Silencio, que se ve prolongado seguramente por los pasillos de nuestras mentes que recorren fugaces los albores de nuestra memoria.
Silencio, para dejar sin ninguna señal posible, cuál fue nuestro mejor momento, ese que seguramente escribiríamos con letras de oro en nuestra piel, para que nadie escape al olvido.
Levanto la vista del papel donde reflejo mis pensamientos, y quiero, en mi pantalla particular de mi memoria, fijar siquiera un momento espléndido de mi vida.
Silencio. Me dice mi máquina de imágenes pasadas que rebobinan con ahínco mejores tiempos, y a duras penas consigo que queden reflejadas algunas escenas que me hagan avergonzar.
Silencio. Quiero ver si mis naufragios han tenido hechos colaterales que puedan haber provocado sufrimientos a los que me soportan. Eso me duele, pensar que hayan sufrido por mis sufrimientos.
Silencio. Quiero escuchar, aunque sea levemente, algún saludo auténtico, ese recuerdo que me diga: al menos lo intentaste y por ello mereció la pena.
Silencio. Necesito silencio, hasta oír el martilleo de mi corazón y saber que aún se pueden hacer cosas buenas y que al menos alguien, haya podido disfrutar.
Quiero que la gente me grite con todas sus fuerzas para saber que lo que acabo de escribir es, silencio.