Simplemente, Praga

Por Magiaenelcamino @magiaenelcamino

Praga es una ciudad hermosa. Tan hermosa que no sé por dónde empezar a escribir. Ni qué contarles. Ni qué fotos compartirles. Se me ocurren mil maneras, pero ninguna me convence. Quiero subir todas las fotos, pero después me dicen que los post son muy largos.
La descubrimos de manera desordenada, sin un plan fijo, porque no conseguimos un mapa hasta el tercer día. No porque no los haya, sino porque no pasábamos por el lugar indicado en el momento correcto. Y yo sin mapa me siento algo perdida. No sé si lo uso mucho una vez que lo tengo, pero al principio me es muy útil para ubicarme y saber dónde están los lugares a los que quiero ir.
Los primeros días nos alojamos en la casa de un chico a través de couchsurfing que vivía en las afueras de la zona más céntrica y turística. Lo malo era el tiempo de transporte, lo bueno era que pudimos conocer otra parte de la ciudad que también nos gustó mucho.
Esa misma tarde, cuando llegamos, decidimos salir a caminar y casi sin quererlo llegamos a un río. ¡Era el río Moldava! ¡Y no estábamos tan lejos de la zona más turística y linda para conocer!
Mientras nos acercábamos y apenas nos asomamos al río vimos construcciones similares a las que habíamos visto en San Petersburgo. Esos edificios robustos, majestuosos, que cuidan de las aguas del río como los caballeros de sus reyes. En la orilla había parejas y amigos que tomaban una cerveza mientras disfrutaban de los colores que el sol del atardecer le imprimía a los edificios. Del otro lado, los visitantes hacían fila para subir a las embarcaciones colectivas.
Decidimos cruzar uno de los puentes y nos encontramos con que en esa esquina, justo ahí, estaba el edificio conocido como Casa Danzante. Una obra del arquitecto checo-croata Vlado Milunic, que tuvo varios detractores al principio por su contraste con los edificios góticos, barrocos y de art nouveau, que rodean la zona. Fue una sorpresa verla en ese momento porque no lo esperábamos, solo habíamos salido a caminar.


Después de cruzar el puente seguimos bordeando el río y llegamos hasta otro puente desde donde se veía el más famoso de Praga, el puente de Carlos, pero ya estaba oscureciendo y decidimos dejarlo para otro día. Los barcos seguían yendo y viniendo con turistas que navegaban por el río y disfrutaban de una hermosa puesta de sol. Nosotros nos guardábamos lo mejor para el día siguiente.

Al otro día salimos de la casa temprano, nos tomamos uno de los tantos tranvías que recorren la ciudad y preguntamos por el puente de Carlos.
Hace muchos años, en el escritorio de un editor amigo siempre veía un libro que me llamaba la atención su portada. Era una imagen gris y turbia de un puente. Era una imagen tomada de madrugada, durante el invierno. El puente tenía unas esculturas negras y al fondo se veían varias torres con cúpulas que me encantaron desde ese primer contacto visual. Esa imagen resultó ser del puente de Carlos, el más viejo de la ciudad de Praga, que atraviesa el río Moldava y une la Ciudad Vieja con la Ciudad Pequeña. Esa imagen la vería repetida hasta el cansancio en los puestos y negocios de sourvenirs. Esa imagen no la pude ver en vivo y en directo, porque los días estaban soleados y nosotros ya no podemos madrugar como antes, pero disfruté mucho cruzarlo una y otra vez.
Cuando estábamos en el tranvía, una pareja nos dijo que nos bajáramos en un determinado lugar para ir al puente, pero desde la ventanilla vi la imagen que aparece en la siguiente foto y le propuse a Dino bajarnos ahí. Me resultaba una zona muy linda como para no conocer.


Cuando bajamos dimos una vuelta de 360 grados con la vista para observar todo lo que nos rodeaba. Era hermoso. Tomamos una de las calles por donde había más gente y, de repente, la vimos. A lo lejos se visualizaba una de las torres del famoso puente. Son esas torres góticas incofundibles, con las cúpulas negras y sus extremos con conos angostos y altos. Doble sorpresa. Estábamos en el lugar indicado casi sin quererlo.

En los meses de verano el puente suele estar más concurrido que en los meses de invierno, pero siempre encontrarán artistas callejeros, como pintores y músicos, y varios vendedores de recuerdos. Lo atravesamos varias veces como queriéndolo aprovechar al máximo. Es que siempre encontrábamos algo nuevo para mirar. A veces eran los detalles de alguna de sus 30 estatuas barrocas que decoran los 516 metros del puente. Otras veces eran los rituales de las personas, como las que enganchan los candados para jurarse amor eterno o las que tocan alguna parte de la estatua para conseguir un poco de suerte. Otras veces eran los artistas callejeros que siempre están en los mismos lugares o las vistas del Castillo de Praga y los demás puentes. Siempre valía la pena atravesarlo otra vez.


