“¿Hay alguien más aquí?”, pregunto una y mil veces,
Obteniendo mi eco como única respuesta.
No hay nadie más en esta inmensa habitación, y sin embargo,
No me siento sola en lo absoluto. No hay temor que me sacuda.
Todos me miran con gran asombro pensando que perdí la razón.
¿Quién los culpa? Casi nadie ama estar a solas con su sombra.
Estos largos años en la oscuridad, me dieron una y mil lecciones.
Me enseñaron a no depender de nadie para seguir caminando.
Al principio, lloré durante horas que parecían interminables.
Por un instante, pensé que me quedaría encerrada en esa prisión mental
Que yo me fui construyendo poco a poco y que tanto daño me hizo.
Pero apenas ayer, me di permiso de abrir los ojos.
Pude ver la fuerza vital que corre por mis venas.
El cielo me está llamando, y ya no quiero negarme ante su voz.
No tengo miedo de caminar a la orilla del río sin nadie más a mi lado.
Todo lo que necesito para no caer en la más profunda oscuridad,
Lo tengo dentro de mi alma, aunque para muchos parezca poco,
Es con lo que me siento lo suficientemente fuerte para enfrentar la tormenta.
¿Quién puede juzgar al corazón que aprendió a crecer a pesar de la soledad?
Incluso la más rara de las rosas puede florecer en una casa abandonada.
Sin embargo, un pequeño rincón de mi roto corazón, se aferra a un sueño.
Mi cuerpo quiere conocer la gentil caricia que sólo el amor provoca.
Sólo espero que no sea demasiado tarde para este corazón solitario…
Pero sí así fuera, estoy dispuesta a afrontar mi destino con valentía.
Desde niña he estado esperando el arribo de este feroz huracán.
Puedes venir cuando quieras por mí. Estoy lista para lo que venga.