Revista Cultura y Ocio

Simbolismo y arte en la catedral románica de Santiago de Compostela (I)

Publicado el 25 junio 2015 por Debarbasyboinas @DeBarbasYBoinas

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Introducción al culto del Apóstol

Desde la aparición de los restos del apóstol Santiago el Mayor (o el Zebedeo), junto con los de sus discípulos Teodoro y Atanasio en el año 813, empieza el culto a su sepulcro y a sus reliquias, convirtiéndose en uno de los tres grandes centros de peregrinación del cristianismo, junto con Roma y Jerusalén. Pero este culto solo empezó a ser documentado a partir del siglo XI. Se sabe de la importancia de algunos personajes que contribuyeron al aumento del culto, como por ejemplo, el obispo Gelmírez, y el proceso llamado “pío latrocinio” (término eufemístico usado para disimular el asalto por parte de Gelmírez de la catedral de Braga con el propósito de aumentar las reliquias de la sede compostelana), que contribuyó a la formación de la importante colección de reliquias que poseyó la catedral a lo largo del tiempo. La posesión de estas reliquias está relacionada con muchas de las festividades religiosas que se realizaron a lo largo del tiempo en Compostela. Si normalmente la devoción a los restos del Apóstol es muy grande, en estas festividades aumenta considerablemente, por lo que estos restos necesitaban de una arquitectura protectora y a la vez acogedora, capaz de albergar a los abundantes peregrinos que se acercaban a la catedral y a aquellos que acudían a la celebración de las festividades religiosas, tanto a las eucaristías ordinarias (sobre todo, a la dominical), como a las fiestas especiales, y de proteger de manera lujosa las tan importantes reliquias del Apóstol. Esta arquitectura evolucionó según las necesidades de cada momento. Subordinada a la arquitectura, se encuentran las artes figurativas, que además de su valor estético, aportan un gran significado religioso y teológico al conjunto artístico de esta catedral. En menor medida, la documentación nos habla de los autores de estas obras o de los donantes o personajes que encargan estas obras de arte, que son las que contribuyen con el financiamiento de estas obras de arte y marcan de manera significativa la realización de las mismas.

Evolución arquitectónica y artística de la catedral

Los inicios prerrománicos

En los inicios de la construcción de la catedral, se planteaba un serio desafío: combinar la verticalidad de las dos cámaras superpuestas prerrománicas que acogían los sagrados restos del Apóstol y sus discípulos, con la necesidad de cubrir física y espiritualmente a los fieles que allí se acercaban, de manera horizontal. En la primera basílica prerrománica, la basílica de Alfonso II, hecha con piedras y barro en el año 829, se hace un deambulatorio con absidiolas que sirven de capillas alrededor de esta cámara superpuesta, para la circulación de los fieles. También se hacen capelas en el transepto, con diferentes advocaciones. Se saben los motivos por los cuales se eligió un planeamiento basilical en lugar de uno centralizado (a pesar de que esta última opción fuese a priori la más adecuada para un santuario con un concepto martirial): uno de tipo litúrgico y ceremonial (de esta manera, no se interrumpen las celebraciones religiosas mientras los peregrinos pueden acudir a la visualización de los sagrados restos del Apóstol y sus discípulos), y otro por la capacidad de acogida y mejor visión. El rito que se practicaba en estos momentos era el que estaba vigente en estos momentos en el reino astur-leonés: el rito mozárabe, heredado de la tradición visigótica (es el modo de celebración del sacramento de la Eucaristía propio de la Iglesia Católica en España durante sus primeros diez siglos de existencia). Posteriormente, a finales del siglo IX se hizo una basílica de dimensiones mucho más grandes y con una riqueza de materiales mucho mayor (mármol y piedra calcárea), compitiendo así con los santuarios más suntuosos del momento (es la basílica de Alfonso III). Según afirman las crónicas árabes, esta basílica fue destruida por Almanzor en su campaña de finales del siglo X, pero hubo una reconstrucción muy rápida, a cargo del obispo Pedro de Mezonzo y el rey Bermudo III, el santuario se volvió a consagrar en el año 1002 (otras fuentes dicen el año 1003). Pero esta basílica no era adecuada en sus dimensiones ni en su estilo para poder convertir a Santiago de Compostela en un importante centro de peregrinación, como los que había en la época, como lo era, por ejemplo, Sainte-Foy de Conques (Francia), por lo que no mucho tempo después, se realizaría el cambio necesario para poder alcanzar este objetivo.

