Siguen matando mujeres

Publicado el 09 septiembre 2011 por Daniela @lasdiosas

Cassandra Bouvier, Houria Mounmi, dos jóvenes estudiosas francesas del Instituto de Estudios Superiores de América Latina de la Universidad Sorbonne Nouvelle - París III, que al parecer investigaban el desvío de fondos de la cooperación para indígenas del Chaco salteño, quienes sufren cotidianamente violencia y la violación de sus derechos colectivos de parte de quienes quieren apropiarse de sus tierras para la producción intensiva de soya, fueron asesinadas en San Lorenzo en el mes de julio, golpeadas, baleadas y violada una de ellas, según ha informado la prensa.

Marcela Yarce Vivero y Rocío González Trápaga, periodistas, la primera responsable de relaciones públicas de la revista Contralínea, la segunda periodista independiente, “voces públicas, molestas al sistema” como dice Francesca Gargallo (1), fueron encontradas asesinadas en Iztapalapa, México, asfixiadas, baleadas también al igual que las francesas en Salta.

Estas cuatro mujeres asesinadas, unas en Argentina y otras en México, engrosan las estadísticas de los feminicidios que a lo largo y ancho de nuestra América siguen llenando las páginas de los diarios, sobre todo de la sección policial. Miles de mujeres anualmente son asesinadas, lo son en manos de sus parejas, ex parejas, por desconocidos también, crímenes individuales o en grupos, por diferentes motivos, que van desde el intento de control de la sexualidad, de adueñarse de los cuerpos y de las vidas de las esposas o amantes, hasta crímenes que tienen, como en el caso de las periodistas y las académicas mencionadas, el objetivo de callar sus voces y enviar un mensaje a la sociedad sobre lo que puede ocurrirles a las mujeres que se atreven a romper el orden de género instaurado y adentrarse en los mundos en donde las jerarquías y el poder no admiten cuestionamiento. Es uno de los más crueles componentes de ese conjunto de dispositivos de disciplinamiento que tienen los poderes, pues ¿quién no se llena de terror frente a la posibilidad de ser asesinada de manera tan brutal? ¿Quién no va a paralizarse y actuar según lo esperado socialmente, ya sea en la casa o en la calle? El asesinato de mujeres nos dice que el cuestionamiento a lo establecido se paga con sangre, que las mujeres que se atreven a romper el molde, salirse de lo estipulado para su género, como investigar crímenes contra mujeres o violaciones de derechos humanos, dejar a la pareja violenta o no querer volver con un ex que ya no se ama, amar a otra persona, corren el riesgo de recibir como castigo la pena de muerte. El feminicidio, dice la socióloga guatemalteca Ana Leticia Aguilar, “tiene la función final de controlar, disciplinar y castigar desde el momento en que ocurre la ejecución de una mujer, hasta el tratamiento posterior por los medios de comunicación y los organismos encargados de la impartición de justicia.” (2) Es también, como en los casos que señalamos, un intento de posicionamiento y disputa frente a las instituciones del Estado, que evidencia que son incapaces de garantizar la seguridad de las mujeres y el ejercicio de sus derechos en sus espacios territoriales. “En el cuerpo femenino violado y ejecutado que en las guerras contemporáneas se reduce al enemigo, se lo desprestigia y desmoraliza. Ese antagonista es quien tiene a su cargo, o debería tener, el papel de tutor, protector o responsable por la víctima, papel que, como la agresión prueba, no consigue cumplir, quedando por lo tanto deshonrado en su papel de autoridad viril,” anota Rita Sagato, estudiosa de la problemática del feminicidio en América Latina (3).Es a Marcela Lagarde a quien debemos el desarrollo del concepto de feminicidio. Lo propuso para diferenciarlo del término femicidio utilizado por Diana Russell y Hill Radford en su libro Femicide: The Politics of Woman Killing, por ser una traducción literal del inglés y considerar que era necesario un término que profundice el sentido que tienen los asesinatos de mujeres en sociedades en donde la exclusión, las inequidades y las desigualdades por razones de género son la norma. “En castellano femicidio es una voz homóloga a homicidio y sólo significa homicidio de mujeres. Por eso, para diferenciarlo, preferí la voz feminicidio y denominar así al conjunto de violaciones a los derechos humanos de las mujeres que contienen los crímenes y las desapariciones de mujeres y que estos fuesen identificados como crímenes de lesa humanidad.” (4)El Perú, según el informe sobre feminicidio realizado por la Defensoría del Pueblo (5) tomando los datos del Observatorio de Género en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), ocupó en el año 2009 el primer lugar en Latinoamérica en feminicidios ejecutados por parejas, ex parejas sentimentales o parientes, es decir feminicidios íntimos, los cuales llegaron a 117 de los 135 que ocurrieron