Así pues, ¿dónde nos deja todo esto, en cuanto a la relación entre música y lenguaje? ¿Acaso la música no es más que un postrecillo auditivo, como quiere Steven Pinker que pensemos? La respuesta tiene que ser que, probablemente, no; porque el material que he expuesto en este capítulo indica que la música es demasiado distinta del lenguaje como para ser explicada como una mera derivación evolutiva. ¿Cuáles son, en este caso, las alternativas?
Pues bien, la relación podría ser justamente la contraria a la que apunta Pinker: el lenguaje podría haber derivado de la música. Es una hipótesis que también parece improbable, justo por la misma razón: no permite explicar las propiedades únicas del lenguaje. Otra alternativa sugiere que la música y el lenguaje evolucionaron en paralelo, como sistemas de comunicación completamente separados el uno del otro. La idea tampoco resulta convincente: por mucho que la música y el lenguaje posean características únicas, comparten muchos más rasgos de lo que cabría esperar si las historias evolutivas hubieran sido totalmente distintas.
Queda una posibilidad: que hubiera un precursor común de la música y el lenguaje, un sistema de comunicación que tuviera las mismas características que hoy comparten lenguaje y música, pero que, en determinado momento de nuestra historia evolutiva, se dividiera en dos sistemas distintos.
En un ensayo reciente, el musicólogo Steven Brown se ha mostrado partidario de esta posibilidad y ha bautizado a ese precursor hipotético como "musilengua". (*)
(*) Steven Mithen, Los neandertales cantaban rap, Editorial Crítica, Barcelona, 2007, pp. 45-46.
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