La primera construcción románica: Peláez y Dalmacio

La primera construcción románica de la catedral, fue realizada durante el obispado de Diego Peláez, concretamente se inició en el año 1075. Se hizo sin interrupciones hasta el año 1088, bajo el mando de los maestres Bernardo y Roberto (probablemente fuesen de origen galo), y después con la participación de un tal maestre Esteban. En este tiempo, se realizan únicamente las tres capillas centrales del deambulatorio vinculadas a la comunidad de San Pelayo de Antealtares (San Salvador, San Pedro y San Juan). Por discrepancias entre el monarca Alfonso VI y Diego Peláez, las obras de la catedral fueron paralizadas hasta el año 1093 (otras fuentes dicen el año 1094). El monarca depone a Diego Peláez en el año 1088, y se produce un vacío de poder en el obispado hasta la llegada del obispo cluniacense Dalmacio, que retomará las obras. Continuará con el proyecto de Peláez, pues a pesar de la deposición de este último y su exilio al reino navarro-aragonés, Peláez conservó en Compostela a dos hombres de confianza, Segeredo y Gundesindo, que se encargaban de la administración de la catedral. En este nuevo período, corresponden la decoración de los tramos rectos del deambulatorio y el triforio absidal, y parte del cruceiro. En la cabecera se introdujo el modelo de capilla poligonal, por lo que se dice que este segundo período constructivo fue realizado por un taller navarro-aragonés dirigido por el maestre Esteban. En el año 1095, poco antes de la muerte de Dalmacio, el papa Urbano II, traslada la sede episcopal de Iria Flavia a Compostela.