ese año.En el año 2010, según el Observatorio de Criminalidad del Ministerio Público (6), se produjeron 130 feminicidios y 49 posibles feminicidios, la mayoría de los cuales (89) está dentro de lo considerado feminicidio íntimo y la mayoría de mujeres asesinadas (93) se encontraban en edad reproductiva, es decir entre los 18 y 40 años, lo cual constituye un dato que no hay que soslayar, pues nos da una idea de cómo el crimen contra mujeres, el control de sus cuerpos, tiene una relación profunda con su sexualidad y sus capacidades reproductivas. Asimismo es importante mencionar lo que indica el informe de la Defensoría antes citado, en el sentido de que aun cuando la violencia es intergeneracional, en su mayoría los victimarios tienen entre 20 y 30 años. Ello da cuenta de cómo se reproduce el orden de género, las jerarquizaciones, las visiones de un masculino superior y de una mujer inferior, por tanto objeto de dominación. Al perpetuarse la misoginia y el machismo, se perpetúa y normaliza la violencia contra las mujeres, generación tras generación.En el presente año, según declaraciones de Aida García Naranjo, ministra de la Mujer y Desarrollo Social, el Perú ocupa el tercer lugar en el número de feminicidios en América Latina después de Guatemala y México. Por ello es relevante que se haya hecho por primera vez referencia a éstos en un discurso presidencial. En su primer mensaje a la nación el 28 de julio pasado, el presidente Ollanta Humala dijo: “Combatiremos el feminicidio y propondremos una revisión de la legislación vigente.” En días posteriores se ha hablado de tipificar el feminicidio penalmente, como en México donde este año la Asamblea Legislativa del Distrito Federal lo incluyó como delito, señalando que se considera feminicidio “aquellos crímenes por razones de género. Es decir, si es a manos de su pareja, hay violencia sexual, lesiones degradantes o mutilaciones, cuando el cuerpo de la víctima es arrojado en un lugar público, o si hay amenazas previas” y conlleva una sanción entre 20 y 60 años (7). Aunque es un paso importante tipificar el crimen contra mujeres como feminicidio y aumentar las penas, si estas medidas no van acompañadas de cambios sustanciales en las diferentes instituciones del Estado puede no tener mayor impacto. Mientras las mujeres sigamos siendo vistas como objetos propiedad de otra persona y no como sujetas de derechos, mientras nuestros cuerpos sean considerados como campos de batalla para combatir al enemigo, mientras la imagen que se transmite en los medios sea sobre todo de objetos sexuales, o de brujas como vemos que sucede cuando una mujer está implicada en algún asunto público, mientras el Estado no garantice la seguridad y los derechos, la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres, mientras sigamos siendo invisibilizadas como protagonistas y mientras no cambie la visión que tienen muchos funcionarios y funcionarias de que la violencia contra las mujeres se debe a que las mujeres nos la buscamos, mientras persista la idea de que las mujeres somos usables o desechables, mientras no se sensibilice a la sociedad sobre el impacto que tiene la violencia de género, mientras las propias mujeres no veamos que el dolor de una mujer en cualquier parte del mundo es también el dolor de todas nosotras, podrán aumentar las penas, pero las mujeres seguiremos siendo víctimas de la violencia feminicida que como un fantasma recorre nuestra América y nuestro país.
Por Rosa Montalvo ReinosoNoticias Ser Perúmadamrosa1@gmail.comLa Ciudad de las Diosas
Notas: 1. Francesca Gargallo, “Marcela Yarce y Rocío González Trápaga: periodistas asesinadas”, blog de la autora, 2 de septiembre del 2011. http://lacalleesdequienlacamina.blogspot.com/ 2. Ana Leticia Aguilar, Feticidio: La pena capital por ser mujer, Diálogo, Nueva época, Año 4, No.44 Flacso, Guatemala, octubre 2005 3. Mariana Carbajal, “La agresión sexual es un arma como cualquier otra”, Entrevista a Rita Segato, Página 12, 23 de agosto de 2011. http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-175139-2011-08-23.html 4. Marcela Lagarde y de los Ríos, “Antropología, feminismo y política: violencia feminicida y derechos humanos de las mujeres”, en Margaret Bullen y Carmen Diez Mintegui (coord.), Retos teóricos y nuevas prácticas, Ankulegi, 2008. http://hedatuz.euskomedia.org/5336/1/14209239.pdf. 5. Defensoría del Pueblo, Feminicidio en el Perú: Estudio de expedientes judiciales, Serie Informes de Adjuntía, Informe No 04-2010/DP-ADM, 2010. http://www.defensoria.gob.pe/modules/Downloads/informes/varios/2010/informe-feminicidio.pdf 6. Observatorio de crimimalidad del Ministerio Público, El Registro de Feminicidio del Ministerio Público: Enero-Diciembre 2010, Lima, 2011. 7. “ALDF tipifica feminicidio como delito”, Vanguardia, 29 de junio del 2011 http://www.vanguardia.com.mx/aldftipificafeminicidiocomodelito-1035103.html