No hay día que no la eche de menos, que no la extrañe. No puedo olvidarla. La añoro y me hallo raro sin ella, como desnudo y vulnerable. Me acompañaba a todas partes y me infundía confianza, afianzaba mi personalidad. Me había acostumbrado a tenerla presente en mi vida cada vez que la necesitaba y hasta creí que sólo existía para mi o por mi. Pero un día la perdí. Nunca más supe de ella. Intenté buscarla en vano. Anduve los lugares que frecuentábamos y nadie pudo recordarla. Rastreé todos los rincones e imploré mentalmente poder encontrarla, sumido ya en la desesperación. El frío invadía mi alma, con la cabeza al descubierto, desde que perdí mi gorra. Amaba aquella prenda y ninguna otra podía sustituirla. Sin ella, no me hallo.