La primera reforma románica: Gelmírez

Diego Gelmírez empezó en el obispado de Dalmacio como administrador de la diócesis, y después, en el año 1100, será nombrado obispo. Terminará las obras de la catedral, y hará una reforma de la catedral en consonancia con la reforma gregoriana, que trajo consigo la implantación da reforma gregoriana y la introducción del rito romano (con la reforma gregoriana, entre otras cosas, se unifica el culto, y el rito oficial será el romano, por lo que se deja de usar el rito mozárabe). Esto entra en conflicto con la comunidad de Antealtares. Acabará por expulsar a los monjes de esta comunidad catedralicia que residían en la catedral en 1102, constituyendo un nuevo cuerpo capitular u organización, que puso fin a los usos monásticos. En la reforma de Gelmírez, se va a acometer una total ruptura con los planeamientos prerrománicos. Se planea un espacio amplio y monumental, acorde con la importancia del lugar. Con este nuevo pensamiento, se afirma la idea martirial de que el Altar Mayor debería estar justo encima de los restos sagrados, aunque que haya que destruir la cámara superior y llenar los antiguos deambulatorios (es decir, la destrucción de la cabecera de la basílica prerrománica de Alfonso III), para hacer una amplia plataforma presbiteral encima. Se hace un agujero en el suelo, siendo la única vía de contacto con las reliquias. Esta reforma culmina en el año 1105, cuando Gelmírez consagra la nueva cabecera del Altar Mayor y de los altares de las capillas de las absidiolas y del transepto (salvo una excepción: la capilla de San Nicolás no se consagró en ese año porque no estaba terminada su absidiola). Las advocaciones de estas capelas recuerdan algunos lugares que el peregrino visitó a lo largo del Camino de Santiago. Ademáis, la capilla del Salvador, franqueada por las de San Pedro y San Juan Evangelista, ponen de manifiesto la importancia del apóstol Santiago, rememorando el episodio de la Transfiguración (episodio en el que a Jesús se le aparece Dios Padre y los profetas Moisés y Elías en un monte alto en presencia de los apóstoles Pedro, Santiago y Juan). Otras capillas, como la dedicada a San Miguel Arcángel, son muy importantes en el desarrollo de algunas celebraciones, por ejemplo, las celebraciones pascuales del Triduum Sacrum (celebración propia del período de Semana Santa, consistente en conmemorar los tres grandes misterios de la Redención: Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, a través de las ceremonias de la Adoratio Crucis, Depositio, Elevatio, y la Visitatio Sepulchri). Gelmírez conservó el cuerpo de naves prerrománico hasta el año 1112, debido al desarrollo de los oficios litúrgicos (debido al estado de las obras de la nueva catedral, no se podía acoger a los fieles a cubierto en la nueva construcción para la realización de los oficios litúrgicos). Para potenciar el Altar Mayor, Gelmírez encargó un suntuario frontal de plata y un ciborio “de oro y plata y conveniente artificio (…) que su exquisito gusto expuso a la humana consideración”. Este ciborio, igual que el del Altar Mayor de San Pedro del Vaticano (que sirvió de inspiración), tiene fustes helicoidales decorados con putti vendimiadores (los putti son figuras de niños, frecuentemente desnudos y alados en forma de Cupido o querubín). En los años posteriores a 1105, Gelmírez se preocupó de otorgar solemnidad al corpus celebrativo. Esto llevó a pensar a Gelmírez que los miembros del nuevo cuerpo capitular, formado por 72 canónigos y 7 cardenales (son una imitación de la Iglesia romana: los siete cardenales eran los únicos con capacidad para poder oficiar misa en la Capilla Mayor), necesitan de un espacio digno y acomodado para cantar los oficios marcados por la liturgia, por lo que se creó un coro, que según dicen algunas fuentes, era “bastante capaz”, posiblemente estaría hecho de piedra y madera. En las esquinas del coro se hicieron púlpitos, en la parte de los cantores y el subdiácono (la parte derecha) y la de las sagradas escrituras (la parte izquierda). En la última etapa de su vida, Gelmírez encargó un retablo “muy elaborado con antigüedades, cuyo valor supera la materia”. En este retablo se representa a Cristo en majestad metido dentro de una mandorla polilobulada rodeado por figuras de la Virgen. También fue muy importante la iluminación del altar, que debía de hacerse de manera artificial, hubo donaciones y testamentarias que tienen que ver con lámparas, aceites y cera. Destaca la descripción que se hace en el Códice Calixtino de tres grandes lámparas plateadas que pendían del altar de Santiago, donación del rey Alfonso de Aragón. La luz también hacía acto de presencia en la liturgia y en la labor divina, pues se considera a Cristo como la luz del mundo, como el que concede la salvación eterna. Gelmírez también fue el encargado de adjuntar el nuevo palacio episcopal en la portada norte de la catedral en 1117 (forzado por la revuelta urbana que tuvo lugar ese mismo año). A través de la plaza de Platerías, se podía acceder tanto a la catedral por la puerta de Platerías como al palacio episcopal. Esto significa la conexión entre el poder civil (todos los viernes se celebraban juicios presididos por el propio prelado y había un consejo de canónigos-jueces que desempeñaba funciones de tipo político-religiosas) y el religioso. A nivel arquitectónico, la obra de la catedral románica tras la reforma gelmiriana, se encontraría prácticamente terminada en el año 1122. Dos años antes, Gelmírez consigue ser el primer arzobispo de Compostela, gracias a un decreto del papa Calixto II, que eleva a archidiócesis a la sede de Compostela.

Simón de Eiré


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