A pesar de derrotar por 2 a 1 a Internacional de Brasil en el encuentro de vuelta por los cuartos de final de la Copa Libertadores, Estudiantes quedó eliminado del certamen más importante del continente, ya que en el resultado global el equipo brasileño logró la clasificación por haber anotado en condición de visitante -en la ida había ganado 1 a 0 en Porto Alegre-. El encuentro tuvo un final escandaloso que el actual campeón de América no merecía.
En el entretiempo, Estudiantes se fue al vestuario 2 a 0 arriba con los goles casi consecutivos de Leandro González y Enzo Pérez, el primero ocurrió a los 18´y el segundo a los 21´. En la segunda etapa el pincha dominó el trámite del mismo pero se confió en que saliendo de contra podía rematarlo, ya que Inter se le iba encima y quedaba desguarnecido en el fondo.
Todo parecía ser para los de La Plata, pero a tan sólo dos del final, cuando la parcialidad del león que estaba detrás del arco de Agustín Orión festejaba antes de tiempo con pirotecnia, en medio de la humareda que había en el área producto de las candelas, Giuliano apareció solo por derecha, cruzó el remate al segundo palo y la ilusión pincha de coronarse campeón continental de manera consecutiva, se desmoronó.
Luego del pitazo del árbitro Oscar Ruiz, Leandro Desábato y Roberto Abbondanzieri comenzaron a discutir y hasta hubo algún crucé de manotazos que terminó con la cobarde acción de Lauro, arquero suplente del Inter, quien golpeó al central de Estudiantes por la espalda y se el escándalo desató. Desábato corrió al arquero suplente, en el medio se volvió a encontrar con el Pato y la calentura se apoderó del Chavo quien repitió la cobardía de Lauro y cabeceó al ex Boca en la nuca. Posterior a eso, el papelón siguió en la entrada a los vestuarios en donde Orión y algunos suplentes del león persiguieron y golpearon a Lauro en el piso.
Un final que tiene poco que ver con lo que Estudiantes plasmó en cancha a lo largo de este semestre con Juan Sebastián Verón como estandarte del equipo, el cual una vez más demostró tener la cabeza bien fría y fue uno de los pocos que calmó los ánimos en el caliente final, que terminó evidenciando que cuando uno está acostumbrado a ganar, es muy difícil aceptar una derrota de semejante magnitud.
por Nicolás Natrone