Tengo por costumbre escuchar el silencio, oírlo, fluir con él, sentirlo reposado dejándolo sonar libre, armonioso, como una dulce melodía.
Lejos de aburrirme me siento en paz, tranquilo, casi feliz de sentirme y saberme ahí vivo, así que, cuando aparece lo respeto le doy su espacio para que fluya y se quede el tiempo que quiera, sin ataduras, sin prisas.
Sus acordes suenan afinados, su musicalidad repiquetea sin aspavientos, su discreción me alivia me reconforta, sin prisas. incomprendido, yo le dejo entrar, le abro las puertas de Mi Camino de Vida.
El silencio puede durar, un segundo o perdurar horas, hasta días; hay quién lo busca y hay quién lo evita, hay quién lo camufla con ruido, hay quién lo sufre, pero tod@s lo hemos experimentado alguna vez.
El silencio habla. Si, no estoy loco, solo hay que afinar el oído y escucharlo, te sorprenderás, óyelo, siempre que estés en paz contigo mismo ¡Claro!
Supongo cada cual escucha el silencio de mancera distinta, y lo interpreta según su estado de animo, no es lo mismo oírlo en paz, que oírlo por imposición sea cual fuere la causa.
El silencio no siempre lo asocio a soledad, a pena o a un estado de aflicción, ya te digo rotundamente que NO. El silencio es curativo, aporta sosiego es neutro, así que de uno depende que sane o te confine en un abismo de confusión.
El silencio es el único amigo que jamás traiciona.
Confucio (551 AC-478 AC) Filósofo chino.
Cierto, el silencio también es fiel, siempre que lo reclamo acude sigiloso a mi encuentro, sin rencor sin reproche, presuroso por ser escuchado, de ser compartido y admirado.
Con este alegato te regalo un piropo “Silencio”, porque castigado y maltratado como estás por tod@s, asumo consciente que te he ignorado y vapuleado, por inculto por rabia y desconocimiento de no comprenderte en toda tu amplitud.