Iramain alerta sobre las consecuencias de una ruptura con Pedraza “a la manera que lo reclama Ramal” (sic). Se refiere a nuestro planteo de que las burocracias sindicales de Pedraza y Maturano, así como los privatizadores, sean expulsadas de la gestión del ferrocarril, algo elemental contra quienes están comprometidos en la comisión de un asesinato político. Que, en consecuencia, el ferrocarril sea reestatizado, bajo una gestión democrática de trabajadores y técnicos electos. En ese caso, se horroriza el autor, el servicio de trenes “sería cortado por varias horas”, y las “bandas” apedrearían Constitución, Once y Retiro. Pero la burocracia sindical, en los últimos sesenta días, ya paró el ferrocarril cuatro veces, en defensa de la impunidad de la patota. ¿Dónde estuvo cada uno? El gobierno, tolerando las extorsiones de Pedraza. ¡Nadie procesó por “extorsión” a los responsables de estos verdaderos lock outs patronales! Mucho menos, a los verdaderos responsables de los desmanes de Constitución, armados para defender los intereses de la patota. El PO y la agrupación Causa Ferroviaria, en cambio, denunciaron a esos paros por antiobreros, llamando a los ferroviarios a realizar asambleas para repudiarlos.
“Piedras”
Iramain recuerda “el 2001”, cuando se peleaba “para reclamar trabajo” y lo compara con la lucha actual por “salario”, “mejor representación sindical” o la “efectivización de los contratados”. Pero no era K quien protagonizaba esa pelea, él estaba ocupado en darle una feroz biaba a la Asamblea Popular de Río Gallegos. Éramos nosotros, cofundadores de la Asamblea de Trabajadores Ocupados y Desocupados -junto a Alderete y D’Elía- en una iglesia de La Matanza. Iramain representa aquél acontecimiento extraordinario de una forma peculiar: dice que el PO “tiraba piedras, como sigue tirando ahora”. Este exabrupto es ‘funcional’ al duhaldismo (para usar un lenguaje en boga), que decía exactamente eso de los piqueteros cuando fue gobierno, ello junto a los kirchneristas Aníbal Fernández y Juan José Alvarez, los diseñadores del plan represivo que terminó con la vida de Kosteki y Santillán. Los Kirchner, por su parte, se probaban el traje presidencial que les había obsequiado, precisamente, Eduardo Duhalde. Pero diez años después ¿en qué campo se encuentra cada uno cuando, al decir de Iramain, se lucha por una “mejor representación sindical”? ¿No nos explica en esa columna precisamente lo contrario –que toda oposición a Pedraza debe ser excluída para evitar las consecuencias políticas de un enfrentamiento político contra la patota? El Partido Obrero organiza agrupaciones de oposición a los Moyano o Pedraza. El gobierno kirchnerista, un acto con todos ellos en la cancha de River, para sellar una alianza política y económica con vistas a las elecciones de 2011. ¿Quién es el peón de los Duhalde o los Pedraza?
El alcance de los planteos de Iramain no se detiene aquí, pues en definitiva la santa alianza ferroviaria es una forma de mantenimiento de la privatización ferroviaria del menemismo y de nuevos negociados, como ocurre con la compra de vagones usados en España, Portugal o China, o como ocurre con las empresas tercerizadas de Pedraza, que chupan de la teta del presupuesto del Estado. La gestión privada del ferrocarril constituye un monumental desangre para el Estado y, por lo tanto, una traba insalvable para producir la modernización, extensión y desarrollo del sistema ferroviario argentino. Entre paréntesis, nuestro reclamo, poner fin a la privatización ferroviaria y ruptura con la camarilla de Pedraza, es típicamente nacionalista burgués, no es socialista, lo cual sirve para tapar la boca a tanto charlatán que jamás ha tenido el coraje intelectual de confrontar con el programa del Partido Obrero o con lo que nuestro partido realmente escribe.
