Silencio…Almodóvar

Publicado el 13 junio 2015 por Icastico

Quedando tantas cosas en la vida pendientes aún de hacer o de someter al escrutinio de mi casi insaciable curiosidad y siendo una de ellas husmear en un rodaje, hete aquí que me puedo ir dejando enterrado este deseo de la forma más inimaginable posible. Enterrado con todos los honores de la firma de El Deseo (este acabó con el otro), productora de sueños de los hermanos Almodóvar que, al frente de un equipo de cien personas entre técnicos y actores (dirección, producción, ayudantes y auxiliares), arribaron a estas costas para filmar algunas escenas de la última película de esa Factoría. Sí, Pedro Almodóvar a 8 kilómetros de la puerta de casa. Dese mi ventana veo el pueblo, al otro lado de la Ría de Ares. Silencio. Es el título, y también el estado adecuado para interiorizar esta ya finita experiencia, recreándome con las sensaciones, todas ellas de calidad humana.

Acudo a reseñas de diarios nacionales y locales para componer y despachar un esbozo de la cinta, breve tirando a secreto, que es el recorrido en el que se mueve el cineasta en esta fase del proyecto. Aconsejo hacer lo propio para ver lo extenso del elenco de intérpretes y otros detalles, ajenas ambas cosas al objeto de esta entrada.

Silencio es una historia que dormitaba en un cajón desde 2011, ahora arrancada de su sueño. Un drama sombrío de universo femenino al que Almodóvar se acerca de nuevo como hiciera en Todo sobre mi madre o Volver, aunque de forma distinta. Emoción “seca”, de una sensibilidad “muy femenina, muy íntima”. Una vuelta al cine de sentimientos, con un enfoque más naturalista pero igualmente pasional. Nada que ver con en el estilo manchego, menos barroco, más desterrado el humor. Rodaje muy largo – 12 semanas – y muy complicado por el gran número y variedad de las localizaciones: Galicia, Madrid, Pirineo aragonés, sierra de Huelva, tierras sevillanas, Toledo. Paisajes de contrastes, del norte al sur, del frío al calor, que refuerzan la carga de una dura historia.

Transita la acción de los años ochenta a la actualidad. Dos nuevas chicas Almodóvar, Emma Suárez y Adriana Ugarte, la protagonizan, interpretando a la misma mujer en la madurez y juventud, respectivamente. “No me gustan nada los trabajos excesivos de maquillaje para envejecer o rejuvenecer actores; prefiero dos intérpretes diferentes y jugar con la imaginación del espectador”, recurriendo por ello a este desdoblamiento interpretativo. Presente y pasado de una mujer marcada por el dolor a través de una serie de viajes trascendentales en su trayectoria vital. En cada uno abandona algo o a alguien importante de su vida, como a su propia hija adolescente. La deja atrás de forma inexplicable y sin una razón conocida. El título hace referencia al silencio de la madre primero y al de la hija después.

Una compleja operación de espalda y una larga rehabilitación que aún no ha terminado mantuvo a Pedro más de un año en dique seco, aflorando una crisis que le llevó a plantearse abandonar el cine y dejarnos huérfanos de arte. Se veía inseguro e incapacitado físicamente para aguantar las exigencias de un rodaje. Recursos para reinventarse tenía, pero se dio cuenta de que para bien o para mal no sería lo suyo. Rodar le alivia, bendita medicina.

Cuatro días para el recuerdo. Me planto para empezar en Redes, lugar de las primeras tomas, pequeña y preciosa localidad que cabe en una postal y cuyas casas marineras hunden sus pies en el mar. Martes y miércoles en Ares, otra perla del Atlántico. Por el medio Mugardos, para seguir presumiendo de Rías Altas. En todos se repite el esquema, antes de la “acción” el trajín que la antecede: furgonetas y camiones que traen en sus tripas el “Mecano” de la fantasía, material técnico y de efectos especiales, como torres de lluvia y ventiladores para crear un temporal en un día de sol esplendoroso (ni siempre ni casi siempre llueve en Galicia, tierra condenada al tópico). Camiones “restaurante” encargados del catering para toda la tropa que desprenden olores de película.

Coches, motos, taxis y autobuses de la época ubicándose en zonas designadas. Mangueras de agua y bifurcaciones. Carpintería, pintura, electricidad, fontanería. Cestas llenas de bebidas refrescantes. Ahora a por bolsas de cubitos de hielo para mantenerlos en forma. Casas alquiladas en el entorno de la escena que hacen de camerino en el que se refugian actrices, actores y demás personal del gremio entre una y otra toma (sonríe Rossy de Palma y Adriana Ugarte, metidas en sus atuendos), pequeños locales con el letrero “se alquila” son ocupadas temporalmente para idénticos fines, manteniendo el cartelito. Figurantes: marineros y paisanos de la zona con vestuario para la ocasión reciben nerviosos e impacientes papeles y consignas mientras no llega su hora. Restaurantes, bares y mesones alivian los estómagos de los mirones. Hoteles con diferentes estrellas…del cine.

Un oasis laboral en una comarca castigada por el paro, un espejismo que aparece y se esfuma. El consuelo de que Almodóvar la coloque en el mapa a la espera de los efectos colaterales. Un brote verde que el gobierno fumiga con herbicida IVA al 21%. Una industria, la del cine, sobrada para hacer marca España, de la buena, del prestigio.

Frenesí. Improvisación. Cambio de planes porque manda el viento cuando la escena se lleva a los mares. El “Plan B” es tan importante como el A (siempre falla algo). Hora de enfoques, decisiones y retoques. Técnicos de aquí para allá, a lo suyo, con cierto peligro para los inconscientes ciudadanos. Paciencia infinita con los curiosos, educación a raudales, se nota la mano de Pedro, ese tacto tan humano. ¡Todos detrás de la cinta!, todos fuera del plano, todo entre “mil perdones”. Obedientes, obedecemos. A cambio el maestro se funde con la gente bajo el grito de ¡guapo!, cae una foto tras otra, queda el recuerdo a recaudo.

Sale del coche con cierto esfuerzo, camina ligeramente encorvado. Lleva el dorso de su mano derecha a la parte baja de la espalda. Mientras habla con su hermano Agustín, su todo, busca alguna pared que comparta el peso del cuerpo, y lo apoya, muy a modo. Era su oficina la calle, parecía el menda un intruso que cual paleto perdido se mezcla con el equipo y los aparatos. Tan hecho yo al arte de no pedir como al de no molestar, sumado a una incómoda timidez que me acompaña allá donde vaya, no hallaba ocasión propicia para robarle un instante al tiempo y congelarlo en mi cámara al lado de Pedro, temía uno que pensara, justo en ese momento, que tales artes no me adornaban, que hubiese preferido el genio verme escondido en la vergüenza antes que darle la lata, pero fue él quien se dirigió a mí para facilitar la labor y un miembro de su equipo quien raudo tomó mi móvil, dispararando dos veces para asegurar este plano menor. Pequeños detalles que hacen grande a una persona que ya es enorme.

(clica sobre la imágen que quieras ampliar)

al lado de la casa azul subes en cuesta a la escena

Preparando una toma

Agustín y Pedro

ventilador

torre de agua

casa de una escena

escena en Ares

llegando

despachando

entregándose

con una persona a la que admiro