú y contenedora con nosotros, tocó el timbre muy puntual a las 21.30 como nos había dicho.
La bebita ya estaba cansada pero aún no había tomado la teta para dormir. Lo haría cuando tuviera todos los cables puestos. Nos explica que son 19 cables en la cabeza, dos cinturones, dos cables más cerca de los ojos, uno muy cerca de los agujeros de la nariz, dos en el pecho y uno en el pie. Los cables de la cabeza se pegan con un pegamento frío que asusta a nuestra pequeña. Ella llora a upa mío. Luego del cable 10 mas o menos, intenta arrancarse alguno. Le pido a mi marido si puede seguir él sosteniendo a upa a nuestra bebita que llora cada vez más fuerte. Pienso que es una suerte que Ana haya aceptado la invitación de los abuelos y esté de gran piyamada en su casa.
Pasan 45 minutos y está todo conectado. Lulú se quedó dormida, agotada de llorar. Vuelve a estar a upa mío. Le ofrezco la teta pero no la quiere y vuelve a llorar. Recuerdo su tercer día de vida, cuando me dijeron que tenía que ir a la lámpara porque tenía un poco alta la bilirrubina. Me alegro de estar “menos puérpera” que en ese momento. Pero me siento igual que en ese momento: primeriza con mi segunda hija.
Pasan seis horas en las que Graciela, la técnica, y yo la miramos y volvemos a pegar algún cable que se sale cuando Luli, dormida, se mueve un poco. Graciela empieza a preparar una especie de acetona con la que se despegan los cables que le pegaron en la cabecita. Lulú llora otra vez. Está frío, tiene feo olor y le tira un poco. Graciela lo hace con cuidado pero la bebita acaba de despertarse de una forma muy poco habitual.
Mi hija despide a la técnica haciendo chau con su manito y le tira un beso. Ahora toma la teta con mamá y se queda dormida. A la mañana tiene el pelo todo pegoteado y grasoso. Se despierta de buen humor y yo, que no pude pegar un ojo en toda la noche como si fuera una madre primeriza, espero que los resultados de los estudios den bien y que la única preocupación sea cómo sacar ese pegote de su pelito.
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