Blumberg, ahijado de Kirchner
El columnista acusa al PO de haber “marchado con Blumberg”, lo cual añade a su afán de desplazar la atención política del único punto fundamental del momento, que es el juicio y castigo a TODOS los asesinos de Mariano y el despojo de los privilegios políticos para la patota. Es como si recordáramos ahora, por caso, el vaciamiento del Banco de Santa Cruz para entregarlo a Eskenazi, o la privatización criminal de YPF. Iramain pretende descubrir un gen derechista en el PO. En el intento, se hunde con su propia evocación. A la movilización donde concurrió el PO, asistieron centenares de miles de personas, entre los que se encontraban las víctimas de la inseguridad policial (gatillo fácil). El PO fue a luchar contra el programa de Blumberg, o sea, a reclamar la destitución de los jefes policiales y a rechazar cualquier reforzamiento del aparato judicial o policial asociado al crimen. Ese movimiento se escindió entre quienes, como el PO, organizaron a los familiares de las víctimas contra el Estado, y los que, como Blumberg, salieron a reclamarle al Estado mayor represión. ¿Dónde se ubicó el kirchnerismo? ¡Pues con Blumberg, a quien los Kirchner le aprobaron la baja en la edad de imputabilidad y todas las normas represivas que aquellos exigían!, entre ellas, la incorporación de la figura del "secuestro coactivo agravado” al Código Penal, usada para procesar, años después, a diez dirigentes de la FUBA. La futura intelectualidad “K” miraba por TV la “crisis de inseguridad”, sin haber librado jamás una batalla en el seno del pueblo por un programa contra el Estado y los represores. Ahora toman la caracterización del PO, a saber, que la inseguridad nace de los aparatos de seguridad y represión del Estado, para balbucear una propuesta de ‘seguridad democrática’, que plantea gobernar con el Código Penal, con gases vomitivos y con los servicios de inteligencia, como se demostró en el empeño de Garré por salvar el ascenso de un ex carapintada e integrante de la inteligencia militar bajo el proceso. Esa “seguridad democrática” debutó con el procesamiento de activistas ferroviarios del Partido Obrero. Con esto, cierran la política que iniciaron el mismo día en que la patota mató a Mariano –criminalizar al PO, primero con aquello de que “nos tiraron un muerto” y ahora con nuestro procesamiento. Este es el contenido de la ‘seguridad democrática’, que dirigirá una ex funcionaria de De la Rúa, cuyo gobierno está enjuiciado por los crímenes del 20 de diciembre de 2001. El brulote de Iramain se inscribe en esa desvergonzada macarteada. Repetimos: ustedes, los K, convirtieron en leyes el programa de Blumberg.
Un solo demonio
Iramain ataca el planteo de nuestro afiche: “Que el gobierno rompa con Pedraza”. ¿Cómo nos reclaman esto, se pregunta, si hemos ascendido a la fiscal de la causa de Mariano Ferreyra al cargo de viceministra de Seguridad?. Pero la fiscal Caamaño deja la causa (inconclusa) de Mariano para criminalizar, desde su nuevo puesto, ... a los compañeros de Mariano. La fiscal ha dejado de ser la acusadora de Pedraza para serlo del PO. Nilda Garré, la jefa de Caamaño, en una conferencia de prensa urdió una amalgama de falsificaciones para involucrar al Partido Obrero en los desmanes de Constitución. Garré se ha estrenado con un montaje. Estamos frente a uno de los escándalos político-judiciales mayores de la historia argentina. El asesinato de Mariano fue un crimen político contra los luchadores obreros. Si el gobierno acusa ahora a sus compañeros en lugar de expulsar a sus perpetradores del sistema político –como ocurre con el sistema que une a la Secretaría de Transporte, la burocracia de Pedraza y los empresarios del régimen– se convertirá en su cómplice. ¿El ascenso de Caamaño sería, según él, “la manera” oficial de romper con Pedraza? Ya vemos que no.
Pero la hipótesis de que el gobierno “no rompe con Pedraza por temor a “un paro de varias horas” ofende la inteligencia del lector de “Tiempo”. Las razones son muy otras. Por un lado, la ruptura de la gestión empresarial y burocrática en el ferrocarril sería un golpe a los Cirigliano, Roggio o Romero, o sea, un paso de ruptura con la burguesía nacional precarizadora. Pero la expulsión de los Pedraza de los sindicatos significaría un principio de quiebra de la regimentación de la clase obrera, que tiene casi un siglo. La batalla del ferrocarril, contra las tercerizaciones y por el juicio y castigo a los asesinos de Mariano Ferreyra, concentra una lucha por la autonomía política de los trabajadores. Mientras una cierta intelectualidad se conchaba como peona de los tercerizadores, su Estado y sus partidos, el Partido Obrero lucha para que la clase obrera no sea peón de nadie, y pueda desde ahí desarrollar su propia perspectiva histórica.
Marcelo Ramal
14 de enero de 2011