Después de los capotazos de los toreros, dos monosabios comenzaron a golpear con unas varas al caballo de un picador hasta hacerle avanzar al medio …//… Éste de pronto, se acercó, el picador le aplicó la punta de su lanza, el toro embistió y levantó al caballo en el aire. Cayó el jinete al suelo y lo cogieron enseguida, el caballo trató de levantarse, con todos los intestinos sangrientos fuera, pisó sus entrañas con los cascos y agitando las piernas cayó convulsivamente al suelo. …//… Él suponía que los toros eran una cosa completamente distinta a lo que acababa de ver; pensaba que se advertiría el dominio del hombre sobre la fiera …//… en vez del espectáculo que él soñaba, en vez de la apoteosis sangrienta del valor y de la fuerza, veía una cosa mezquina y sucia, de cobardía y de intestinos; una fiesta en donde no se notaba más que el miedo del torero y la crueldad cobarde del público recreándose en sentir la pulsación de aquel miedo.
Y ahora, esta vez si, respetando las reglas del juego, le cedo el testigo a Andrés (APU), Félix (Ladrón de palabras) y Javier (Javir) que aunque como yo mismo estemos motejados, no somos gente del hampa…de momento.