Sin chistes, estaría muerto – Crítica de “Bye bye Berlín” (2017)

Publicado el 25 septiembre 2017 por Manuzapata @vivazapatanet

Un tipo trajeado se pasea delante de otros cinco ajustando detalles de su indumentaria y atusando el cabello grasiento y repeinado de alguno que otro. Señores, somos comerciantes. El comercio es un arte. No consiste únicamente en poner un pie en la puerta. Lo que importa es el espectáculo, la grand opéra. Cuando terminéis, vuestros clientes deberían arrodillarse y rogar que les permitáis comprar algo. Y nunca lo olvidéis, Hitler ha muerto, pero nosotros seguimos vivos.

Nos encontramos en la Alemania de posguerra, en 1946, recién terminado el conflicto mundial y con los horrores cometidos por el nazismo todavía presentes. Quienes tenemos en pantalla son judíos residentes en un Campo de Desplazados estadounidense de Frankfurt, supervivientes de los espeluznantes recintos de exterminio dominados por los militares germanos hasta el año anterior, que se organizan para intentar ganar algo de dinero con el que poder dejar esa tierra fuente de tanto sufrimiento. Si han de aprovecharse del sentimiento de culpa del pueblo alemán o utilizar argucias que explotan la picaresca es algo que, dado el contexto histórico, consideran lícito y moralmente justo.

Aunque la reflexión más importante propuesta por el filme se encuentra en la trama paralela que compone su parte más interesante. El interrogatorio a David Bermann, cabeza pensante del grupo, mediante el que una agente especial del ejército de Estados Unidos trata de determinar si fue o no colaborador de los nazis. A partir de esta línea argumental se articula un conmovedor discurso acerca de la importancia del humor en la vida de cualquiera de nosotros sin importar lo terrible de las circunstancias que nos rodeen.

Con un tono preciso y medido, el guión consigue hacernos reír y emocionarnos sin resultar ofensivo en ningún momento. Maneja con suma delicadeza  situaciones que podrían violentar e incomodar al público por lo cruel de su naturaleza y tiene en cuenta, como reza el rótulo inicial, que se trata de una historia real y que lo que no es inexacto del todo sigue siendo correcto.

La película juega inteligentemente con este buscavidas capaz de vender arena en el desierto, brillantemente encarnado por Moritz Bleibtreu, y coloca a la audiencia en la piel de la oficial que le investiga, que no termina de creerse nada de lo que este le cuente porque de puro hilarante resulta absurdo e inverosímil. El relato de Bermann aparece tan atractivo que incluso cuando el metraje vuelve por otros derroteros querríamos que la cámara se quedase allí para averiguar cómo continúa.

El hecho de tomar la forma de una fábula no implica que lo narrado carezca de fuste. Así lo atestiguan la imagen de ese perro al que le falta una pata, compendio de las heridas externas pero sobre todo de las secuelas invisibles que cada uno de los allí reflejados acarrea, o esa ambigüedad conscientemente buscada pero que encierra una verdad palmaria resumida en una sentencia digna de la elocuencia del protagonista. Si uno no adorna la vida con mentiras la realidad sería insoportable. Sin chistes, estaría muerto.

Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos.

Copyright imágenes  © IGC Films, Samsa Film. Cortesía de Festival Films. Reservados todos los derechos.

Bye Bye Germany

Dirección: Sam Garbarski

Guión: Michel Bergmann y Sam Garbarski, a partir de las novelas del primero

Intérpretes: Moritz Bleibtreu, Antje Traue, Mark Ivanir

Música: Renaud Garcia-Fons

Fotografía: Virginie Saint-Martin

Duración: 102 min.

Alemania, Luxemburgo, Bélgica 2017

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