Sus silencios clamorosos la alejaron de mi minúsculo mundo.
Se convirtió en una musa intangible y lejana.
Se quedó en mi universo imaginario.
Su despedida dolió como duele el estilete que secciona la piel.
Se transformó en mi sueño recurrente.
La dueña de mi mente.
El más dulce los versos.
Las lágrimas poblaron mis ojos en su nombre.
La huella de sus ojos inspira mis escritos.
Su ausencia pesa, duele amándola en secreto.
Cada día me sumerjo en el mar de sus ojos.
Ansió la llegada de la noche para volar a su lado.
Solo así puedo abrazar a mi ángel.