Me pregunto si cuando yo entre en la cárcel por alguna barbaridad dicha desde algún sitio cutre del mundo contaré con las mismas facilidades, permisos y comodidades de quien roba a diestro y siniestro del dinero público, de quien tiene contabilidad B o se llama Bárcenas, en fin, yo también quiero irme a esquiar a un lugar bonito mientras tengo el dinero de mis vecinos pobres escondido en Suiza, el colchón o Cuba, a saber. Creo que sale a cuentas robar a destajo, perdón! Ser político sin vocación pero con mucho descaro porque... ¿En serio, en serio, Esperanza Aguirre, después de atropellar a dos policías en medio de una huída peliculera pretendes ser alcaldesa de Madrid? Cierto es que Ana Botella sólo tiene de genial el apellido si lo unes a un nombre bonito como Johnnie Walker que dejó el listón tan bajo que hasta un minion sería una mejor opción. Menos mal que tenemos otros colores como la sonrisa complaciente de Podemos, la seguridad pasmosa de PSOE o la mirada fugitiva de Izquierda Unida... Dios! Estamos perdidos! ¿Quizá un tal Albert Rivera puede ayudarnos? Mi beneficio de la duda hasta que demuestre ser igual de íntegro que la barba de Rajoy.
Si se me permite un resbalón en la bicicleta, diré que los políticos son como las gotas de agua, todos igual de molestos si van de lado y golpeando la cara. No es la política, son sus fans.
Quizá el poder pervierte así como el chocolate enloquece a los niños, quizá el título de “rey” trae consigo un subidón de chocolate, del negro, del fuerte que hace que esté por encima de la ley que, obviamente, no es igual para todos. La ley sólo es igual para quienes mantienen vivo el país, las personas de a pie, los curritos; pero para los elegidos a dedo para estar arriba, en el globo aerostático del Estado, las leyes son como el ya conocido “lea las instrucciones de este medicamento y consulte al farmacéutico” tan ninguneado como el “lavar a mano”.
Continúa la carrera de fondo para elegir a quienes nos robarán los próximos cuatro años, no nos durmamos, es mejor elegir el material de tortura, así por lo menos sabremos el tipo de dolor que sentiremos cuando el IVA nos corte las venas, cuando la sanidad nos asfixie, cuando la educación nos deje KO y cuando perdamos el conocimiento por la sed que nos generan los grifos abiertos al dejarnos sin agua.