Desde el puente tuve una de las imágenes más lindas que recuerdo. Cuando camino por los centros urbanos y me siento una radióloga de ciudades, me encanta mirar hacia arriba. Y Praga tenía muchas cosas para ver cada vez que miraba hacia arriba. Lo que más tenía eran cúpulas. Unas cúpulas que no había visto en ningún otro lugar o, por lo menos, no en tanta cantidad. Desde el primer día que salimos a caminar sin rumbo me cautivaron. Y desde el puente tenía una vista privilegiada de algunas de ellas.

Una vez del otro lado del puente, y luego de pasar por su otra torre (a la que se puede subir para tener hermossas vistas del puente y la ciudad), nos metimos de lleno en la Ciudad Vieja. Las calles angostas, los locales de sourvenirs y los puestos de trdelnik (masa de harina dulce enrollada en un pincho, que se cocina a la braza y se puede rellenar con crema, chocolate y frutas) nos llevaron derecho a la plaza principal. Esa que te conquista con su arquitectura, su amplitud, su reloj astronómico y su Iglesia de Tyn, que les contamos mejor en este post.

Cruzamos la plaza (lento, porque Tahiel se entretuvo varios minutos paseando su carrito) y nos desviamos hacia las calles de la izquierda para llegar, sin saberlo, al barrio judío de Praga, llamado Josefov. El nombre del barrio se debe al gobernante José II, quien propulsó la integración de las comunidades judías a la ciudad Praga. Una de las visitas más comunes es hacer el recorrido por las Seis Sinagogas y el Cementerio Judío.
Las sinagogas son:
Pinkas, fundada en 1479, y ubicada cerca del Cementerio Judío. En su interior tiene grabado los nombres de los más de 77.000 judíos checoslovacos asesinados por los nazis.
Española, fundada en 1868, se llama así por su decoración morisca similar a la que se encuentra en Granada. Frente a esa sinagoga se encuentra una estatua en honor a Franz Kafka.
Maisel, construida a fines del siglo XVI y reconstruída luego de un incendio contiene en exposición objetos pertenecientes a familias judías.
Klausen, construida en 1694 y ubicada junto al cementerio judío. En su interior hay una colección de libros en hebreo.
Alta, construida en el siglo XVI, tiene una colección de objetos de plata y telas.
Vieja-Nueva, esta sinagoga fue construida en 1270 y es la más antigua de Europa que sigue en funcionamiento. Su edificio es de los primeros de estilo gótico en la ciudad de Praga y para ingresar es necesario pagar aparte (no está incluida en el ticket del circuito de las sinagogas).

Para terminar con un día que había empezado desordenado y sin planes decidimos ir a ver una obra del famoso Teatro Negro de Praga… ¡En Praga! Estábamos tan emocionados con la posibilidad de ver una obra del teatro original en la ciudad que sacamos entradas esa misma tarde para la noche. Pensamos que nos íbamos a encontrar con precios muy altos, pero no eran tanto como pensábamos y valía la pena darse el gusto. Era algo especial. Tuvimos miedo por cómo podía llegar a portarse Tahiel. La obra duraba una hora y media y el teatro era pequeño. Nos acomodamos en las últimas filas para poder salir rápido apenas Tahiel hiciera algún ruido extraño, pero ante nuestra sorpresa, no solo no tuvimos que salir, sino que Tahiel lo disfrutó casi más que nosotros. Estaba totalmente atento a lo que pasaba, hacía gestos de asombro y aplaudía cuando los demás lo hacían. Tan bien se portó, que cuando salimos el chico del teatro le regaló tres juguetes (que obviamente cargamos nosotros). Un genio y una hermosa manera de cerrar un día desordenado, lindo, soleado y lleno de magia.


En el próximo post les contamos la visita al Castillo de Praga y las veces que nos cruzamos con Franz Kafka.
Gracias por acompañarnos, aunque el post sea largo!

Información práctica

El ticket para el recorrido de las sinagogas cuesta 24 euros. Incluye la visita al cementerio judío, pero no a la sinagoga Vieja-Nueva.
Con la entrada te dan un mapa bastante claro con la ubicación de cada una. Están muy cerca una de otras.

La obra del teatro negro que fuimos a ver fue Antología, the best of black light theatre, en el teatro que se encuentra en el Palacio Savarín (ahí mismo se encuentra el Museo del Comunismo). La calle es Na Příkopě 10, Praha 1. Pueden obtener más información en su web.
La sala es pequeña, pero la obra está muy bien. Es sencilla y representa al teatro original.
El costo fue de 580 koronas checas, unos 20 euros aproximadamente.

Si quieren saber más de la ciudad y de las actividades que se realizan no dejen de visitar la web oficial de turismo de la República Checa.
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