Sin filosofía, la inculturación de los mortales se convierte en un camino de adornos materiales, marcados por los principios del tanto tienes, tanto vales
Las humanidades enseñan al transeunte a mirar lo que se esconde, entre las sombras de los árboles
Los dientes amarillos y las uñas ennegrecidas del mendigo madrileño, representaban las miserias y vergüenzas de una sociedad dibujada por los ojos galdosianos. Las gafas de Quevedo, eran las lentes apropiadas para descubrir las faltas de ortografía en los lienzos de la vida. Las melodías de Rosalía y los armónicos de Bécquer, dibujaban en el aire los sueños imaginarios de una sociedad entristecida, por los marcos de su época. La agonía de las letras en la era de los móviles, invita al nostálgico del presente a mirar en sus adentros la brújula de su sino. Sin literatura – decía el filólogo en la sala de los cultos -, nos volvemos miopes en un mundo dominado por la aritmética de los números.
Las humanidades han perdido el aroma a café de los tiempos de Delibes. El monopolio de la interpretación por parte de los medios ha socavado la grandeza de la poesía en las frivolidades de unos pocos. El llanto de las rimas, ha perdido su encanto en la España de la prima. La prosa de las columnas ha desplazado el cincel de la metáfora por los martillos de los datos.
El divorcio entre periodismo y literatura, ha dejado para el olvido: las crónicas de Larra y los artículos de Camba. Hoy, el lector de poesía, es el bicho raro que sueña en un mundo dominado por los lectores de novelas. El realismo de Benito no encuentra su espacio en las librerías de la rambla. Ante esta crisis de lectura, solamente se leerán libros de instrucciones. Instrucciones para manejar las máquinas que sepultan las semillas del intelecto en los escombros de la ciencia.
La Crítica sociológica debe mirar desde arriba a las lecturas de los pueblos. La ausencia de pensamiento y el vivir a toda prisa, ha desembocado en una sociedad de arrepentidos al acecho de su llanto. Sin filosofía, la inculturación de los mortales se convierte en un camino de adornos materiales marcados por los principios del tanto tienes, tanto vales. Si hubiéramos pensado antes de ejecutar compras precipitadas. Quizás hoy - afirmaba esta mañana el cartero de mi pueblo – no estaríamos donde estamos. Ha sido precisamente esa crisis de reflexión la que marca de perdición el camino de los máximos. Desde la Crítica debemos repensar los pilares que sujetan las cúpulas del conocimiento; para corregir desde las ideas. las malas praxis que decoran nuestras vidas. Para ello, las humanidades deben enseñar al transeúnte a mirar lo que se esconde entre las sombras de los árboles. Mientras no lo hagan, seguiremos enclaustrados en un sistema fracasado por la ausencia de sus letras.
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