Silencio

Publicado el 04 diciembre 2014 por Isabel Isabelquintin


Diluviaba en la ciudad, nada fuera de lo común en ésta estación. Ésta semana ya perdí la cuenta de las veces que he llegado empapada a casa y por eso el resfriado se instaló en mi. Tomé un par de analgésicos que no sirvieron de nada, esta gripe no da tregua.

Llegué en la noche a casa, escurriendo y con el agua esposada en los zapatos; puse a hervir el agua para el té y pasé a la ducha. El agua tibia me incorporó y sentí subir la temperatura en mi piel. Bebí un par de tazas de ese té de manzanilla que me trajo mamá, me vestí con la pijama rosa de pequeñas flores estampadas y encima un cardigan de lana, unas medias de las mas calientitas; me senté en la cama y me abracé a una manta. Abrí algunos libros e inicié la lectura, a la par respondí algunos mails, pensé en ti y te busqué en las redes sociales, no estabas  y volví a lo mío.

Escribí mi ensayo y luego fui por más té y galletas de avena. Un rato más tarde apagué las luces, me cubrí por completo y cerré los ojos buscando a morfeo. cuando al fin lo logré un insoportable ardor en la garganta me despertó, tomé una pastilla y regresé a la cama.

La mañana me saludó con un dolor más intenso y malestar general. Con las pocas ganas que despertaron conmigo; pasé a la ducha, desayuné jugo de naranja, me vestí con el uniforme y salí de casa. Tuve algunas clases en la mañana, al mediodía mi voz desapareció, ni un hilo siquiera, menos un susurro. Valeria me invitó a almorzar ella quiso ceviche, yo necesitaba una sopa de pollo. La exposición de la tarde tuve que cancelarla y luego empecé a estornudar cada minuto, la alergia tiñó de rojo mi nariz y mejillas y la tos vino a acompñarme. Tomé un par de analgésicos más que no hicieron efecto; así como me repites siempre Lo peor de una gripe es creer que puedes eliminarla, pues se hará mas fuerte.

Con tus palabras repicando en mi cabeza, me resigné. Lo que es peor a esta constipación, es no tener voz, habitando en el silencio de mis labios. No quise cenar y pasé de un salto a la cama. Casi a media noche. llamaste. Te juro que respondí, con todas mis fuerzas hice el esfuerzo de sacar voz pero solo desesperaste, te enojaste y terminaste la llamada.

Pasaron un par de días más en mi silenciosa semana. Me acostumbré a esto de saludar con señas y sonrisas. La gripe se fue pero la afonia se quedó muy cómoda.  Acabó la semana y no llamaste de nuevo, no respondiste mis textos y tu silencio se igualó al mio.  Busqué algún justificante:


¿Ocupado?

¿Tanto?

¿Disgustado?

Al día siguiente mi voz hizo el intento de regresar entonces con mala voz, pasé el día viendo llover y pensando en ti. El domingo fui por tulipanes, algunas manzanas rojas y sandía.

Al regresar a casa, te llamé mas de lo permitido sin hallar respuesta. Para ese punto me preocupaba tu silencio, llevabas toda la semana de viaje y solo hablamos la primera noche. Puse los tulipanes en agua y los dejé en la sala. Sonó el timbre de casa. Abrí la puerta y fue tu inmensa sonrisa la que me saludó. Me abrazaste y nos dimos un beso larguísimo. Con mi tosca voz te pregunté como estabas y porque no me avisaste que llegabas: Me entregaste un papel en el que leí:

"Perdí mi teléfono luego de llamarte y que no hablaras. Al otro día desperté sin voz y sigo así."

Te abracé mas fuerte y te expliqué que así estuve toda la semana.

Sonreíste con sorpresa y complicidad.


Un intrépido silencio nos vino a visitar.
&version;
¡Gracias por leer!