Sin libertad no hay deber

Publicado el 16 noviembre 2011 por Jorge Gómez A.

La discusión sobre la voluntariedad o la obligatoriedaddel voto ha vuelto al tapete ahora que se discute si la inscripción en losregistros debe o no, ser automática.
Y el recurso del deber ha vuelto en gloria y majestad,como el argumento infalible e insuperable por parte de quienes apoyan obligar aotros para acudir a las urnas.  Así seplantea en un artículo publicado en La Tercera, titulado Elogiodel Deber.
Y nuevamente, como ha ocurrido en otros artículos, enningún punto el autor se pregunta o invita a preguntarse, el por qué un altoporcentaje (4 millones según algunos) no se inscribe en los registros electorales,y por tanto no quiere votar por nadie.
Para qué hacerlo, si es más fácil obligar.
Pero además, el artículo se adorna con otra idea (dudosa).Que esos cuatro millones de no inscritos juzgan la política como consumidores,no como ciudadanos. Es decir, que consideran el voto un acto igual a ir al malla pasear.
Pero eso es un juicio a priori sin fundamento alguno. Esmás, quizás esos 4 millones de no inscritos juzgan la política de una manera muchomás ciudadana que muchos otros votantes, y por lo mismo rechazan votar parasustentar un sistema electoral que a todas luces, parece ir en sentidocontrario a los criterios básicos de ciudadanía.
Pero claro, es más fácil decir al voleo que aquellos queno votan hoy, son meros consumistas inconscientes, que preguntarse por qué novota.
Otra idea que se plantea en el artículo es que elvoluntario, junto con la inscripción automática, dejaa la noción misma de ciudadanía en una peligrosa ambigüedad.
Pero esa peligrosa ambigüedad en cuanto a lo ciudadano, laha creado y sustentado el sistema político imperante. Es el sistema político ylas castas que se han anquilosado a éste, las que han determinado cuándo las personasson y no son ciudadanas.  Y lo son cuando quieren su voto para seguir en el poder oacceder a éste. Y no lo son cuando esos representados exigen responsabilidad alpoder.
No es el voto voluntario el que podría vaciar la noción deciudadano. Son aquellos que controlan el campo político electoral, los que hanvaciado la noción de ciudadano, hasta llegar a la idea de que el ciudadano nole debe nada a nadie.
Quién representa mejor a ese ciudadano, desligado de todaresponsabilidad y deber, no es otro que el político. Aquel que una vez electose desliga de todo nexo con sus representados.
Porque no hay que olvidar que el representante también esun ciudadano, siempre. 
Quienes han roto toda noción de compromiso con la Democracia,la República,no han sido los no inscritos, tampoco lo hace el voto voluntario. Quienes hanroto esa noción han sido las castas políticas. Son éstos quienes han dejadodebilitadas las nociones que sustentan la idea de comunidad política.
El voto obligatorio no sólo no soluciona esa fractura, sino que además es contrario a la libertad del ciudadano en todosentido, pues es contrario a la noción misma de ciudadano -entendido comoun agente libre de participar en los asuntos de la polis- pues duda de tal carácteren los propios ciudadanos. 
Un nosotros no sea crea a punta de pistola, ni bajocoacción directa o indirecta. Porque no hay deber con una pistola en la sien.