Muchas veces he pensado en lo peligroso de la política. Puede parecer una broma, pero lo que decimos nos fiscaliza y nos puede ayudar y perjudicar, sobre todo cuando nuestro futuro todavía está en la palestra, como el mío. La censura, hoy día no se produce como en el pasado y aunque en parte siga igual, ha adoptado nuevas estrategias que la hacen más “civilizada”. Ahora no hace falta que manden a alguien a mi casa y me agujereen la cabeza de un balazo, basta con acabar con mis posibilidades de futuro como persona, cercenando mis posibilidades debido a mis opiniones políticas y no dejándome crecer como persona. Es decir, acabando con mi futuro profesional o intentando debilitarlo.
Es más difícil ser un funcionario siendo de una ideología distinta a la que gobierna en el gobierno nacional, municipal o autonómico de turno, eso es algo que todos debéis tener claro. Eso entre otras cosas. Se sabe que circulan listas de personas “subversivas” por las manos de grandes (y no tan grandes) empresarios, vaya a ser que cometan la estupidez de contratarlos.
Aquel que cree que no existe la censura en las sociedades occidentales se equivoca, por mucho que exista internet, las posibilidades de un medio de escasos recursos frente a un grupo mediático en esta misma plataforma son básicamente nulas. La censura simplemente ha adoptado nuevas formas. Esta censura se llama miedo.
Es en esta coyuntura en la que siempre he temido dar mi nombre en internet al dar mi opinión, pensaba que el poner mi nombre haría que me acobardase, que no tuviese valor de firmar mi ideología con el mismo, pero me equivocaba, ahora soy más libre. Es posible que me puteen, al igual que a otros muchos hoy y a lo largo de la historia, pero sinceramente la posibilidad de estar puteado siendo un lacayo es lo suficientemente alta y tan humillante el serlo que compensa.
No tengo que temer a nadie por pensar. Que les jodan, ya no tengo miedo.
La versión buena no se podía insertar.