¡Tolón, tolón! ¡Tolón, tolón!
Mi lactancia cumple hoy 1 año 2 meses y 3 días, y si me preguntan que cuánto más voy a alargar lo único que puedo decir es "no lo sé",
Cuando nació Pichu, yo no tenía ni idea de nada, lógicamente, pero menos aún de lactancia. En mi entorno no tenía a nadie que estuviera en una situación parecida (madre primeriza y pro lactancia) y aquellas personas que habían pasado por ello no habían tenido una lactancia exitosa, y yo tampoco sabía de la existencia de asesoras, talleres y demás. Así que durante dos meses le di pecho única y exclusivamente, sin embargo, bien porque cogía el peso justo, bien por la falta de conocimiento y el miedo a no estar alimentándola bien, acabé metida en el lío de la lactancia mixta: pecho+fórmula. Cosa que duró hasta sus 5-6 meses, cuando un buen día ya no tomó más. Acepté bien que la cosa fuera así, aunque lloré mucho por saber que esa etapa, al menos con ella, no volvería más. Lo recuerdo como algo precioso. Y no, no fue fácil al principio, porque llegué a tener los pezones en carne viva y sangrando. Sin embargo, ante la pregunta de Papi, que me vio llorar de dolor, de si volvería a dar pecho con todo eso si hubiera un segundo hijo, mi respuesta fue inmediata "¡Absolutamente sí!". Hoy sé que, si mi entorno hubiera sido otro, mi lactancia habría sido prolongada hasta el infinito y más allá. No me siento ni mal ni bien por ello. Lo acepto, sin más. Que no todo en la maternidad es la lactancia. Por suerte es un compendio de muchas cosas, y la primera y principal es el AMOR INCONDICIONAL.
Hoy, 4 años y 11 días después de que empezara mi lactancia con Pichu estoy celebrando que llevo 1 año, 2 meses y 3 días de lactancia ininterrumpida con Rubiazo. Evidentemente, no me siento ni mejor ni peor, sólo diferente. Lo que sí tengo claro es que la información, la experiencia y el entorno lo han sido todo esta vez.
Me hace gracia que, tanto en una lactancia como en la otra, siempre hay opiniones contrarias, o simplemente opiniones. Y es algo que no llego a entender. Supongo que igual es porque no soy de las personas que van dictando sentencias sobre la manera de hacer de los demás. Jamás se me ocurriría opinar de algo tan íntimo y personal, o al menos no directamente a la persona implicada, y menos a modo de reproche o crítica.
La actitud de Rubiazo ayudó mucho en los inicios, ya que desde que salió de mi pancha no se soltó del pecho, literal, hasta que no subió la leche. En 24 horas estaba mamando a tope porque a mí ya me había subido la leche. Y sí, volví a tener un pezón ensangrentado de tanta succión al principio, y aún así, repetiría esos inicios a ciegas.
Como digo, tener a dos amigas, casi hermanas (Helen y Carmen), viviendo su maternidad y lactancia a la vez que yo, y tener además una compi de trabajo (¡gracias Belén!) que había sido asesora de lactancia y a la que podía preguntar siempre que quería, junto con la templanza y la experiencia de no ser primeriza, han sido las claves para que en ningún momento me haya planteado cambios en mi lactancia ni siquiera al reincorporarme al trabajo. Bien es cierto que la cercanía a mi lugar de trabajo ha facilitado mucho el tema. He estado sacándome leche y congelándola durante 6 meses, y mi sacaleches venía conmigo hasta de boda, sólo para que Rubiazo pudiera tomarla de almuerzo en bibe. Me he sacado leche en pleno monte, en el descanso de una excursión con alumnos, y en cualquier sitio en el que me ha pegado la subida. He pedido que me llenaran mi neverita de hielos allí donde me pillaba y todo ello lo he vivido con absoluta normalidad.
Hoy Rubiazo, obviamente, come de todo, pero sigue teniendo su ración de leche cada mañana, al llegar de la guarde, para dormir y durante las noches que está mal por culpa de la boca o de los catarrazos. ¿Es esclavo? Sí, en muchas ocasiones así lo siento, porque en mi vida no sólo está él, también están Pichu, un trabajo al que acudir y en el que me dejo la piel, y una casa que llevar junto a Papi, amén de buscar algún rato para socializarme y mimar mi "yo persona". Y sin embargo, aquí seguimos, colechando (por pura comodidad, a la mierda cualquier teoría) y lactando, y sin fecha de caducidad.
Es curioso porque hasta el año de Rubiazo todo el mundo veía mi lactancia como algo estupendo, y ahora de pronto, de un día para otro, mi entorno más próximo me pregunta, con cara de desaprobación y reproche: "¿Pero aún le das pecho? Yo es que estas modas no las entiendo" "¿No piensas quitárselo? / ¿Cuándo piensas quitárselo con lo grandote que es?". Mi respuesta a la primera pregunta es siempre un simple "sí", y mi contestación a la segunda es un sencillo "no lo sé".
Podría enzarzarme a contestar, explicar, dar motivos. Pero, la verdad, paso, por dos razones: una, porque a quien te juzga mientras pregunta no le va a servir de nada ninguno de tus razonamientos, pues te han crucificado antes incluso de preguntarte; dos, porque lo que respondo es la verdad: no tengo ni idea de hasta cuando voy a prolongar mi lactancia, no me lo he planteado. Sólo sé que a Rubiazo no le hace ningún mal, más bien al contrario, que le alivia cuando está muy malito y, qué narices, que es la cosa más cómoda del planeta. De hecho, aunque en clave de humor, ya di mis 10 razones para prolongar la lactancia hace tiempo.
Lo que está claro, y la conclusión que saco de mis dos experiencias, tan dispares, con la lactancia es que nunca llueve a gusto de todos, y que, hagamos lo que hagamos, las madres siempre somos cuestionadas o juzgadas. Es patético. Sobre todo porque, tristemente, quienes juzgan suelen ser otras madres, mayores o no. Y la verdad, no lo entiendo. A mí me da igual como alimente una madre a su bebé, teta o bibe, bibe o teta, siempre y cuando lo haga desde el amor casi animal que sentimos las madres. Quien decide una u otra cosa lo hace pensando en el bien común, ya que obligarse a lactar si no sientes que quieres hacerlo puede ser más contraproducente que exitoso. Y más teniendo en cuenta que cuando alimentamos a nuestros hijos, bibe o teta, vivimos momentos únicos de intimidad en los que la transmisión de sensaciones y sentimientos es muy pura. Igual pasa con aquellas mamis que se han dejado, literal, la piel, intentando una lactancia exitosa y no lo han conseguido por diversos motivos. ¿Quién se cree con el derecho a opinar sobre ellas? Nadie debería hacerlo, y ellas mismas no deberían juzgarse con tanta dureza.
Pero como nuestra sociedad es así de machacona, de "antiapoyo" y de farandulera, sea como sea, y lo hagas como lo hagas... ¡Van a hablar de ti!
Pues si algo he ganado con mi bimaternidad es justo esto: una sordera selectiva o un estado de "no me afecta si yo no quiero", que son los colaboradores directos cada vez que alguien me suelta la preguntita de marras "¿hasta cuándo...?". Así que mi nueva respuesta "pro-lactancia de Rubiazo" pasa a ser: "¡Hasta el infinito y más allá!".